Beatriz de Majo C. (ALN).- El Nicolás Maduro descoyuntado que vimos pocos minutos más tarde de la exposición de Donald Trump era un gobernante con el norte perdido, incapaz de aportar una nueva idea a la resolución de los graves problemas que enfrenta su gestión. Era la de un mentiroso incapaz de mirar la realidad de frente. Era la de un ser atrapado dentro de la perversidad de sus alianzas. En dos platos, la de un boxeador en situación de nocaut técnico. Ya no da más.
Define Wikipedia como un nocaut técnico la situación en la que el “árbitro decide que un luchador no puede continuar en el combate, pues se encuentra en condiciones inferiores a las de su oponente, aunque no haya caído a la lona”.
Esta fue la dramática situación que Venezuela presenció ayer después de que Donald Trump, en un evento en la ciudad de Doral, en Florida, pusiera de relieve, sin ambages, el apoyo otorgado por su gobierno a la oposición venezolana en el manejo de la crisis política que el país atraviesa. Sin que le temblara la voz ni un instante el Presidente de la más poderosa nación del planeta tomó la palabra después de que su esposa -asunto en extremo inusual- también se dirigiera a la audiencia en el evento para hacerse inequívocamente solidaria de la oposición de Venezuela.
Esta fue la dramática situación que Venezuela presenció ayer después de que Donald Trump, en un evento en la ciudad de Doral, en Florida, pusiera de relieve, sin ambages, el apoyo otorgado por su gobierno a la oposición venezolana en el manejo de la crisis política que el país atraviesa
De seguidas al posicionamiento contundente, definitivo e inequívoco con el que Donald Trump definió la situación coyuntural venezolana y dejó constancia clara y reiterada de hasta dónde está dispuesta a llegar su Administración en la defensa de la legitimidad de Juan Guaidó, Venezuela tuvo la ocasión de ver a un Nicolás Maduro en la pantalla chica, con el norte perdido, balbuceando temas inconexos, sin dar pie con bola, lo que hace pensar en el duro impacto que debe haberle causado la advertencia final del Presidente de los Estados Unidos a su gobierno y a los militares y funcionarios que le acompañan en esta etapa de su mandato.
Hay quienes aseguran que la fiereza de la declaración de Donad Trump envuelve una posición política en la que el norte claro es la solidaridad que aspira a conseguir del cuasi hispano estado de la Florida con vista a su propia reelección.
Otros consideran que la posición firme del mandatario, que no deja espacio a un solo dislate más de parte del chavismo-madurismo, persigue más de un objetivo. Con una misma piedra estaría matando varios pájaros de un tiro: pone los puntos sobre las íes a la díscola y criminal “revolución bolivariano-chavista” de Nicolás Maduro, le canta clara su posición frontal a la Nicaragua de Daniel Ortega, asume una contundente posición en torno a la Cuba castrista y se posiciona firme frente al terrorismo y el narcotráfico aún imperantes en Colombia. Pero lo más que claro es que resolver el drama venezolano es fundamental para poner orden en buena parte de los dramas de la región.
Y puede ser que, además de su espíritu libertario, de la vocación democrática manifestada en torno a Venezuela y de su rechazo a las tropelías del gobierno de turno, Trump vaya inspirado igualmente en su necesidad de conseguir el apego de un estado -Florida- en extremo importante para su permanencia en la Casa Blanca. ¿Por qué no?
Nada de ello es ilegítimo ni invalida un ápice su actuación. Ello lo fortalece en el ejercicio de una posición clara, lo sitúa como un defensor de las libertades, le da soporte al ejercicio de una filosofía política correcta y lo revela como un hombre dispuesto a llegar lejos en el ejercicio de la incuestionable primacía que se ha ganado la gran nación norteamericana.
Sin que le temblara la voz ni un instante el Presidente de la más poderosa nación del planeta tomó la palabra después de que su esposa también se dirigiera a la audiencia en el evento para hacerse inequívocamente solidaria con la oposición de Venezuela
Todo lo anterior es signo de una inequívoca disposición a actuar drásticamente si la ayuda humanitaria es bloqueada por parte del gobierno del dictador Maduro, de los militares que pululan en su entorno, o de la camarilla de cubanos que lo acompañan en esta extraña aventura que intentarán el fin de semana en la frontera venezolano-colombiana. El ultimátum ha sido de nuevo verbalizado.
El Nicolás Maduro descoyuntado que vimos pocos minutos más tarde de la exposición de Donald Trump era un gobernante con el norte perdido, incapaz de aportar una nueva idea a la resolución de los graves problemas que enfrenta su gestión. Era la de un mentiroso incapaz de mirar la realidad de frente. Era la de un ser atrapado dentro de la perversidad de sus alianzas. En dos platos, la de un boxeador en situación de nocaut técnico. Ya no da más.