Leticia Núñez (ALN).- Dice la Corporación de Estudios para el Desarrollo de Ecuador que el éxodo venezolano está generando algunas reacciones de rechazo. También que cada vez se escucha con más frecuencia a los ecuatorianos que buscan trabajo referirse a los venezolanos como “una amenaza”. Pero, ¿se puede considerar a estos migrantes como tal? El think tank lo tiene claro: “El deterioro del mercado laboral en Ecuador empezó mucho antes del masivo ingreso de venezolanos”. Las respuestas al drama que vive Venezuela están siendo muy distintas: Panamá les exige el visado, Colombia y Brasil han militarizado la frontera pero les ofrecen ciertas facilidades, mientras Argentina y Chile simplifican los trámites.
El éxodo venezolano tiene en aprietos a gran parte de América Latina. Los venezolanos huyen del hambre, de la falta de esperanza y la inseguridad personal provocados por el régimen de Nicolás Maduro. En definitiva, escapan de una nación destruida. Pero al tiempo que tratan de reinventarse fuera de sus fronteras, en los países receptores surgen reacciones distintas. En algunos casos, son vistos como “una amenaza”.
Es lo que sucede en Ecuador. Un análisis de la Corporación de Estudios para el Desarrollo de Ecuador (Cordes) señala que “un comentario que se escucha cada vez con mayor frecuencia se refiere a la amenaza o la competencia desleal que los venezolanos representan para los ecuatorianos que están buscando un trabajo”. El comentario sugiere que las dificultades que sufren muchos ecuatorianos para conseguir un empleo adecuado se deben en parte a la presencia en el país de miles de venezolanos y a que éstos estarían dispuestos a hacer el mismo trabajo por un ingreso menor.
Pero, ¿hasta qué punto este tipo de comentarios se ajustan a la realidad? Cordes aporta una serie de datos para desmentir la falsa impresión que empieza a surgir entre los ecuatorianos. Según el registro de entradas y salidas internacionales que publica el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2013, último año en el que la economía de Venezuela registró una tasa de crecimiento positiva (1,3% según el FMI), 101.643 venezolanos ingresaron a Ecuador y 101.142 registraron luego su salida. Es decir, ese año, según las estadísticas de migración, 501 venezolanos se establecieron en Ecuador.
“Si cerráramos las puertas a los venezolanos, eso nos pintaría como un pueblo indolente”
En 2014, cuando la caída del precio del petróleo hizo que la crisis que se había ido gestando “a lo largo de los años del chavismo por su dispendiosa política fiscal, su permanente acoso al sector privado y su manejo discrecional y corrupto del acceso a divisas”, según Cordes, el PIB se contrajo casi 4%. Ahí aumentó el número de migrantes venezolanos en Ecuador a 3.112.
En 2015 la cifra creció hasta 9.650 venezolanos y en 2016, a medida que la crisis de Venezuela se profundizó, fueron 23.611, siempre según los datos del INEC. En 2017, de acuerdo con el Ministerio ecuatoriano del Interior, se registraron 61.139 venezolanos.
Vistas las cifras de migración, toca analizar el mercado laboral de Ecuador. Según Cordes, las dificultades para encontrar un trabajo “empezaron mucho antes de que se registrara el masivo ingreso de venezolanos en Ecuador”. Se basa en la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo que elabora el INEC. En 2015 la población económicamente activa (PEA), que engloba a quienes trabajan y a quienes están buscando un trabajo, aumentó en más de 300.000 personas.
En este sentido, la institución recuerda que ese año apenas había 9.650 venezolanos en Ecuador y que no todos pasaron a formar parte del mercado laboral; por ejemplo, los niños. Además, Cordes señala que el significativo aumento de la PEA no estuvo acompañado por un crecimiento similar en la demanda de empleados por parte de las empresas, sino que ese año se registró una caída en el número de empleados adecuados, es decir, quienes ganan al menos el salario mínimo y trabajan la jornada legal de 40 horas o trabajan menos horas, pero no quieren trabajar más.
En 2016, ocurrió lo mismo. “Creció fuertemente la PEA, a lo que la llegada de venezolanos contribuyó de manera reducida, y nuevamente se destruyeron puestos de empleo”. Una circunstancia que lleva a Cordes a plantear la siguiente pregunta: “¿Es entonces el ingreso masivo de venezolanos al Ecuador, donde tienen acceso a una moneda estable y donde la complicada situación económica no es equiparable a la crisis de su país, lo que está frustrando los deseos de cientos de miles de ecuatorianos de encontrar un empleo adecuado? ¿O es más bien el manejo económico que se aplicó en el anterior gobierno, y continúa vigente en el actual, el que no genera los incentivos para que el sector privado invierta y cree nuevas plazas de trabajo?”.
El think tank defiende que si estos miles de venezolanos no se hubieran establecido en Ecuador, los indicadores del mercado laboral tampoco serían mejores. Sin ir más lejos, califica los datos de diciembre “como igualmente pobres”.
Por ello, advierte que quienes “se sienten comprensiblemente frustrados por no encontrar un trabajo, no deberían buscar en los inmigrantes venezolanos a los culpables de su situación, sino recordar a quienes, mediante una política económica errada y decisiones con un claro afán electoral, restaron incentivos al sector privado para que invierta y demande los servicios de más trabajadores, incluyendo los venezolanos”.
Sin embargo, lo más importante para Cordes es otro aspecto. Dice que si Ecuador, que tiene a cientos de compatriotas viviendo en otros países (incluyendo Venezuela), cerrara las puertas a los venezolanos, “nos veríamos privados del enriquecimiento de ideas y costumbres que traen las migraciones consigo y, sobre todo, eso nos pintaría como un pueblo indolente, incapaz de solidarizarse con un país hermano que en épocas mejores fue el destino escogido por muchos ecuatorianos”.
Las medidas de Panamá, Colombia, Brasil, Argentina y Chile
Hasta ahora, la respuesta de los principales países receptores del éxodo venezolano está siendo muy distinta. El primero en tomar medidas fue Panamá. Desde el pasado octubre, los venezolanos necesitan un visado para acceder al país centroamericano. “Dada la ruptura del orden democrático venezolano, una situación que pone en peligro nuestro país y nuestra economía, he tomado la decisión de exigir visados a los ciudadanos venezolanos que quieran viajar a Panamá”, dijo entonces el presidente panameño, Juan Carlos Varela.
Después, en una entrevista con ALnavío, el ministro panameño de Turismo, Gustavo Him, explicó por qué tomaron esa medida: “Obviamente a lo que estábamos abiertos era al turismo, no a oportunidades de trabajo” (Leer más: Panamá admite que estaba abierta a los venezolanos como turistas pero no como trabajadores). Según cifras aportadas por Varela, alrededor de 60.000 venezolanos llegaron a Panamá en los últimos seis años.
El gobierno de Mauricio Macri flexibilizó las normas para la radicación de ciudadanos de Venezuela
En el caso de Colombia, según un informe de diciembre de Migración Colombia, hay unos 550.000 venezolanos y el flujo migratorio de personas de Venezuela se incrementó 110% en 2017. Mientras, en Brasil, en ciudades como Boa Vista, con una población cercana a los 320.000 habitantes, las autoridades calculan que en los últimos meses han recibido a unos 40.000 venezolanos que viven hacinados en pequeños albergues o en las calles de esta ciudad, según publica el diario venezolano El Nacional.
En febrero, ambos países militarizaron la frontera con Venezuela y aumentaron los controles. El gobierno de Juan Manuel Santos desplegó 3.000 efectivos en las ciudades fronterizas y el de Michel Temer optó por “duplicar los pelotones” para regular el tráfico de migrantes.
Una decisión, la de militarizar la frontera, con la que ambos países envían un mensaje “preocupante”, según Adrián Jaén España, profesor de Sociología de la Universidad de Costa Rica. Dan a entender que “quienes vienen del otro lado a tocar nuestra puerta son una amenaza”. Amenaza. Lo mismo que empiezan a percibir algunos ecuatorianos (Ver más: Colombia y Brasil ya ven el éxodo venezolano como “una amenaza”).
No obstante, cabe destacar que Santos ha apelado a la solidaridad con los venezolanos. Como parte de las nuevas medidas, el presidente colombiano explicó que se le va a expedir a los migrantes un comprobante que será “totalmente gratis” y que les va a permitir el acceso a ciertos servicios del Estado. El mandatario también ha pedido evitar la xenofobia y las “actitudes hostiles contra los venezolanos”.
Por otra parte, tanto Argentina como Chile están facilitando la llegada de venezolanos. El pasado 22 de febrero el gobierno de Mauricio Macri flexibilizó las normas para la radicación de ciudadanos de Venezuela. En una entrevista con ALnavío, el embajador argentino en España, Ramón Puerta, señaló que en dos años “las residencias legales aumentaron 1.600%” y que en la actualidad hay unos 100.000 venezolanos en tierras argentinas. Cifra similar a la que registra Chile, tal como señaló su canciller, Heraldo Muñoz, en una rueda de prensa. No habló de intensificar controles.
La actitud de Argentina y Chile va en línea con la disposición mostrada por la propia Venezuela cuando fue el gran receptor de migrantes. Los argentinos y chilenos que huyeron de sus países a finales del siglo XX lo hicieron fundamentalmente por razones políticas. Eran ciudadanos altamente cualificados, como en muchos casos sucede actualmente con los venezolanos. ¿Marca la experiencia de cada país la respuesta?