(EFE).- Las subvenciones públicas a los combustibles fósiles casi se duplicaron en 2021 respecto al año anterior, según la AIE y la OCDE, que las consideran ineficaces y piden que se dedique ese dinero a las alternativas que no generan emisiones causantes del cambio climático.
En un estudio que recoge datos de 51 países publicado este lunes, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) cifran en 697.200 millones de dólares las ayudas públicas para esos combustibles fósiles el pasado año, frente a los 362.400 millones de 2020.
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En términos relativos, el mayor incremento de las subvenciones fue para la electricidad generada con combustibles fósiles, con 209.300 millones de dólares en 2021, lo que significa multiplicar por 2,65 las del ejercicio precedente.
En el caso del gas, las ayudas públicas se multiplicaron por 2,48 hasta 166.000 millones.
La progresión fue menos pronunciada para el petróleo, del 54 %, aunque fue el combustible fósil que más dinero absorbió, 302.000 millones de dólares.
Esa evolución está en directa relación con la subida de los precios de la energía que se produjo el pasado año. Como ese aumento ha continuado e incluso se ha acelerado en 2022, la OCDE y la AIE anticipan un nuevo incremento de las subvenciones.
El director general de la OCDE, Mathias Cormann, advirtió de que las alzas importantes de las subvenciones lo que hacen es favorecer el consumo de esos combustibles generadores de emisiones «sin ayudar necesariamente a las familias de bajos ingresos».
Por eso, propuso sustituirlas por «medidas que protejan a los consumidores de los impactos extremos de las fluctuaciones de las fuerzas del mercado y de las fuerzas geopolíticas y que nos permitan tanto mantener la línea de la neutralidad de carbono, garantizar la seguridad energética y mantener la energía a precios abordables».
Con esa misma posición, el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, subrayó que «las subvenciones a los combustibles fósiles son un obstáculo a la emergencia de un futuro más sostenible».
A su parecer, «incrementar la inversión en tecnologías e infraestructuras limpias es la única solución sostenible para la crisis energética mundial actual y la mejor forma para reducir la exposición de los consumidores a los costos elevados de los combustibles».