Elizabeth Fuentes (ALN).- Una investigación busca demostrar que es posible comprar tiempo libre delegando en otras personas las labores del hogar, una actividad dura, fastidiosa e invisible, que sólo genera mal humor, cansancio y discusiones familiares.
El “trabajo invisible” lo denominaron las feministas del siglo pasado. Un trabajo que nunca termina y que, como el mito de Sísifo -condenado a empujar una piedra enorme hasta la cima de una montaña sólo para que esta cayera y Sísifo la volviera a subir y así hasta la eternidad-, es un eterno comenzar diario, una doble jornada interminable que deben cumplir quienes trabajan fuera del hogar y el poco tiempo libre que les queda deben dedicarlo a lavar, cocinar, limpiar la casa y atender a los niños. Y sobre todo cansarse mucho.
El avance de las mujeres al lograr que los hombres también ayuden en las tareas hogareñas, ha traído consigo que estas se transformen en un tema de discusiones familiares, una causa para el malhumor de ambos, una competencia desleal para ver quién trabaja más o cómo debe ser dividido el esfuerzo.
En la Escuela de Medicina de Stanford hicieron un programa piloto para premiar a los miembros de la Facultad con cupones de comida, servicios de lavandería o limpieza de la casa
Este asunto lo quiere solucionar la profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, Ashley V. Whillans, con una propuesta económica radical: para ser más feliz hay que comprar tiempo. Y el tiempo se compra contratando a otras personas que hagan las tareas del hogar, esas que la mayoría odia hacer.
“Comprar nuestra manera de salir de los momentos negativos del día es una clave importante para la felicidad”, aseguran tanto Whillans como los otros cuatro investigadores que la acompañaron en el estudio –Michael I. Norton, Elizabeth W. Dunn, Paul Smeets y Rene Bekkers-, quienes realizaron una amplia investigación con más de 6.000 participantes de varios países, sólo para llegar a la conclusión de que todos seríamos más felices si abandonáramos la cocina, el fregado y la limpieza y “arrojáramos un poco de dinero a estos problemas”.
El estudio titulado ‘El tiempo se compra, promueva la felicidad’ fue publicado por The Proceedings of the National Academy of Sciences. Dos de los profesores que ayudaron en la investigación, Norton y Dunn, también son coautores del libro Happy Money: The Science of Happier Spending, donde aseguran que “comprar experiencias, invertir en otras personas y comprar tiempo nos hace más felices”.
A mayor ocio, más felicidad
Los autores sostienen que las empresas deberían tomar nota de los resultados del estudio y encontrar formas de aumentar el bienestar de sus empleados ofreciendo servicios de ahorro de tiempo en lugar de recompensas financieras.
De hecho, en la Escuela de Medicina de Stanford hicieron un programa piloto para premiar a los miembros de la Facultad con cupones de comida, servicios de lavandería o limpieza de la casa. Los médicos que participaron dijeron que tenían 20% más de probabilidades de permanecer en Stanford y reportaron un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida.
Comprar tiempo libre da más tranquilidad y buen humor que gastar el dinero en bienes materiales
“Sabemos que somos más productivos cuando tomamos días de vacaciones, pero la gente a menudo no toma su tiempo de vacaciones”, dice Whillans. “Los empleadores podrían ofrecer a los trabajadores un par de días extra discrecionales en los que puedan quedarse en casa sólo porque quieren ver Netflix un viernes. Las empresas deberían comenzar a considerar estas ideas como un camino potencial hacia una mayor felicidad de los empleados”.
Entre otros experimentos, los investigadores les dieron 40 dólares a 60 participantes para que los gastaran un fin de semana en “compra de ahorro de tiempo”, es decir, lavandería, pagar por la limpieza de la casa, etc. Y el fin de semana siguiente, hicieron lo mismo pero las personas deberían gastar el dinero en artículos -ropa, vino, etc-.
Al final, descubrieron que “comprar tiempo libre” les dio más tranquilidad y buen humor que gastar el dinero en bienes materiales.
La autora aconseja cosas simples, que se pueden hacer para ahorrar tiempo: “En lugar de tomar un autobús para ir al teatro podrías tomar un taxi o podrías aparcar en un lugar mucho más caro y más cercano (al lugar). Y el tiempo ganado lo disfrutas tomando una copa de vino antes de la función”.