Pedro Benítez (ALN).- Unas son de cal y otras de arena. El gobierno de Maduro y el chavismo como un todo, han hecho del cuestionamiento de las sanciones financieras (2017) y contra las operaciones comerciales de PDVSA (2019), aplicadas por la administración del magnate inmobiliario, estrella de la televisión y ex mandatario de la primera potencia del mundo, el centro de todo su relato. Desde el punto de vista de la épica revolucionaria, esa que abunda en los pasillos de la Ciudad Universitaria, los cafés que congregan a los nostálgicos admiradores de la lucha armada continental y a un buen grupo de incautos, esos que existen en toda sociedad, le ys cayó como anillo al dedo.
Así pues, los voceros del oficialismo no han desaprovechado ocasión alguna a fin de confundir las sanciones de tipo personal, que solo afectan la vida de los funcionarios involucrados, con las otras, metiendo todo en el mismo paquete y en la misma causa antiimperialista, con la creencia según la cual ellos son la patria.
Si no llega el agua, la culpa era de las sanciones; apagones de varios o días, la culpa es de las sanciones; los maestros no cobran, desaparecieron las prestaciones y los hospitales colapsan, paciencia, la culpa es de las sanciones y Juan Guaidó. Y así sin tregua. Nos puede parecer evidente la contradicción entre la excusa y la realidad puesta manifiesto por incapacidad y la ostentosa vida de los funcionarios, pero por algo Nicolas Maduro y Jorge Rodríguez aceptaron el trato con los enviados de Biden.
Además, siguiendo el ejemplo, y la asesoría profesional, de los aliados y hermanos cubanos, rusos e iraníes, con dilatada experiencia (en ocasiones de décadas) en el arte del juego del gato y el ratón de evadir las sanciones estadounidenses, los herederos de la autodenominada revolución bolivariana comenzaron desde 2017 a tejer su propia red que les permitiera evadir la presión económica externa. Uno de los principales responsables de esa tarea fue Tareck El Aissami.
De modo que ese era el objetivo: seguir el ejemplo cubano (es el que estaba más a la mano). Crear una estructura financiera y comercial opaca, alejada del ojo de Washington y de la institucionalidad del capitalismo liberal, mientras se sostenía el tan conveniente discurso contra el bloqueo (que nunca existió) y las sanciones (siempre controversiales y controvertidas).
No obstante, pesan demasiado las circunstancias propias de Venezuela. Resulta ser que los herederos del chavismo no son iraníes, ni sirios, ni palestinos, dispuestos a inmolarse en contra de la agresión extranjera y por la sagrada soberanía nacional, con fe ciega en ingresar en el más alto nivel de la Yanna (el paraíso islámico) junto con mártires y profetas.
Tampoco son los disciplinados rusos o cubanos; detrás de ellos no existe el orgullo y la tradición de considerarse herederos del Ejercito de Obreros y Campesinos que se batió en Moscú, Stalingrado y Kursk o contra la invasión napoleónica. Los hijos de Chávez no llegaron al poder luego de una bravía insurgencia armada que barriera desde sus cimientos todas las bases de la sociedad. Las dos felonías militares que el grupo originario (hoy desplazado) intentó fueron derrotadas, razón por la cual se resignaron con acceder al poder político nacional por medio de unas burguesas elecciones en el marco de la denostada democracia representativa, que de manera amable e irresponsable colocó su cabeza en la guillotina de la historia en diciembre de 1998.
De entonces a esta parte lo que hemos tenido en Venezuela ha sido una sucesión de maniobras, estratagemas, vivezas criollas (versión aclimatada de la picaresca española) destinadas a afianzar el ventajismo, torcer las Constitución y comprar voluntades a fin de asegurar la perpetuación en el control del Estado de un grupito de aventureros y arribistas. En resumidas cuentas, en Venezuela no ha habido una revolución. Ese es el secreto mejor guardado del chavismo. Éste ha sido el típico y profundamente corrupto (y corruptor) populismo latinoamericano, particularmente radical en su retórica y eficaz en la destrucción de la institucionalidad republicana y de la economía productiva, pero, curiosamente, financiado gracias al acceso privilegiado del petróleo venezolano a las refinerías de Estados Unidos. Mientras las tropas angloamericanas invadían Irak en la primavera de 2003 ese país era, de lejos, el principal mercado del petróleo venezolano. Con esa fuente de recursos se ha subsidiado a la Cuba castrista, mientras sus jerarcas y testaferros compraban costosos inmuebles en Madrid o Miami y se han permitido exhibir un estilo de vida bastante alejado, por cierto, del sobrio ideal socialista. Esto último es una tentación que no pueden evitar.
Por cierto, en medio de este acelerado deshielo entre la Casa Blanca y Miraflores, hay que ver cómo van las sanciones personales a los funcionarios venezolanos, civiles y militares.
Pero ahora vamos a ver cómo es vivir sin sanciones. Lo que se viene en Venezuela en las próximas semanas y meses es bien, pero bien interesante. La nueva consigna nacional ya no será “Venezuela se arregló”, afirmación que rápidamente naufragó con el anémico desempeño de la economía nacional, sino, “ya no hay sanciones, así que págame y resuelve”. Ponme la luz, el agua, la gasolina, sube el salario y cancela las prestaciones que me debes. Uno se imagina a los creativos publicitarios del gobierno, así como a la mítica sala situacional diseñando el nuevo esquema de excusas ya que no se volvió a hablar de la guerra económica, dolar today, las casas de cambio de Cúcuta, y ahora pasará lo mismo con el bloqueo imperial, que como los otros tampoco existió, excepto en la propaganda.
Como el “gobierno revolucionario” se encuentra celebrando como una gran victoria antiimperialista el acuerdo de Barbados, detrás del cual se encuentra el que viene cocinando con la administración Biden, que flexibiliza los aspectos más importantes de las sanciones por los próximos seis meses, no le queda otra que ser coherente con la supuesta épica, porque en la vida todo tiene sus límites.
Obviamente intentará capitalizar a su favor el previsible clima de optimismo que envolverá a un país que, luego de muchos años, finalmente ve una luz al final del túnel. En eso no anda descaminado; recordemos que en el paso del 2021 al 2022, cuando el país salió de la hiperinflación, ocurrió una creciente dolarización de la vida cotidiana y se devolvió el Sambil de La Candelaria, Maduro subió 10% en el favor popular según los estudios de opinión. Luego lo perdió rápidamente desde que empezaron a aplicar esa genialidad que fue el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras, gravando el consumo hasta cuando se compra medio de kilo de papas o un cuarto de queso blanco, y “descubrieron” que el anterior ministro de Petróleo no tenía las cuentas claras ni transparentes. La burbuja se pinchó.
Sin embargo, la otra cara de la moneda serán la larga lista de demandas sociales de todo tipo acumuladas, motivos de justo reclamo, puesto que sin sanciones se acabaron las excusas. En ese orden de ideas, es previsible el corto circuito comunicacional que ocurrirá cuando sea de dominio público el próximo cargamento de petróleo rumbo a la isla de Cuba, mientras persisten las colas para la gasolina en la tierra de Bolívar, gracias al modesto incremento de la producción petrolera nacional. Eso, lo podemos apostar con seguridad, va a ocurrir.
Y también vendrá otro escándalo de corrupción, inevitable con la llegada de nuevos recursos, debido a los hábitos establecidos en 24 años de impunidad, así como a la ausencia controles e institucionalidad. El hambre y las ganas de comer.
Usar el nuevo respiro financiero a fin de hacer fiesta y darle palo a la piñata como estrategia electoral, es una tentación muy grande para Maduro y el PSUV.
En este punto será crucial de cara a la elección de 2024 la forma en la que la candidatura opositora maneje el asunto. Bien podría montarse en clamar para que apliquen las hoy temporalmente suspendidas sanciones si el régimen no otorga condiciones electorales suizas. De ser así, se dividirá la oposición y el gobierno de Maduro no desperdiciará la ocasión de señalar nuevamente a los opositores como esos malvados que atentan contra la recuperación nacional. Pero también podría cambiarle el juego y exigir el “paga y resuelve”, colocando entre la espada y la pared de su propia incapacidad. Insistir que sin sanciones el rey está desnudo.
@PedroBenitezf