Daniel Gómez (ALN).- ¿Se imaginan un reloj que avise al árbitro de los goles? ¿Y seguir un partido con lentes de realidad virtual? ¿Y un balón inteligente? ¿Y un sistema de identidad digital? No se lo imaginen porque todos estos avances ya son una realidad. Basta con prender el televisor y sintonizar los partidos del Mundial.
El Mundial de Rusia marca un antes y un después en la historia del fútbol. Los balones cuentan con un chip integrado, hay estadios que regulan la temperatura por cuenta propia y los árbitros portan un reloj que les permite revisar jugadas en directo. Un carrusel de novedades más propias de Silicon Valley que de un campeonato deportivo. Y qué campeonato. La Copa del Mundo. El evento futbolístico más importante de todos.
Lo que ocurre es que todo es tan sofisticado que pareciera que el fútbol perdió la esencia. Pero no es así. Si esos balones inteligentes decidieran declararse en huelga por el maltrato al que son sometidos (patadas, empujones y hasta escupitajos), les daría igual sustituir las pelotas y ponerse a jugar con latas de Coca-Cola.
Y es que hay cosas que nunca cambian. Por muy tecnológico que sea el Mundial, Lionel Messi sigue llorando por las noches porque no consigue brillar con Argentina. Cristiano Ronaldo arranca la hierba del suelo cuando no marca un gol (y eso que ya lleva cuatro). Y en las tertulias de la noche, los expertos y analistas se tiran de los pelos porque no saben con qué intensidad empujó Raphael Varane a su contrario.
Al final, este es el deporte rey por las pasiones que maneja. Perder un partido en el último minuto es igual de doloroso en la cancha de la escuela que en el Santiago Bernabéu. Así que, hasta que no inventen una nevera que enfríe este caldo de sensaciones, el fútbol seguirá siendo fútbol.
El mejor amigo del árbitro
El colombiano Juan Fernando Quintero se estrenó en el Mundial de Rusia con un gol de falta. Pegó a la bola rasa y ésta pasó debajo de la barrera. El portero la paró; sin embargo, el balón traspasó la línea. Un detalle a primera vista imperceptible pero que el árbitro detectó sin titubear.
No es que tenga una vista de lince, sino que cuenta con un reloj de última generación. El aparato está conectado a los sensores que hay dispersos por el campo, y es capaz de precisar si la pelota entró a la portería. Ver al portero de Japón, Eiji Kawashima, jurando y perjurando que había parado la bola en la línea, mientras el árbitro señalaba a su reloj con cara de circunstancias fue una imagen graciosa. El algodón no engaña y el reloj, tampoco.
También gracias al reloj, los árbitros pueden conectarse con la sala de videoarbitraje deportivo. El famoso VAR. Ese sistema de cámaras que permite a los colegiados revisar una jugada polémica antes de dictar sentencia definitiva. Ante Irán, España se libró de un gol gracias a esta tecnología, y Francia anotó su primer gol en Rusia por un penalti que el colegiado pidió por el reloj.
Estadísticas para todos
Hoy cualquier aficionado puede discutir un planteamiento táctico de un entrenador con argumentos. En el Mundial, los estadios integran sistemas de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) que lo conectan todo. Por eso es posible medir, almacenar, organizar y compartir cualquier acción.
Se está viendo cómo en medio de los partidos, la FIFA desgrana detalles como cuántas veces atacó un equipo por una banda y cuántas por la otra, cómo se organiza un equipo para defender el balón y por qué zonas suelen transitar las estrellas de cada equipo. Datos que estaban reservados para entrenadores meticulosos y que ahora están a disposición de todos los aficionados.
Laboratorios para técnicos
Todos los equipos del Mundial cuentan con tecnología de big data cortesía de la FIFA. Antes de que diera inicio el campeonato, la Federación entregó tabletas con un sistema electrónico de rendimiento a las 32 selecciones participantes.
Esas tabletas ofrecen estadísticas en tiempo real (con medio minuto de retraso) de forma individualizada. Pueden medir el posicionamiento de un jugador en el campo, los pases que han dado y a quién. A través de las tabletas el entrenador también puede repetir una jugada para volver a analizarla.
Estadios inteligentes
Todo lo anterior es posible gracias a la complejidad de los estadios. Auténticas obras de ingeniería llenas de objetos de medición. Nada tienen que envidiar al Wembley Stadium de la selección de Inglaterra o al Wanda Metropolitano del Atlético de Madrid.
El Estadio de San Petersburgo es un caso llamativo. Con capacidad para 68.000 espectadores y situado en una especie de islote sobre el río Neva, tiene en su interior un climatizador que mantiene la temperatura a 15 grados.
El Estadio de Krasnodar, con más de 34.000 asientos, posee una pantalla interior que rodea todo el estadio. Píxeles a 360 grados y en alta calidad que ponen a disposición de todo el campo, jugadores incluidos, la repetición de las jugadas.
El chip del balón
La pelota del Mundial se llama Telstar, un homenaje a la bola usada en la Copa del Mundo de México en 1970. Una poco tiene que ver con la otra. La actual está compuesta por seis paneles angulares y sintéticos sellados en calor. Un balón literalmente horneado para que sea esférico en su totalidad. Impensable en el Telstar antiguo, cosido con hilo y cuero.
Si la estructura del balón ya de por sí es novedosa, en el interior incorpora un chip de comunicación de campo cercano (NFC, por sus siglas en inglés). Gracias a este aparato, el balón puede medir los toques que le dan y cuánta gente lo patea. Su capacidad de análisis, en cambio, es limitada. Adidas, la marca que lo desarrolló, quiere que el chip sólo interactúe con el consumidor.
Detalles a la vista
En el Mundial de Rusia es imposible perderse un detalle. Lo es por la cantidad de datos disponibles, y también, porque los partidos se ofrecen en 4K, 4.000 píxeles de resolución ultraprecisa en los que se avistan hasta las gotas de agua en la hierba. Algunos partidos incluso se trasmiten en HDR (imágenes de alto rango dinámico), lo cual va más allá que el 4K. Por si fuera poco, en Rusia están haciendo experimentos con redes de quinta generación (5G) para que los aficionados puedan disfrutarlo con lentes de realidad virtual.
Identidad digital
Los turistas del Mundial no necesitan documentos para acreditar su identidad. Basta con una credencial que otorga el Gobierno de Rusia (Fan ID). Esta incluye un chip que, a golpe de escáner, permite conocer todos los datos del aficionado. No sólo agiliza los registros y las aduanas, sino que también incluye un sistema de reconocimiento facial que controla la actitud de los aficionados. Cualquiera que infrinja las reglas puede ser sancionado de forma inmediata.