Daniel Gómez (ALN).- La Triple Frontera del Amazonas es una región comprendida entre Colombia, Perú y Brasil. Allí viven 208.699 personas, de las cuales el 57% son indígenas. Hoy este territorio es el lugar del mundo donde más muertes por coronavirus se producen por cada 100.000 habitantes. Y no sólo están falleciendo las personas, sino que se corre el riesgo de que desaparezcan sus tradiciones. Por eso la ONU pide un plan de choque.
La Triple Frontera del Amazonas es una región “tradicionalmente olvidada”, advierte Naciones Unidas.
La pobreza supera el 80%. La informalidad laboral en los lugares más remotos es del 100%. Apenas hay hospitales. Apenas hay carreteras. Los insumos médicos no llegan. Las agencias humanitarias tampoco. Además, una parte importante del territorio no está municipalizada, por lo que sus habitantes no existen a ojos de las autoridades ni reciben ayudas estatales para gestionar sus recursos. Tampoco hay información de calidad para monitorear el coronavirus. Pero en los pocos sitios donde se ha podido llevar un recuento los números son aterradores.
Leticia es la capital del departamento colombiano de Amazonas. La proporción de muertes por cada 100.000 habitantes es de 234.
En el estado de Loreto, que pertenece a Perú, se registran 143 fallecimientos por cada 100.000 habitantes, y entre su población indígena la tasa de defunción es el doble que la del país.
Por su parte, en el estado brasileño de Amazonas, en concreto en la parte de la Triple Frontera, los ciudadanos tienen un 47% más de posibilidades de contagio por coronavirus, según cifras oficiales.
Al comparar los números de la Triple Frontera del Amazonas con los países más afectados por el coronavirus se dimensiona mejor el tamaño de la tragedia. San Marino es el país del mundo con más muertos por coronavirus por cada 100.000 habitantes con un total de 123 muertes. En Leticia son casi el doble.
El problema no es sólo el coronavirus
A la pandemia hay que añadirle otros problemas de la región. En la Triple Frontera del Amazonas son comunes los brotes de enfermedades como el paludismo, el dengue y la chicunguña.
El hambre también es un drama. La ONU estima que en la parte colombiana la inseguridad alimentaria afecta al 59% de la población. En la zona peruana al 49%. Y en la brasileña al 42%.
El coronavirus está siendo una trampa mortal para esta región del Amazonas en la que viven 208.699 personas, de las cuales el 57% son indígenas. Y es una trampa mortal no sólo por los fallecimientos, sino porque tradiciones ancestrales corren el riesgo de desaparecer.
“Las comunidades indígenas han expresado su preocupación por la amenaza existencial que supone la covid-19. Dado que gran parte de estas comunidades se encuentran en lugares remotos, donde en su mayoría se carece de instalaciones médicas, las comunidades indígenas son sumamente vulnerables a la enfermedad debido a su menor nivel de inmunidad y para hacer frente a la misma. Los ancianos, encargados por su conocimiento ancestral de mantener la cultura tradicional y costumbres de sus pueblos, son los más afectados por la pandemia. Muchos temen que la pandemia afecte y borre de alguna forma su modo de vida y sus tradiciones”, dice Naciones Unidas en su más reciente informe sobre la Triple Frontera del Amazonas.
El plan de choque de la ONU
La ONU quiere un plan de choque para esta región. Por eso pide colaboración a los gobiernos de Colombia, Perú y Brasil. Sus prioridades son las siguientes:
Salud. Conscientes de que no hay hospitales, de la escasez de pruebas de detección, y de equipos de rastreadores para monitorear los casos, ponen el foco en la educación sanitaria. “La vigilancia epidemiológica y el manejo de información requieren fortalecimiento para informar las decisiones estratégicas de salud. A partir de la pandemia, las mujeres han dejado de recibir atención en salud sexual y reproductiva. Esto se debe tanto a un desabastecimiento del hospital y los puestos de salud, como a la resistencia de la comunidad de asistir a los centros de salud en tiempos de pandemia. Es necesario también mejorar el sistema de transporte de pacientes graves de covid-19”.
Saneamiento. El agua es una de las herramientas más efectivas contra el coronavirus. Lavarse las manos es un gesto que puede salvar vidas. Pero no vale cualquier agua. “Hace falta garantizar el acceso a agua segura, a saneamiento y a elementos de higiene suficientes para prevenir el contagio. Hay sistemas de agua comunitarios fuera de funcionamiento, así como servicios higiénicos y de agua por reparar en establecimientos de salud y servicios educativos”.
Nutrición. Los altos niveles de pobreza y desnutrición juegan en contra de las poblaciones de la Triple Frontera del Amazonas. También juegan en contra el mal estado de las carreteras y la suspensión de algunos servicios de distribución. “La asistencia alimentaria no está llegando de manera oportuna y la disponibilidad de productos alimentarios en las comunidades y poblados está afectada por las medidas de aislamiento”.
Educación. Si ya de por sí que las escuelas ofrezcan clases virtuales es un reto en los territorios desarrollados, todavía se hace más difícil en lugares donde no ha llegado ni siquiera internet. Por eso la ONU propone “acompañamiento técnico a la secretaria de educación y a las organizaciones indígenas para los planes de retorno a la escuela con alternancia a las instituciones educativas”. También ponen el foco en “asegurar el acceso a la educación a distancia y a espacios de contención emocional”.
Protección. El confinamiento ha agravado problemas como la violencia de género, la trata de personas y el trabajo infantil. “Existe la necesidad de atención psicosocial para la contención emocional y el fortalecimiento de las capacidades de afronte. Hace falta fortalecer la participación activa de las comunidades indígenas en las decisiones que afectan sus vidas”.
Recuperación. La Triple Frontera del Amazonas es un territorio remoto, “olvidado”. Si ya el drama que está viviendo por el coronavirus casi se encuentra en un segundo plano, se teme que queden por detrás las estrategias de recuperación. “Existe la necesidad de establecer una estrategia consensuada entre las autoridades estatales y los representantes de los pueblos indígenas. La respuesta a la emergencia es fragmentada y hay una limitada capacidad de coordinación y articulación que genera ineficiencia en el uso de los recursos, la oportunidad de la atención y duplicidad de acciones, así como pérdida de oportunidades. Las brechas de conectividad inciden negativamente en los procesos de coordinación para la gestión”, añade la ONU.