David Placer (ALN).- Llegó a España sin dinero ni trabajo para solicitar asilo político. Terminó en un refugio para personas sin techo. Salió a la calle a buscar trabajo de todo tipo para ahorrar y traer a su familia. En la última semana logró conseguir trabajo fijo y casa, el logro al que aspiran más de 1.000 venezolanos tutelados por el gobierno español y que deben abandonar los refugios en breve
Llegó a Madrid hace año y medio con dinero para pocos días, sin conocidos ni contactos. Y la necesidad y las ganas por traer rápidamente a su esposa y sus tres hijos fueron el motor que lo impulsaron a buscar trabajo de cualquier cosa.
Fotógrafo de profesión, Jack Bocaranda salió a la calle a buscar trabajo o dinero hasta debajo de las piedras. Repartió flyers en los locales del centro de Madrid y pedía a sus amigos que acudieran allí a tomar algo, porque cobraba comisiones en función de la clientela que captase. Entraba en cualquier tienda ofreciendo sus servicios y hacía fotos a los food trucks asentados en las afueras de los estadios de fútbol. Les regalaba una tarjeta y se presentaba como fotógrafo.
En lugar de lamentarse por su situación, el fotógrafo Jack Bocaranda salió del refugio a ofrecer sus servicios, a conocer gente y hacer contactos. Ahora tiene casa y trabajo. Explica que la clave para lograr la inserción en España está en salir del refugio, activarse y no venirse abajo
Cuando caminaba por las calles en busca de oportunidades, se fijó en un pequeño detalle que forma parte del paisaje urbano de Madrid: los parabrisas de los automóviles estacionados en la calle estaban llenos de tarjetas con fotos de mujeres (muchas de ellas asiáticas) ofreciendo masajes y servicios sexuales.
Bocaranda comenzó a recoger las tarjetas y llamó una a una. “Soy fotógrafo y creo que puedo hacerte unas fotos mucho mejores”. Entonces, las llevaba a un almacén de una tienda esotérica donde comenzaba a trabajar a destajo. Allí, entre cajas de velones y santos, movía productos y hacía espacio para improvisar con telas un fondo a modo de estudio fotográfico para captar de la mejor forma y luz posible a las mujeres con poca ropa y poses insinuantes.
De esa forma, descubrió un negocio que había pasado inadvertido. El creciente negocio de masajistas, bailarinas y trabajadoras sexuales también podía ser explotado con fotografías y edición de imagen profesional. El buen trabajo fotográfico es clave en este tipo de negocios. Y Bocaranda obtenía sus primeros ingresos con tarjetas de presentación y fotografías para páginas web y perfiles para redes sociales con estas trabajadoras.
Así comenzó a generar ingresos: en las discotecas del centro de la ciudad y entre las mujeres que ofrecen masajes y sexo y que necesitaban retoques fotográficos.
Pocos meses después de su llegada, el fotógrafo también visitaba las tiendas esotéricas del centro de Madrid. Es otro negocio que conoce en profundidad. Se presentaba en los locales de venta de amuletos, velas y cartas del tarot para ofrecer sus servicios como fotógrafo, publicista y organizador de eventos, tres campos en los que se había desarrollado en Venezuela. Por su condición de babalawo(sacerdote de la santería cubana) tenía posibilidades para abrirse puertas en este tipo de establecimientos.
Mientras buscaba trabajo e ingresos, presentó su solicitud de asilo político y protección internacional en Madrid. Sufrió un intento de secuestro en Venezuela y ese hecho lo utilizó como argumento para justificar la solicitud. Con ese trámite, consiguió una plaza en el refugio para refugiados en Vallecas, un barrio humilde de Madrid que ofrece techo y tres comidas diarias los refugiados sin recursos.
Además de techo y manutención, los refugiados también reciben un pago para la tarjeta de transporte y para gastos de higiene personal. Durante su estadía en el refugio, deben concentrarse en formarse, hacer cursos laborales para poder insertarse corto tiempo en la sociedad española. Pero Bocaranda aprovechó ese tiempo para ahorrar, hacer contactos y trasladar a su familia, con tres niños menores.
“Todos vivíamos en el refugio. Las niñas ya nos preguntaban cuándo iban a tener una casa. Ellas extrañan su casa en Venezuela, que era amplia y donde tenían su espacio. Los niños también sufren la migración”, explica Bocaranda.
El fotógrafo comenzó a hacer trabajos a buen precio a la tienda “La santería milagrosa”, regentada por el empresario Luis Salas, que tiene una red de tiendas y venta de artículos esotéricos. Bocaranda fue subiendo en el escalafón de responsabilidades de la empresa y ahora, ya con contrato fijo, es el responsable de la tienda ubicada a pocos metros de la Puerta del Sol, en pleno centro de Madrid.
A través de la confianza ganada con su jefe también consiguió otros trabajos a destajo y, tras un año de búsqueda y lucha, acaba de conseguir su techo propio.
“Mi jefe me alquiló el apartamento al enterarse que me había quedado en la calle. El gobierno me rechazó la condición de asilado político, pero me aprobó el visado por razones humanitarias. Tenía que abandonar el refugio de un día para otro. Y gracias a él, no nos quedamos en la calle”, explica Bocaranda.
En lugar de lamentarse por su situación, el fotógrafo salió del refugio a ofrecer sus servicios, a conocer gente y hacer contactos. Explica que la clave para lograr la inserción en España está en salir del refugio, activarse y no venirse abajo. Las ganas por alcanzar la superación han sido fundamentales en su éxito.
La semana pasada, en su primer día en la vivienda, quiso complacer a sus hijas pequeñas que se adueñaron de la habitación y la cama matrimonial. Vieron televisión y disfrutaron de una tarde con aire acondicionado en la calurosa Madrid. Jack y su esposa, Sui King Chang, accedieron a quedarse en el sofá cama. Creen que las niñas pequeñas también necesitan su espacio y una cierta ilusión para que puedan superar su añoranza por la vida que dejaron en Venezuela.
Ahora, el matrimonio buscará un trabajo para la mujer de Jack. Ambos están agradecidos por las ayudas que el gobierno español presta a los refugiados políticos de otros países. Sin esa ayuda, tal vez no se hubiesen podido estabilizar tan rápidamente. Así comienza su segunda etapa, la misma que deberán afrontar los venezolanos que abandonen los refugios en las próximas semanas. Todos ellos deberán abandonar la tutela del gobierno para independizarse y comenzar sus nuevas vidas.