Pedro Benítez (ALN).- En México la carrera por suceder a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como presidente de ese país ya arrancó, aunque no será hasta el 2 de junio de 2024 cuando 95 millones de mexicanos tendrán la oportunidad de elegir al nuevo presidente, así como a 128 senadores y 500 diputados del Congreso, y nueve gobiernos estatales.
Según las más recientes encuestas, y de acuerdo a la opinión de la mayoría de analistas políticos de ese país, la disputa parece que se definirá entre dos mujeres: Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
La primera es la favorita y candidata in pectore de AMLO, quien sigue la misma ruta que se trazó Lula Da Silva en Brasil en 2010 cuando le dejó el camino servido a Dilma Rousseff. Haciendo uso de todas las ventajas que le otorga el control del Gobierno, y un alto índice de aprobación personal (entre 60 y 65%), el mandatario ha ido construyendo una nueva hegemonía política en México con la intención, poco disimulada, de que la misma reemplace a la del viejo PRI.
Morena, con el control del poder en México
Con bastante éxito, hasta los momentos, todos sus pasos se han orientado en ese sentido. Su partido, el Movimiento de Renovación Nacional (Morena), controla 20 de los 32 gobiernos estatales y el de la Ciudad de México, así como la mitad de las bancas del Congreso. La mayoría de esos cargos los han ganado candidatos de Morena durante la presidencia de AMLO y a costa del cada vez más alicaído PRI. Además, López Obrador se ha enfrascado en una amarga lucha por colocar bajo su égida tanto a la Suprema Corte de Justicia como al Instituto Nacional Electoral.
Sin embargo, no se ha atrevido a modificar la cláusula constitucional que impide la reelección presidencial (tema casi sagrado en México desde la revolución de 1910); de modo que ha optado por elegir a su sucesora, aunque guardando ciertas formas. Para tal fin, su movimiento acordó un enrevesado proceso que combina encuestas nacionales, encargadas a cuatro empresas especializadas en estudios de opinión pública, junto con un cuestionario. El próximo 6 de septiembre el Consejo Nacional de Morena anunciará a su abanderado.
Claudia Sheinbaum, la favorita de AMLO
No obstante, todo indica que desde el inicio del proceso AMLO ha jugado con los dados cargados a favor de uno los aspirantes; concretamente hacia la más fiel de sus alfiles, la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México (2018-2023) Claudia Sheinbaum. Física y académica, hija de una familia de clase media vinculada con el movimiento estudiantil de 1968, ha sido parte del equipo de López Obrador desde que éste ganó ese mismo cargo en el año 2000, momento en el cual se hizo el referente de la izquierda mexicana.
En la precampaña interna de Morena se ha enfrentado a Marcelo Ebrard, otro antiguo aliado del presidente y su ex secretario de Relaciones Exteriores. Astutamente Sheinbaum ha hecho lo que se esperaba de ella al presentarse como la leal heredera del presidente con el que ha intentado mimetizarse. Por su parte Ebrard, que en el pasado ha tenido sus idas y venidas con AMLO, se ha tomado en serio lo de una competencia democrática y hasta se quejado públicamente por el uso de recursos públicos en favor de su competidora. Pese a su esfuerzo, los estudios de opinión indican que no ha podido recortar los 8 puntos que Sheinbaum le lleva por delante.
Desde el otro lado de la acera, el grueso de la oposición mexicana ha hecho lo que la sana lógica indica, hacer un frente común ante el creciente poder presidencial. El PAN por la derecha, el PRI y el PRD (partidos en los que militó AMLO) por la centro izquierda, han ensayado una inédita alianza con razonable éxito, tomando en cuenta el desprestigio que los dos primeros arrastran entre la mayoría de los mexicanos y la debilidad del tercero del que López Obrador se llevó la mayoría de sus dirigentes y votantes.
Xóchitl Gálvez, una inspiración en México
Hasta hace unas semanas esa coalición opositora parecía conformarse con mantener a raya la hegemonía presidencial en el Legislativo, lo que en 2021 había conseguido. Sin embargo, por uno de esos giros inesperados de la política, entre sus filas ha surgido la esperanza de poder infligir al lopezobradorismo una derrota nacional el próximo año en la persona de Xóchitl Gálvez.
De humilde origen indígena (su familia pertenece al pueblo otomí), ingeniera egresada de la UNAM y empresaria reconocida internacionalmente, tiene una vida de superación personal inspiradora que desafía las definiciones ideológicas. Ingresó a la política de la mano del ex presidente Vicente Fox en 2003 al frente de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas; en 2015 fue elegida para administrar uno de los municipios más ricos de México y desde 2018 es senadora por el PAN.
Paradójicamente, así como López Obrador eligió a la candidata del oficialismo ha hecho lo mismo, sin querer, obviamente, con la oposición. Haciendo uso y abuso de sus ruedas de prensa mañaneras, donde agravia y difama impunemente a todo aquel que ose criticar su gestión, en noviembre de 2022 hizo lo propio con Xóchitl Gálvez quien formuló reparos a algunos aspectos de su política social. Fue así como comenzó el episodio por el derecho a réplica que solicitó la senadora y que el presidente le negó. Sin cruzarse de brazos consiguió en junio un amparo judicial que López Obrador no ha acatado, impidiéndole el acceso al Palacio Nacional, sede del Ejecutivo. Pero en cambio ha obtenido algo mucho más valioso: se ha transformado en una figura nacional posicionándose en las encuestas y en el centro interés de las redes sociales.
Estilo suave
Con un estilo suave y hasta dulce para expresarse, sagazmente ha desafiado el abuso que el poderoso mandatario hace de los recursos de la Presidencia y en pocas semanas se ha colocado como la amplia favorita de la coalición opositora, que también ha organizado su consulta interna cuyo resultado se anunciará el próximo domingo. Varias de sus rivales se han ido retirando de la carrera abriéndole paso. En la recta final de la precampaña apunta sus ataques no contra sus competidores inmediatos sino contra AMLO y sus políticas, como, por ejemplo, sus relaciones y actitudes con Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Si no hay más sorpresas, todo indica que esas dos mujeres van a protagonizar el choque de trenes que definirá el futuro de la mayor nación de habla hispana del mundo por el resto de la presente década.