Pedro Benítez (ALN).- Hemos llegado al momento crítico de la negociación gracias a la nueva Orden Ejecutiva de la Casa Blanca. Esta pone a la coalición chavista en un dilema: si Maduro sigue en el poder no les quitan las sanciones. Si tienen una cosa no pueden tener la otra. Es el método Trump.
Durante años el chavismo en el poder se acostumbró a imponer su ley en cada intento de dialogo, acuerdo o negociación con los políticos opositores, empresarios, sindicatos de trabajadores, universidades autónomas, gobiernos municipales o cualquiera que dentro de Venezuela tuviera algo que reclamar o defender.
El expresidente Hugo Chávez lo llamo el “método chaz” en ocasión de las primeras expropiaciones de tierras a productores agrícolas allá por el año 2003. No era otra que cosa que imponer sus condiciones gracias a la ventaja que le daba ostentar el poder sin limitaciones.
Porque no se nos olvide eso: Trump y equipo están abiertos a negociar con el chavismo y los jefes militares venezolanos, pero con sus condiciones.
De entonces a esta parte, cada que vez que alguien ha tenido que enfrentar al régimen chavista en Venezuela no le queda más que aceptar sus condiciones porque los tribunales de justicia (y el poder de fuego) los controla el Presidente (antes Chávez, ahora Nicolás Maduro) y el partido del oficialista.
Esa fue (para resumir) la historia de los “diálogos/negociaciones” con los dirigentes de los partidos opositores. De principio a fin el chavismo nunca cede en nada. Sólo utiliza el proceso para debilitar y dividir a sus contrarios. Punto. Esa es la constante.
Pero ahora con la administración de Donald Trump, Maduro y el chavismo se tienen que tragar una cucharada de su propia medicina.
En el penúltimo intento de negociación llevado a cabo en República Dominicana el principal representante de Maduro (el mismo de hoy en Barbados), su ministro Jorge Rodríguez, se presentó con una solo exigencia: Que se levantaran las sanciones personales impuestas por el gobierno de Estados Unidos a los funcionarios del régimen chavista señalados de violaciones a los Derechos Humanos, casos de corrupción o narcotráfico.
La delegación de Maduro no solicitó que la Asamblea Nacional aprobara nuevos créditos al Poder Ejecutivo, ni medidas o acuerdos políticos orientados a mejorar las condiciones económicas de Venezuela que por entonces ya iban en picada. Nada de eso. Para sorpresa de los representantes opositores, los diputados Julio Borges, Luis Florido y Timoteo Zambrano, lo que los oficialistas pedían una y otra vez es que le levantaran las sanciones personales a cambio de mejorar las condiciones de participación electoral.
La verdad es que eso era algo que no dependía (ni depende) de la oposición venezolana, sino de quien despacha en la Casa Blanca. Lo más que podían aspirar es que los opositores que los acompañaran en la exigencia. Como no consiguieron la respuesta de Jorge Rodríguez fue la de amenazar directamente a Julio Borges. Así culminó aquel dialogo.
Al final Maduro hizo “sus elecciones” en mayo de 2018 para reelegirse en el cargo y le vinieron más sanciones y aislamiento internacional.
Un año después Jorge Rodríguez vuelve a la mesa de negociaciones promovida por el gobierno de Noruega con la misma exigencia: que se le levanten las sanciones por parte de los Estados Unidos, que ahora implican a más funcionarios y son más amplias.
No es que las restricciones financieras y operativas a la industria petrolera venezolana no les importe a Maduro y a su grupo. Pero les importa más hoy (como hace año y medio) las de tipo personal que les restringe a los funcionarios del régimen, familiares, socios y testaferros moverse y mover sus dineros mal habidos por el mundo.
Es una jugada arriesgada, como fue la de Maduro el año pasado y aquí lo tenemos, dudando en si volver o no a Barbados. Si van sus representantes lo harán en condiciones de debilidad (por primera vez), y si no van las sanciones europeas son casi inevitables y eso va a tener consecuencias en la estructura que lo sostiene.
Tanto así, que hace dos semanas Jorge Rodríguez colocó como condición sine qua non para proseguir con el dialogo en Barbados que se levantaran las sanciones. Los representantes de la Unión Europea amenazaron con seguir el ejemplo de Washington y aplicar las suyas. Rodríguez y los demás representantes de Maduro siguieron en la mesa.
Por su parte, la administración Trump ha decidido meterle más presión al asunto anunciando por medio de la nueva Orden Ejecutiva que no solo no tiene ninguna intención de levantarlas, sino que además va a aplicar más. De paso, sus voceros, de John Bolton a Elliott Abrams (sin que haya contracción entre ninguno), dejan claro que mientras Maduro siga en el poder no las van a quitar.
Previamente (y no por coincidencia) el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos incluye en la lista de los más buscados a Tareck el Aissami, exvicepresidente y cercano aliado de Nicolás Maduro.
Es el método Trump de negociación. Tengo el poder y tú vas a tener que aceptar mis condiciones.
Porque no se nos olvide eso: Trump y equipo están abiertos a negociar con el chavismo y los jefes militares venezolanos, pero con sus condiciones.
Es una jugada arriesgada, como fue la de Maduro el año pasado y aquí lo tenemos, dudando en si volver o no a Barbados. Si van sus representantes lo harán en condiciones de debilidad (por primera vez), y si no van las sanciones europeas son casi inevitables y eso va a tener consecuencias en la estructura que lo sostiene.
Porque luego del informe la expresidenta Michelle Bachelet, Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, a Europa no le va a quedar otra opción que aplicar sanciones personales que son las que más le duelen a la nomenclatura chavista. ¿La razón? Los al menos 200 mil millones dólares (el dato lo acaba de recordar Elliott Abrams (que es más menos la misma cifra aportados por tres exministros de Chávez) que la elite chavista saqueó y necesita poner a buen resguardo.
De modo que hemos llegado al momento crítico del proceso de negociación auspiciado por los noruegos. El campo democrático liderado por Juan Guaidó en Venezuela tiene mucho que perder, pero por vez primera el grupo de Maduro también.
Al régimen chavista no lo une la ideología. Lo une el dinero. A eso apuntan desde la Casa Blanca donde deben recordar aquella frase de Maquiavelo según la cual “el hombre olvida antes la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”.
Ese es dilema del chavismo gobernante, Maduro o las sanciones.