Daniel Gómez (ALN).- Fernando Irujo logra que los pedaleos de una bicicleta sean 35% más potentes gracias a un invento suyo: unas bielas extensibles que ya patentó. “Con eso cualquiera gana el Tour de Francia”, dice a ALnavío. Y no sólo lo dice él. También un biomecánico de la Unión Ciclista Internacional.
“¿Ese viejo a dónde va?”. Es lo que se preguntan los chavales de Pamplona cuando ven a Fernando Irujo, de 75 años, montado en su bicicleta. Dicen que no hay quien le gane en una carrera de 200 metros. “En llano a cualquiera le digo adiós”, asegura el propio Irujo al diario ALnavío.
No es que sea un portento físico. Tampoco lleva un motor eléctrico. El truco de este navarro es algo mucho más sofisticado. Algo que él mismo inventó y patentó. Una biela extensible que incrementa la potencia del pedaleo entre 25% y 35%. “Con eso cualquiera ganaría el Tour de Francia”, afirma.
No sólo lo dice él. También el ingeniero Jon Iriberri, uno de los 14 biomecánicos de la Unión Ciclista Internacional y director de la startup Custom4.us. Interesado en la biela extensible, llevó a Irujo a su centro de pruebas en Bilbao.
Entonces Iriberri agarró dos bicis y dos ciclistas. Una la equipó con el invento y la otra la dejó como estaba. A las dos les puso sensores, y tras un estudio biomecánico, determinó que el aparato de Irujo incrementa la potencia del pedaleo hasta 35%. Suficiente para ganar el Tour de Francia siempre y cuando sólo la lleve uno de los ciclistas.
Irujo, criado entre herramientas -su abuelo fue herrero, su padre mecánico y él mecánico-electricista-, ideó un sistema de pedaleo para ayudar a una cuñada a subir una cuesta con la bicicleta. Esa cuñada tenía polio, una enfermedad que afecta la movilidad, por lo que con una bici normal le era imposible ascender una pendiente.
Entonces Irujo comenzó a pensar. Dando vueltas y vueltas llegó el eureka: la solución al problema de su cuñada era la ley de la palanca. “Cuanto más larga es una palanca, menos fuerza hay que hacer”, explica.
Para aplicar esa ley de la palanca, Irujo, inspirado en el mecanismo de una bomba de líquidos, consiguió que los pedales entren y salgan de la circunferencia que los sujeta. De esta manera, el diámetro se mantenía igual en todas las partes del recorrido. Así logró la biela extensible y que su cuñada pudiera subir la ansiada cuesta.
Al principio despreciaron su invento
No se preocupe si no lo entiende, porque nadie lo hacía en un principio. “Nadie. Ni siquiera los ingenieros”. Y es que además de la ley de la palanca, Irujo se apoyó en otras normas de la física para impulsar su invento.
Comenta que otra de las cosas que potencian el sistema es el reparto de fuerzas. Este no es igual al de una bici tradicional. Unos pedales de toda la vida generan una circunferencia de 360º. 180º hacia delante y otros 180º hacia atrás. Con la biela extensible, la parte de adelante es más larga. Supera los 200º grados, siendo así la velocidad mayor.
Irujo, al darse cuenta del potencial de su aparato, se puso en contacto con científicos e ingenieros de toda España. Muchos despreciaron su idea. “La verdad es que no ha sido un camino de rosas. Yo mandaba mis planos y me decían, sin probarlo, que mi aparato no iba”.
Irujo tuvo que aguantar comentarios de mal gusto como: “A mí qué me vas a decir si soy ingeniero”. Comentarios que, reconoce, afectaron su autoestima. “Esos golpes de moral me han dejado marcado”.
Pese a los malos momentos, Irujo salió adelante. De hecho, cuando fue a Madrid por la patente de la biela extensible, abogados e ingenieros se montaron en su bicicleta y dijeron: “Vamos a patentar eso hoy no sea que nos lo quiten”.
Orgulloso de su invento
Irujo ahora es famoso. Este julio ganó el concurso Becas Aquarius, que premia el mejor emprendimiento hecho por alguien de más de 60 años. Antes ganó otros dos premios en Navarra y San Sebastián, así como reconocimientos en colegios y universidades. “Esto es todo un orgullo”, comenta.
Sin embargo, este no es el único gran invento de Irujo. Toda una vida entre herramientas y máquinas le ha dado para mucho. “Lo que pasa es que antes en España nadie sabía lo que era una patente”. Cuenta cómo, por ejemplo, una vez creó un cabezal hidráulico para una cosechadora que le copiaron en Europa y él no pudo explotar.
“No tengo que demostrar nada. Mi familia tuvo un taller magnífico. Con marcas de primer nivel y maquinarias para la agricultura. Íbamos a las ferias de Italia, Francia… Contábamos con una gran clientela. No sólo en Navarra sino en todo el norte de España”, asegura.
Pese a su edad, Irujo no desiste. Quiere que la biela extensible para la bicicleta triunfe. Comercializarla. En este momento, con el prototipo ya diseñado y probado, afronta el proceso de fabricación industrial. Busca inversores con capital para producir su invento en escala. Para que sea barato y competitivo.
Porque, aunque no lo parezca, la biela extensible no busca competir contra las populares bicis eléctricas. Busca ser un complemento. “Los de las bicis eléctricas estarán locos de contentos con mi aparato. De entrada, porque no tienen que cargar la batería cada 70 kilómetros, sino cada 200 gracias a la potencia de los pedales. Luego intentaré conseguir que estas tengan autonomía propia”.
Con una energía envidiable a los 75 años, se mueve y da vueltas a la cabeza para que triunfe su invento. De hecho, Irujo, quien no tiene hijos, está continuamente insistiendo a sus sobrinos para que le ayuden con su emprendimiento. “Me dicen que lo deje, pero no lo voy a hacer”.