Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Esta semana, Ben Ritz, joven y brillante experto en finanzas públicas, director del Progressive Policy Institute, publicó un artículo fenomenal en la revista Forbes donde analiza los costos de los programas sociales del senador y candidato demócrata Bernie Sanders. En su nota periodística, Ritz expone en profundidad los cálculos que hizo a partir de la información ofrecida por Sanders en la confusa entrevista con Anderson Cooper, donde la vaguedad de las respuestas puso en cuestión la viabilidad fiscal de las propuestas en las que el senador basa su campaña presidencial.
Ben Ritz llega a la conclusión de que, de llevarse a la práctica las propuestas del senador Bernie Sanders, crearían un “hueco fiscal de 25 trillones de dólares” (millones de millones). Esto evidencia que las propuestas de Sanders no sólo son fiscalmente inviables, sino políticamente imposibles, si pensamos en los masivos esfuerzos que serían necesarios para aprobarlas tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.
¿Significa esto que debemos abandonar los objetivos de Salud para Todos, Educación Superior Accesible, Prekinder para Todos y programas de cuidado infantil, así como fondos apropiados para las escuelas públicas y muchos otros ideales de equidad económica y justicia social? No. Lo que debemos hacer es establecer los objetivos y avanzar de manera viable, desde las perspectivas política, económica y fiscal.
Tomemos el ejemplo de la asistencia sanitaria. Es posible lograr el objetivo de brindar una atención médica asequible a nivel nacional, agregando la opción pública al sistema de ACA (Obamacare), fortaleciendo esta, afinando ciertos subsidios y moviéndose por todo el país con gran impulso para la expansión del programa “Medicaid” (como ha sucedido en 37 estados y en Washington DC). Esto es ampliar la cobertura social y permitirá que el pueblo estadounidense pueda elegir entre su seguro actual y la opción pública, lo que a lo largo de los años eventualmente nos llevará a un sistema de atención médica universal viable, enmarcado en las decisiones de los ciudadanos.
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El senador Sanders tiene razón cuando dice que hay mucho más por hacer (particularmente, reducir el costo de los medicamentos para llevarlos a los precios internacionales que son sustancialmente más bajos que en EEUU y ahorrar montones de dinero en costos administrativos). Hay regulaciones que pueden aplicarse. La apertura a las importaciones para crear competencia en el mercado farmacéutico y otros incentivos pueden desempeñar un papel importante. De hecho, Estados Unidos está invirtiendo más del 19% del PIB en atención médica, en comparación con un promedio del 12% del PIB en otras naciones desarrolladas, que tienen atención médica universal, como Alemania, España o Canadá.
Lo mismo puede decirse sobre la asequibilidad de la universidad y, en general, la educación superior. En lugar de una educación financiada por el Estado y sin matrícula para todos en todas las universidades públicas, podemos avanzar mucho y de manera viable, si tomamos el camino de trabajar en la educación gratuita durante los primeros dos años en los Colegios Comunitarios, e invertir en una fuerte diversificación de alternativas de educación superior, con programas de desarrollo de la fuerza laboral, incluyendo fondos apropiados para subsidios, basados en la necesidad, reembolso del servicio civil o programas de cancelación de deuda, entre otras ideas.
Es preciso pensar y trabajar con la “realpolitik” si se quiere ser un progresista que haga lo que es posible para mejorar la situación social, mientras se asegura el crecimiento económico y del empleo. La conclusión es que una agenda tan ambiciosa, como la propuesta por el senador Sanders, es una apuesta política sin viabilidad, a menos que se piense que es posible contar con una mayoría parlamentaria (difícil de alcanzar incluso dentro de la fracción del Partido Demócrata) capaz de aprobar reformas legislativas y cambios presupuestarios tan profundos y radicales. A esto habría que agregar que, como ocurre en Europa y otros países desarrollados, donde hay programas sociales fuertes y universales en salud y educación, el único impuesto que lo haría financieramente financiable (junto con las reformas masivas necesarias) vendría de introducir un Impuesto Federal al Valor Agregado (IVA). Si tales esfuerzos parecen lejos de ser universales, es preferible transitar el camino de cambios progresivos viables, que cuenten con el apoyo y compromiso de los sectores mayoritarios de la sociedad.