Juan Carlos Zapata (ALN).- A Evo Morales lo perdió la enfermedad del chavismo. Esa peste producida por el exceso de poder y excesos en el poder. Evo Morales estaba avisado desde que perdió el referendo de 2016. Evo Morales torció la historia, violó la Constitución, y se burló de la mayoría y de la voluntad popular, imponiendo la opción de una nueva presidencia que los votos le negaban, entonces con la derrota del referendo, y ahora en las elecciones de este octubre. Evo Morales no entendió que perder una elección no significa perder la vida y tampoco quedar fuera del poder, no totalmente. Evo Morales no entendía que peor era manipular el escrutinio, y cometer fraude. Evo Morales estaba enfermo de chavismo y quería más poder, quería otra presidencia, y estaba dispuesto a lograrlo, y creía que esta vez, como en 2016, no correría riesgo, pues calculaba tenerlo todo bajo control. Evo Morales no calculó, sin embargo, que no era mayoría, y que esa mayoría, contenida en 2016, podía explotar y explotó.
Evo Morales creía -y a esta hora seguro lo sigue creyendo- que era insustituible. Como lo cree Lula en Brasil. Como lo cree Cristina Fernández en Argentina. Como lo cree Rafael Correa en Ecuador, y Daniel Ortega en Nicaragua, y el poder castrista en Cuba, y Nicolás Maduro en Venezuela, y lo creía Hugo Chávez, que fue el que le inoculó el virus a Evo Morales, pero Chávez murió de cáncer y de exceso de poder, hasta ese extremo llegó.
La izquierda continental y parte de la europea también consideraban que Evo Morales era imprescindible y se merecía el derecho a seguir gobernando. Rafael Correa llama a los casos de Evo, Lula y Chávez, y al suyo mismo, “liderazgos fundacionales”, sin competencia en sus respectivos países.
Evo Morales se vendió en la campaña electoral como el presidente de la estabilidad, y ¿a qué condujo a Bolivia? A la peor crisis política de los últimos tiempos. Porque la peste del poder lo perdió. Y no contaba con la mayoría que lo acompañó en tres elecciones. Le temía a una segunda vuelta, iba adelante en el escrutinio -pues sigue siendo el líder más votado- y para evitarla escogió la vía de manipular el proceso, empañando el proceso, ensombreciendo el proceso, y allí comenzó el principio del fin, que terminó este domingo con su renuncia a la presidencia.
Evo Morales se vendió en la campaña electoral como el presidente de la estabilidad, y ¿a qué condujo a Bolivia? A la peor crisis política de los últimos tiempos. Porque la peste del poder lo perdió. Y no contaba con la mayoría que lo acompañó en tres elecciones. Le temía a una segunda vuelta, iba adelante en el escrutinio -pues sigue siendo el líder más votado- y para evitarla escogió la vía de manipular el proceso, empañando el proceso, ensombreciendo el proceso, y allí comenzó el principio del fin, que terminó este domingo con su renuncia a la presidencia.
Evo Morales ignoró un pequeño detalle: que manipuló el proceso siendo minoría, y hasta quienes en otro tiempo lo seguían y lo votaban, se dieron cuenta de ello, y no estaban dispuestos a seguirle el juego. Evo Morales perdió las perspectivas porque la enfermedad enceguece y uno de los síntomas es perder la noción de la realidad y empeñarse en lo que ya no es posible. Evo Morales quería ganar otra vez. Porque como dijo Rafael Correa este sábado en entrevista con el diario El País, “lo que pasa es que nos mal acostumbramos a ganarlo todo”.
Evo Morales quería ser el presidente de la estabilidad y se convirtió en factor de inestabilidad
A eso se acostumbró Evo Morales, como los otros chavistas del continente, incluyendo a Lula. Evo Morales era un líder humilde, y el expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero también lo tenía como un mandatario humilde. Cuando ganó la primera presidencia cambió la Constitución, maniató a la prensa, se inventó otra línea de ascenso para la Fuerza Armada. Y esa Fuerza Armada, la que él creía suya, se negó, primero, a reprimir al pueblo, y después, final de los finales, le solicitó la renuncia. Evo Morales dijo que se iba por la paz y la patria, presionado ante lo que consideró un golpe “cívico y político”, pero no habló de golpe militar, a pesar que desde las elecciones venía señalando que ya estaba diseñado el golpe de Estado, lo cual no era así: el golpe era el suyo. El golpe de evitar a todo trance la segunda vuelta porque iba a perder la segunda vuelta, sabiéndose en minoría ante una oposición que iba a concurrir unida para enfrentarlo unida.
Evo Morales tal vez consideraba que el desempeño económico lo era todo. El PIB de Bolivia crecía y este 2019 iba a crecer más que en Brasil, más que en Chile, más que en Argentina. Su vicepresidente Álvaro García Linera era el artífice de la política económica. Y Evo Morales decía que necesitaba más tiempo para seguir reduciendo la pobreza y consolidar el milagro económico. Pero Evo Morales olvidó otro detalle: que la política es ética, y que el gobierno es legitimidad. Y la manipulación del escrutinio no fue ética, y al hacerlo confirmó la pérdida de legitimidad que arrastraba desde 2016.
A Evo Morales lo fueron abandonando los sectores. Los sindicatos. Gobernadores. Diputados. Los policías. Los estudiantes. Evo Morales se vio perdido desde que la mayoría no le compraba esta vez el discurso del Evo invencible. Llegó hasta rechazar el uso de Cristo en la protesta. Y cuando el viernes habló de pacificar el país, estaba reconociendo que la protesta se había extendido a lo largo y ancho del territorio nacional. Fue él, quien estimuló la violencia cuando llamó a sus partidarios a defender lo que ya era indefendible. Y esos partidarios, militantes del MAS, el partido de gobierno, y fuerzas de choque, o mineros y cocaleros, arremetieron, sólo que esta vez encontraron en la calle a un pueblo unido dispuesto a enfrentarlo. Evo Morales dijo que renunciaba por la paz. Pero fue él quien desató la confrontación cuando se proclamó vencedor en primera vuelta sin haberlo logrado. Las irregularidades quedaron al descubierto en la auditoría que hizo la OEA. Evo Morales optó por llamar a nuevas elecciones y al cambio del Tribunal Supremo Electoral. Sin embargo, ya era demasiado tarde. En cuanto artífice del fraude, Evo Morales se había descalificado como mandatario y candidato, una candidatura que el pueblo había rechazado en 2016. Esto no lo vio venir Evo Morales. Porque estaba enfermo de chavismo.