Elizabeth Fuentes (ALN).- En Argentina, España y hasta en Napa Valley se pueden cosechar vides a la medida del bolsillo de cada quien y poner su nombre en la etiqueta de cada botella. Lo que ofrecen algunos viñedos es nada menos que cambiar de vida. Trabajar en ropa cómoda, plantar, cosechar, ensuciarse las manos, aprender un nuevo oficio y al final del proceso, brindar con el vino que vieron crecer en su propiedad como si fuese un hijo. Los amantes del vino tienen ahora otro rico asunto del que ocuparse.
La idea, que literalmente ya ha producido sus frutos, nació ante la acelerada y reñida competencia en el mercado que dejó a algunas empresas arrojando más pérdidas que ganancias. Entonces algunos pensaron en cómo sacarle otro tipo de provecho a la vinicultura y, acompañados de su veterano conocimiento en el oficio, se propusieron tentar a aquellos interesados en fabricar sus propios vinos, etiquetarlos con su nombre y, como en algunos casos, lanzarse al temible mundo de las catas a ciegas.
Y si bien en Chile, Napa Valley y España se ofrece el viñedo y la residencia a precios exorbitantes -pueden superar el millón de dólares-, el negocio más articulado lo pensaron el argentino Pablo Giménez Riili y el estadounidense Michael Evans, el primero experto vinicultor y el segundo un asesor de campañas electorales, quien abandonó Washington para optar por el riesgo de montar su propio negocio en Argentina, sin más capital que dos millones de dólares prestados. Pero en solo siete años, The Vines of Mendoza, ubicada en una de las regiones vitivinícolas más importantes del país, ya está en capacidad de ofrecer el gozo completo: desde adquirir la parcela, sembrar la vid o asistir a la cosecha, hasta hospedarse en The Vines Resort Spa, un exclusivo hotel boutique que alberga a los propietarios en cabañas con vista al valle, gimnasio, gastronomía de primera y, obviamente, los mejores vinos. El trato incluye la asesoría profesional necesaria y la posibilidad de recuperar los gastos de cultivo y de producción mediante la venta de parte de las uvas cosechadas.
–¿Cuánto cuesta ser dueño de un viñedo privado?
-Para adquirir un viñedo de tres a cinco acres (1,2 a 2 hectáreas), plantado de acuerdo a sus requerimientos, la inversión será de 85 mil dólares por acre (0,40 hectáreas). Pero si desea construir una casa en el viñedo y establecerse en este “winecountry” o desarrollo inmobiliario temático asociado al vino, hay disponibles viñedos de seis acres (2,4 hectáreas) por 80.000 o 95.000 dólares. Este precio incluye título de propiedad, plantación, cultivo y costos de mantenimiento de las dos primeras temporadas de cultivo -nos explica un vocero de la empresa.
The Vines Resort Spa es un exclusivo hotel boutique que alberga a los propietarios en cabañas con vista al valle, gimnasio, gastronomía de primera y, obviamente, los mejores vinos
Fundada en 2004, el vocero asegura que The Vines Private Vineyard “es la combinación de lo mejor de América del Norte y Argentina: la pasión local y los vínculos sociales que facilitan que se hagan las cosas, por un lado, y el rigor y la excelencia de las prácticas comerciales norteamericanas que harán que usted se despreocupe, por el otro. El valor de los viñedos mendocinos, de excelente calidad, continúa en ascenso. Ser propietario de un viñedo privado es una de las experiencias más gratificantes en lo personal que podría vivir, y durante la cual contará con nuestro apoyo en todo momento”.
-¿Cuál es el costo del mantenimiento del cultivo?
-Los costos de cultivo anuales son de 10.000 dólares por hectárea. Una vez que la vid está madura (cinco años después de la plantación), deberían tener un rendimiento de entre 10.000 y 11.250 kilos de uvas de alta gama por hectárea; o de entre 5.000 y 6.250 kilos de fruta de muy alta gama por hectárea. Esto, a su vez, producirá entre 1.500 y 4.000 botellas de vino. Tenga en cuenta que para los vinos de mayor calidad se utilizan menos uvas, pero más robustas. Todos los gastos de cultivo mencionados se calculan sobre la base del costo más 25%.
Pero aclara que la mayoría de los propietarios recupera los gastos de cultivo y producción mediante la venta de parte o todas sus uvas. “Por ejemplo, si un propietario vende 2.800 kilos de fruta a 1,50 dólar el kilo, esto le permite recuperar el 40% de los gastos de cultivo anuales para una hectárea. Algunos propietarios posponen la producción de vino para aprovechar las ganancias obtenidas por la venta de las uvas”.
El trato incluye la asesoría profesional necesaria y la posibilidad de recuperar los gastos de cultivo y de producción mediante la venta de parte de las uvas cosechadas.
Obviamente, si la capacidad económica y las ganas del comprador le llevan a considerar poseer su propio vino, embotellarlo y etiquetarlo a su gusto y ponerle el nombre que prefiera, la cifra aumenta: “La producción de un vino de muy alta gama (entre 70 y 100 dólares para venta minorista) cuesta entre 11 y 14 dólares la botella. Un vino de alta gama (20 dólares para venta minorista) cuesta unos 6 dólares la botella. Estos costos incluyen la producción, las barricas o tanques, las botellas, cápsulas, etiquetas y todos los demás gastos de elaboración. Una vez que el vino se haya añejado y esté listo para beber, nosotros nos encargaremos de todos los trámites oficiales necesarios para hacérselo llegar: exportación/importación, aduanas, envíos y aprobación de etiquetas. Por lo general, enviar vino de Mendoza a Estados Unidos, por ejemplo, cuesta entre 3 y 5 dólares la botella. Además, podemos crear una tienda virtual para ayudarlo a vender su vino o a garantizar su distribución”.
Ya con 150 propietarios de medio mundo -provenientes de Australia, Europa, Estados Unidos, Brasil, Toronto y Argentina-, y más de 300 vinos producidos en un año por los nuevos dueños, los propietarios de The Vines of Mendoza publican orgullosos en su portal que uno de sus productos, “Recuerdo”, en sus versiones Malbec, Torrontés y una mezcla de varietales Bordeaux, fue premiado el año pasado con 94 puntos por los expertos de Wine Spectator y Wine Advocated, algo que probablemente celebraron hasta la última botella.