Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Es crucial, a esta altura de la campaña para las elecciones legislativas en EEUU, un análisis del liderazgo latino y diverso que emerge en el Partido Demócrata, más allá de su cohesión en torno a la agenda de defensa al inmigrante, el camino a la ciudadanía de los indocumentados y los jóvenes dreamers, su lucha por la inclusión social y por el respeto a la diversidad en los EEUU.
El pasado mes de julio, la puertorriqueña Alexandria Ocasio-Cortez, de 28 años, se alzó en el densamente popular distrito deQueens-Bronx como abanderada demócrata, derrotando en una primaria impensable a Joe Crowley, uno de los cuatro legisladores demócratas con más poder en el partido; de hecho, tenía 20 años adueñado de ese espacio electoral (Leer más: El éxodo silencioso de los puertorriqueños construye un nuevo poder latino en EEUU).
Ocasio-Cortez ganó esa primaria poniendo de relieve dos rasgos:
1) La participación de electores que usualmente no estaban votando, particularmente los jóvenes.
2) Asumiendo sin complejos ni medias tintas una agenda socioeconómica enfocada en la clase trabajadora.
La joven boricua propone incrementar el salario mínimo a 15 dólares la hora; garantizar el derecho a la salud y la educación superior a todos, así como el derecho a la vivienda, favoreciendo el acceso al financiamiento de la familia trabajadora. Tambien postula la reforma del sistema judicial para erradicar las condiciones y prejuicios sistémicos que producen la encarcelación masiva de ciudadanos de color, enfocando los recursos en programas sociales; la reforma migratoria integral para garantizar el camino a la ciudadanía de casi 12 millones de indocumentados que integran la clase trabajadora del país; la revolución económica verde (ambientalista) y naranja (economía circular); y erradicar el dinero de los grandes poderes económicos o corporativos del financiamiento a la política.
Ocasio-Cortez no ha tenido miedo en autodefinirse como una socialista democrática o socialdemócrata, precisamente en losEstados Unidos, donde la palabra socialismo no es buena compañía de las narrativas políticas, ya que el término no se vincula a las experiencias europeas de la Economía Social de Mercado, sino que inmediatamente retrata a quien lo asume, de forma absolutamente injustificada, como una especie de “neocomunista”. No han faltado comentaristas de extrema derecha que han llegado al absurdo manipulativo de comparar a la joven Ocasio-Cortez con el chavismo o el castrismo.
Ocasio-Cortez propone la reforma migratoria integral para garantizar el camino a la ciudadanía de casi 12 millones de indocumentados
Lo cierto es que la ahora emblemática Alexandria ha dicho claramente qué significa ser socialista democrática. “En una de las economías más potentes y poderosas del planeta, nadie debería vivir sin los medios mínimos para una existencia digna”, afirmó. Y, cuando se le pregunta cómo se financia eso, afirma categóricamente: evitando una reducción de los impuestos que deben pagar los más privilegiados y los grandes negocios o corporaciones (rebaja a la que procedió Donald Trump) y revisando el presupuesto para invertir más en educación, salud y políticas sociales urbanas dirigidas a los trabajadores y las clases populares o medias.
En definitiva, Ocasio-Cortez se alinea con la narrativa de Bernie Sanders y, cuando se le dice que sus planteamientos se acercan al fracaso de Cuba o Venezuela, señala como referentes de sus ideas a Alemania, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda o Canadá.
Ocasio-Cortez fue electa en un distrito donde las probabilidades de elección como candidata demócrata son altísimas (sólo una fractura del voto demócrata cambiaría el resultado previsto). Por ello ha salido de Nueva York en campaña nacional en apoyo a otros liderazgos emergentes, que han resultado empoderados en primarias demócratas (o lo aspiran), así como otras figuras de pensamiento afín al suyo en distritos cerrados electoralmente, donde la retórica populista desde el extremo derechista de Trump funcionó en 2016. Buena parte de estos candidatos son ampliamente representativos de las clases trabajadoras o la clase media emergente, con un rasgo común: pertenecen a la segunda generación de ciudadanos latinos o inmigrantes de otros orígenes. Ymuchas son mujeres.
Generación de relevo
Fuera de estados tradicionalmente demócratas -como Nueva York, New Jersey o California-, en muchos distritos electorales deTexas, Florida, Ohio, Minnesota, Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Kansas, Oklahoma, una narrativa de este tipo, sin duda, tiene un efecto movilizador de diversas audiencias resistidas a votar ante el abandono que perciben de parte del “establishment”.
Por otra parte, una estrategia opositora a este movimiento que lo caracterice como un giro nacional y brusco hacia la izquierda tiene sus riesgos. Sobre todo, en estados o distritos donde se exige más moderación en el discurso fiscal o económico de los candidatos. En fin, encontrar un balance y evitar una exitosa manipulación de parte de la derecha, sin restar el entusiasmo que ofrece esta corriente, es parte de los desafíos comunicacionales del Partido Demócrata.
Esta semana, la prestigiosa revista The Atlantic publica un trabajo del pensador conservador, y a la vez renovador, Reiham Salam. Oriundo de Brooklyn e hijo de inmigrantes de Bangladesh, su pensamiento viene rompiendo esquemas en el conservatismo americano, en ocasiones con un eclecticismo inédito al abordar ciertos asuntos. En este artículo, el autor sugiere la emergencia de una respuesta populista desde la izquierda contra el populismo de extrema derecha encarnado por Trump, ambos intentando una definición propia de nacionalismos económicos o conectando con el deterioro de las clases trabajadoras y medias, aún en medio de la recuperación económica de casi una década, desde que EEUU salió exitosamente de la crisis de 2008, en la presidencia de Barack Obama.
Se perfila con nitidez una generación de relevo compactada no sólo por el esfuerzo reivindicador del inmigrante sino por la disposición a tomar el poder
Alega Salam que la segunda generación de latinos, los hijos de los inmigrantes, han superado las graves circunstancias de pobreza que llevaron a sus padres a emigrar a EEUU; y muchos de ellos se han orientado hacia los más altos niveles universitarios, pero padecen el estancamiento relativo o el declive en calidad de vida que comparte buena parte de los electores en EEUU. La emergencia de esta corriente empoderada políticamente es definida por Reiham Salam como la próxima revolución populista de EEUU, y anticipa que a la cabeza habrá un liderazgo latino.
Lo cierto es que la polarización producto de la retórica de Trump ha estimulado a un liderazgo caracterizado por la diversidad (con alto protagonismo de mujeres y latinos, o mujeres latinas, como el caso de Ocasio-Cortez) a protagonizar este momento transformador del sistema político y de ambos partidos en la democracia estadounidense.
En este punto de la campaña se perfila con nitidez una generación de relevo compactada no sólo por el esfuerzo reivindicador del inmigrante sino por la disposición de salir de las comarcas de sus padres y abuelos a tomar el poder hablando sin miedo de las reivindicaciones que reclaman las clases medias y trabajadoras. Y eso sí es una novedad.