Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Donald Trump arrancó con su campaña a la reelección esta semana. Escogió la ciudad de Orlando en el estado de Florida para hacerlo. Este hecho creó distintas expectativas en diferentes audiencias, pero analicemos las implicaciones y con crudeza sus prioridades como candidato y presidente a partir del discurso en ese evento.
Hay dos datos importantes que anotar como punto de partida. Donald Trump se encuentra en todas las encuestas perdiendo en los escenarios polarizados con los cuatro candidatos con mayor apoyo entre los aspirantes a la nominación demócrata; por ejemplo Joe Biden (el mejor ubicado) contaría con una ventaja de dos dígitos sobre Trump tanto en el voto popular como en los estados clave en el mapa de los colegios electorales, particularmente aquellos como Pennsylvania, Ohio, Michigan y Wisconsin, que le dieron la victoria por estrechos márgenes a Trump en el 2016, sumados estos a Florida, donde según la prestigiosa encuesta de la Universidad de Quinnipiac, Biden ganaría con ventaja de 9 puntos porcentuales contra Trump. Como segundo dato, es preciso entender que Trump sólo puede retener la Presidencia combinando un triunfo en Florida con algún grupo de estados que le acumulen los 270 votos electorales necesarios, mientras que los demócratas podrían llegar a la Casa Blanca sin ganar en la Florida. En consecuencia, un triunfo demócrata en dicho estado sería el final de la aventura presidencial de Trump.
En medio de este enfriamiento del tema Venezuela como elemento discursivo para la Florida, Trump se montó en la tarima del Amway Center de Orlando y no habló sobre ninguno de estos asuntos. Ni siquiera intentó un discurso o propuesta, con propósito de enmienda o rostro humanitario, que lo acercase a la numerosa población puertorriqueña que vive en esa zona y el corredor central de la Florida.
Visto lo anterior no cabe duda de por qué Trump escogió Florida para anunciar su campaña a la reelección. Es estratégico y esencial para él. Por lo mismo que el Partido Demócrata convocó en Miami los primeros dos debates entre los aspirantes a la candidatura en sus elecciones primarias la semana entrante. Cuando Trump escogió Orlando, Florida, hubo expectación. Muchos analistas del espacio periodístico latino o hispano, o en Latinoamérica, llegaron a pensar que temas como Cuba, Venezuela y Nicaragua estarían entre las líneas privilegiadas por su discurso. Incluso días antes Trump hizo algo de dibujo libre frente al constante planteamiento de los legisladores demócratas de otorgar protección migratoria temporal a los venezolanos que se han refugiado con sus familias y allegados principalmente en Miami, diciendo que “lo estaba evaluando”. Pero la cuerda no fue muy larga. Esta semana el vicepresidente Mike Pence se encargó de declarar, horas antes del acto en Orlando, que el enfoque de la Administración Trump era apoyar el retorno de Venezuela a la democracia, y no el otorgamiento de protección migratoria para facilitar la estadía o migración de los venezolanos a los EEUU. Y en estas semanas los propios funcionarios a cargo del caso Venezuela han girado progresivamente hacia posturas que dejan atrás el capítulo de escalar la presión, incluyendo la retórica extremista del uso de la fuerza o la intervención militar.
En medio de este enfriamiento del tema Venezuela como elemento discursivo para la Florida, Trump se montó en la tarima del Amway Center de Orlando y no habló sobre ninguno de estos asuntos. Ni siquiera intentó un discurso o propuesta, con propósito de enmienda o rostro humanitario, que lo acercase a la numerosa población puertorriqueña que vive en esa zona y el corredor central de la Florida, pues tampoco habló de Puerto Rico, su reconstrucción o el futuro de la Isla del Encanto. Su discurso se centró en remitirse a los temas de campaña del 2016, prometiendo “masivas deportaciones”, y atribuyendo el actual bienestar económico y otros éxitos a sus políticas nacionalistas y batallas arancelarias o guerras comerciales con Me?xico y China. Además de eso, horas de victimización por lo que define como una “cacería de brujas” contra su persona para descalificar los contundentes hallazgos del fiscal Bob Mueller; y un ataque mordaz contra la libre prensa.
Un nacionalismo peligroso
En pocas palabras, ninguno de los temas y prioridades de la diversa comunidad latina en EEUU emerge en la retórica electoral de Trump, que reincide en la manipulación xenófoba del 2016, como punta de lanza. Y con respecto a la economía, el FED o la Reserva Federal de EEUU se encargó al día siguiente de responder (sin querer hacer política) a las pretensiones de Trump, anunciando mantener una política de tasas de interés bajas ante la ralentización de la economía, que venía con un empuje de 6 años consecutivos de crecimiento durante la Administración de Barack Obama, continuado estos últimos dos años de Trump; y acelerado ligera, puntual y coyunturalmente por la rebaja de impuestos del 2017, que según los expertos más calificados, ya tuvo todo el impacto que podía esperarse en los mercados, para ceder ante la vulnerabilidad o incertidumbre que representa la “guerra comercial con China” o el déficit fiscal que Obama había dejado bajo control en 2,8% del PIB y ahora se encuentra en crecimiento para ubicarse en el 4,5% del PIB, luego de un incremento trillonario de riqueza en las corporaciones y personas más afluentes del país a través del recorte o rebaja de impuestos federales.
Trump se olvida de Venezuela en el relanzamiento de su campaña
En Orlando Trump definió sus prioridades y su estrategia: un nacionalismo peligroso, basado en un modelo económico excluyente y de difícil sustentabilidad, en una sociedad que da la espalda a los inmigrantes (quienes han sido parte fundamental del éxito estadounidense a lo largo de los años), acompañando la retórica xenófoba que introduce tensiones raciales y sociales muy delicadas para el futuro de este gran país. El Orlando Sentinel lo recibió, y resumió el problema con un editorial donde dijo: este diario tiene clara su posición frente a las elecciones presidenciales, apoyamos a cualquiera que no sea Trump.