Pedro Benítez (ALN).- Faltan semanas para el traspaso de poder ejecutivo en Estados Unidos, pero Donald Trump ya actúa como presidente en funciones. El pasado lunes, por medio de la plataforma Truth Social, amenazó con imponer un arancel del 25% sobre todos los productos que ingresen al país desde Canadá y México, y uno adicional del 10% a los que tengan su origen en China, como una de sus primeras órdenes ejecutivas que firmará apenas ingrese al Despacho Oval. En ese mismo post agregó: “miles de personas están cruzando por México y Canadá, trayendo crimen y drogas a niveles nunca antes vistos”.
Por cierto, previendo esto, un grupo de gobiernos provinciales y federales de Canadá, encabezados por Doug Ford, primer ministro de Ontario, sugirieron un acuerdo comercial bilateral directo con Estados Unidos, dejando a México por fuera, en un intento de congraciarse con el controversial personaje. Los canadienses alegan que los industriales mexicanos introducen partes chinas baratas y luego las re-exportan a sus socios de Norteamérica.
Sin embargo, Trump ha sido implacable y no los perdonó. O todos se tragan el jarabe de sus deseos o ya verán lo que les espera.
Claudia Sheinbaum ha reaccionado con calma
Por su parte, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ha reaccionado con calma. En una de sus ruedas de prensa divulgó la carta que envió a Trump en respuesta y recordó todo lo que la economía estadounidense perdería si emprende una guerra comercial contra su país, empezando por 400 mil empleos directos en los propios Estados Unidos. El 15% de todas las importaciones de este provienen de México, un porcentaje superior a China.
Hay que decir que Sheinbaum cuenta con varios poderosos aliados al otro lado de su frontera norte, como la Cámara de Comercio de Estados Unidos y a las principales cadenas fabricantes de automóviles como Ford (que tienen varias sus más importantes operaciones en México). E incluso, podemos agregar, a un puñado de influyentes senadores republicanos provenientes de estados agrícolas que tienen a ese país como el principal destino de sus exportaciones. Por ejemplo, en 2017, cuando Trump llegó con esta misma tendencia proteccionista, el gobierno del ex presidente Enrique Peña Nieto amenazó, como retaliación a las tarifas contra el acero y aluminio, con imponer aranceles, entre otros productos, al whiskey de Kentucky, estado que representaba Mitch McConnell, líder republicano en el Senado.
En 2023 México exportó hacia Estados Unidos 490 mil millones de dólares, de ellos 139 mil millones correspondió solo al sector automovilístico, por encima de China, Alemania y Japón. El 15% de todas las importaciones de estadounidenses. El truco es que de cada dólar que México exporta, un porcentaje muy alto tienen componentes que provienen de su vecino del norte. De modo que como las dos economías están muy interconectadas una guerra de aranceles entre estos socios y vecinos sería muy destructiva.
Esa área de libre comercio que conforman representa el 30% del PIB mundial. La apuesta de Sheinbaum es que, ante esa realidad, Trump retroceda como hizo en su primer mandato.
Es más, en esa rueda de prensa explícitamente afirmó que para enfrentar el reto que implica China, Estados Unidos necesita a México. De modo que aquí tenemos a una presidenta proveniente de la izquierda abogando por el libre comercio, ante un presidente de derecha inclinado al proteccionismo.
El mundo al revés.
Al respecto entre los analistas mexicanos hay dos opiniones; unos dicen que esta historia ya la vieron en 2017 y salieron bien librados. Es la postura del secretario de Economía, Marcelo Ebrard. Por lo tanto, no hay que alarmarse. Trump ladra, pero no muerde. Total, nunca construyó el famoso muro.
En cambio, otros son más pesimistas. Ven a un Trump recargado, versión 2.0. Más experimentado y con más poder. Desde este punto de vista hay que tomarse en serio sus amenazas. De hecho, las mismas ya están teniendo efectos en la cotización del peso mexicano y las perspectivas de crecimiento para 2025.
¿Cuál de las dos posturas acertará?
Para tener una idea debemos regresar casi ocho años atrás y recordar la teoría de uno los hombres que mejor conocía a Trump en ese momento. En medio del clima de casi pánico que dominaba el ambiente, el también controversial Carlos Slim, el empresario más rico de México, llamó a sus compatriotas a la calma y aseguró que: “Trump no es terminator, es negociator”. Es decir, él siempre, al final del día va a negociar. Eso sí, luego de acorralarte. Su táctica consiste en ponerse en ventaja siempre que pueda.
Una de las consecuencias para México de la llegada de la tormenta Trump en enero de 2017, fue la elección dieciocho meses después de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como presidente. Para sorpresa de propios y extraños el viejo izquierdista tuvo buena química con el magnate inmobiliario y ex estrella de la televisión. A lo largo de sus seis años de gobierno uno de los consejeros más cercanos a AMLO fue, precisamente, el astuto Slim.
Lo que los dos hombres descubrieron es que la racionalidad de Trump no es económica. Su principal motivación consiste en exhibir su poder.
En ese sentido, ¿qué busca amenazando a sus vecinos y socios comerciales? Pues, al parecer, está mandando varios mensajes a la vez con destinatarios distintos. A sus propios electores, pero también a China, su principal adversario, y a la Unión Europea. Trump y su coalición claman “por comercio justo”. En su retórica de campaña aseguró que chinos y europeos llevan demasiados años “aprovechándose de Estados Unidos”.
Pero también quiere que México colabore en materia de seguridad y alinearlo en su confrontación económica con China. Desea que el gobierno mexicano detenga el flujo de drogas, de inmigrantes y de mercancías chinas. El primero luce como el reto más cuesta arriba para Claudia Sheinbaum, puesto que su país se encuentra inmerso, en estos momentos, en una grave crisis de seguridad con varios estados bajo el control de facto de los carteles del narco. Esta es la herencia más pesada que recibió de su mentor político y antecesor en el cargo. Ya otros líderes republicanos lo han advertido, si México no pone bajo control a los carteles, lo haremos nosotros.
Ojo, Trump tiene prisa. Pretende hacer muchas cosas en poco tiempo, le quedan cuatro años de administración y tiene 78 de edad. Estamos por ver si la terca realidad se lo permite. Por lo pronto, ya comenzó a ajustar las tuercas en lo que tiene más a la mano. Pase lo que pase en los próximos meses conviene no olvidar la máxima de Carlos Slim. Después de todo, el diablo sabe más por viejo que por diablo.