Daniel Gómez (ALN).- El Helicoide es un edificio siniestro. Lo parece por fuera y lo es por dentro. Un antiguo recluso político que lo sufrió un año recuerda la principal cárcel política de Venezuela como “un laboratorio psicológico de daños físicos que afecta a presos y familiares”, según contó a ALnavío. Y es que en el tiempo que estuvo allí hubo torturas, extorsiones e incluso batallas sobre bienes tan básicos como la comida y el agua.
“Días largos, semanas cortas”. Así transcurre el tiempo en El Helicoide. Lo narró al diario ALnavío un preso del régimen de Nicolás Maduro que pasó un año allí. En la principal cárcel política de Venezuela. En la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). En su centro de experimentos y torturas. O mejor dicho: en el infierno. “Es un laboratorio psicológico de daños físicos que afecta a presos y familiares”, relató la fuente.
El Helicoide es siniestro a simple vista. El edificio, ubicado en Caracas, tiene forma piramidal, dimensiones faraónicas y una historia contradictoria. Se ideó en los años 50 pensando que sería un complejo comercial de lujo, con restaurantes, tiendas y hoteles de cinco estrellas. Incluso el proyecto se expuso en el Museo de Arte de Nueva York. Sin embargo, las obras sufrieron numerosos retrasos y hasta un bombardeo, y de gran proyecto inmobiliario mutó en cárcel y laboratorio.
Sí: en El Helicoide hay torturas. Como la cobija. “Te envuelven en una sábana y te dan palazos y golpes”, explicó el antiguo recluso. Los funcionarios también emplean técnicas de privación de sueño. “Para ello te amarran con una esposa a una tubería con la mano en alto sintiendo la presión”, apuntó.
Lo que ocurre es que lo físico es insignificante en comparación al daño psicológico. “Allí hay presos con privilegios. Presos comunes que te amenazan y presionan para sacarte información. Esa sensación de angustia, ese tipo de tortura, es lo peor”.
Recuerda que la mayoría de las celdas no eran individuales. Que había hacinamiento. Que a los presos políticos, como era su caso, los mezclaban con ladrones y narcotraficantes; estos últimos, responsables de las extorsiones.
Él también pasó mucho tiempo aislado, sin poder salir a los patios, a “las villas”, como se conocen dentro de El Helicoide. Una anécdota es que la primera vez que transitó esas zonas comunes se topó con Daniel Ceballos. Él le enseñó y explicó la cárcel.
De Ceballos, exalcalde de San Cristóbal -y mano derecha de otro famoso preso político, Leopoldo López-, recuerda su vitalidad. Cómo hacía yoga para mantenerse en forma y cómo charlaba con él a gritos, tras las rejas, cuando acudía a alguna sala común.
Ceballos hoy está de actualidad. Él se ha erigido como líder del motín que protagonizan en El Helicoide los presos políticos. A través de redes sociales como Twitter e Instagram, este recluso y otros compañeros han trasmitido el motín. Por eso ahora reina el desconcierto. Porque llevan más de 10 horas sin publicar nada.
El último mensaje vino de la cuenta de Twitter del activista Lorent Saleh. “¡Auxilio! ¡Se están metiendo!”, escribió instantes antes de informar que los agentes del Sebin estaban tomando El Helicoide.
AUXILIO!!!!!!! SE ESTÁN METIENDO SE ESTÁN METIENDO!!!!!
— Lorent Saleh (@LORENT_SALEH) 17 de mayo de 2018
Mientras prima la incertidumbre, mientras no se sabe qué está pasando con los presos, la fuente de ALnavíorecuerda a Saleh. “Era un muchacho inteligente y crítico con lo que está pasando en Venezuela. Siempre andaba con un grupo de jóvenes como él. Se le veía psicológicamente afectado. A él lo traicionaron y así se sufre más. Porque ese sentimiento de traición afecta la autoestima y confianza”.
Agua contaminada y luchas por la comida
En El Helicoide el día a día era tortuoso. Algunos, como la fuente de ALnavío, amanecían temprano y tachaban los días con un sistema de líneas y barrotes. Se despertaba a las cuatro de la mañana y si podía, aprovechaba a bañarse.
El agua para el baño provenía de una pipa de 200 litros que ocasionalmente llenaban con tanques y traspasaban a otros bidones más pequeños. Recuerda que había que lavarse con cuidado. “Muchas veces ese agua estaba contaminada”. La preocupación, detalló, no era tanto personal sino más bien grupal: “Para desinfectarnos y no contagiar a los compañeros usábamos alcohol”.
Luego está la comida. “No era lo peor, pero hay matices”. Y tanto que matices. Advirtió que, por ejemplo, los platos no contenían vegetales. Sólo carbohidratos y harina. Las proteínas también escaseaban. Además, el horario no era exacto. “Los cocineros podían llegar bien a las tres o bien a las seis. Así que había que comer cuando tocara”.
Había otro sistema que iba por encargo. Es decir, que podían pedir la comida de casa. Si bien parece un buen método, mejor que los menús de la cárcel, no era tan buena solución. “Había que comérsela rápido y compartirla”. Si no “te la joden porque venía manoseada [por los guardias] y los reclusos te presionaban para que se la dieras”.
Custodiando El Helicoide estaban unos 25 agentes. Todos del Sebin. “Eran tolerantes con las circunstancias siempre que no te enfrentaras. No puedes hacerlo. Hay que respetarlos y emplear el tono adecuado”. Luego había dos tipos de guardias: los inspectores jefes y los comisarios, quienes “andaban de uno en uno y tendían a ser más rudos que los otros”.
Mientras no se sabe cómo terminará el motín de El Helicoide, la fuente agrega otra dosis de incertidumbre. “Es imposible saberlo. Parece que fue una rebelión pacífica. Como los presos no tenían esperanzas de salir de la prisión se alzaron. La expectativa es que mejoren las condiciones. Tampoco se puede hablar de fracaso ya que ellos no son quienes cargan las armas”.