Pedro Benítez (ALN).- Dos gobiernos aliados, dos países petroleros, dos estados sometidos a sanciones económicas por parte de Estados Unidos. Pero en uno su industria petrolera se mantiene en pie en medio de las dificultades. Luego de años de un embargo comercial total por parte de Estados Unidos, Irán hoy se autoabastece de gasolina e incluso puede venderle centenares de miles de barriles a Venezuela, su aliado en el otro lado del mundo.
A lo largo del año 2020 y de lo que va del 2021, la República Islámica de Irán ha enviado varias flotas de embarcaciones cargadas de combustible a Venezuela retando las sanciones comerciales estadounidenses impuestas a la industria petrolera de este último país.
Desde entonces Irán ha pasado a ser el aliado más importante del gobierno de Nicolás Maduro. A fines prácticos por encima de China, Rusia, e incluso Cuba. Los dos primeros no quisieron desafiar la determinación norteamericana en esta parte del mundo. No obstante, ni la administración de Donald Trump, ni la de Joe Biden, bloquearon el paso de los cargamentos. Así por ejemplo, tres buques de la Compañía Nacional de Cargueros Iraní entregaron cientos de miles de barriles de gasolina en las ciudades venezolanas de Puerto Cabello y Puerto La Cruz en enero y febrero de este año.
La cooperación venezolano/iraní en esta área es tan estrecha que el gobierno de Teherán ofreció rehabilitar una porción importante del parque refinador de la industria petrolera venezolana, deteriorado luego de muchos años de desinversión. Algo que las compañías petroleras chinas evaluaron hacer en 2018, aunque luego desecharon la idea.
RELACIÓN FLUIDA
A pesar de las distancias geográficas y culturales, Irán y Venezuela han mantenido una muy fluida relación desde que los expresidentes Mahmud Ahmadinejad y Hugo Chávez establecieron una amistad personal a partir de 2005. A los dos países los han unido tres circunstancias. Los dos son petroestados socios históricos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); sus respectivos regímenes políticos comparten una aversión mutua hacia los Estados Unidos; y los dos están sometidos a un conjunto de sanciones comerciales y financieras por parte de Washington.
Sin embargo, en este último aspecto hay un hecho que llama poderosamente la atención. Pese al conjunto de sanciones económicas que Estados Unidos ha impuesto intermitentemente desde la revolución de 1979, en las ciudades iraníes no hay filas de vehículos para proveerse de gasolina. O al menos, nunca las ha habido en estos 32 años por no poder importarla. Es decir, exactamente lo contrario de lo que alega el gobierno de Nicolás Maduro en Caracas para justificar los interminables problemas con el abastecimiento de ese producto en Venezuela.
En medio de las serias dificultades que para su economía ha implicado el cerco económico impuesto por Estados Unidos, al que otras naciones se ha sumado parcialmente, Irán sigue teniendo su industria petrolera en pie y se autoabastece de combustible, al punto de poder suministrarle (que no regalarle) a un aliado ubicado a miles de kilómetros de distancia.
Es probable que si Irán no tuviera unas relaciones internacionales tan envenenadas, y contará con un sistema político más flexible, su sector petrolero sería más próspero de lo que es hoy en día. Es una posibilidad.
Pero el hecho cierto es que con 82 millones de habitantes, y una capacidad militar respetable en esa zona del mundo, Irán ha estado más de una vez a punto de ir a la guerra con Estados Unidos directamente, o por medio de Israel o Arabia Saudita.
UN PAÍS SANCIONADO
Después de que estudiantes radicales tomaran como rehenes a 66 diplomáticos en la embajada estadounidense en Teherán en 1979, Estados Unidos le impuso un embargo comercial total, prohibió las importaciones de petróleo iraní y congeló unos 11 mil millones de dólares de sus activos.
Sin embargo, en 1981, el presidente Ronald Reagan levantó las sanciones económicas, aunque en 1984 le aplicó un embargo de armas que su propia administración violó y que salió a luz pública con lo del escándalo Irán/Contras.
El gobierno de Bill Clinton dictó en 1995 nuevas sanciones contra su industria petrolera como respuesta al programa nuclear iraní y el apoyo de Teherán a organizaciones como Hezbollah, Hamas y la Jihad Islámica acusadas de terroristas. Pero solo dos años después se suavizaron aunque no se suspendieron totalmente. La elección en 1997 de un presidente iraní considerado reformista pareció abrir la posibilidad de mejorar las relaciones entre los dos países.
No obstante, el cuadro cambió con la elección en 2005 del radical Ahmadinejad quien anunció el reinicio del programa nuclear. La Casa Blanca respondió congelando activos de personas y compañías relacionadas con ese programa. Desde entonces este tipo de medidas por parte de Estados Unidos se fueron incrementando. Se cerró el acceso a los bancos estadounidenses, se le aplicó un embargo comercial total y Washington presionó a otros países y empresas para dificultar el comercio con Irán.
Canadá, Australia, la India, Israel, Japón, Corea del Sur, Suiza, la Unión Europea e incluso China impusieron algún tipo de medidas que afectaba la venta de armas o su comercio de bienes, por lo general vinculado al sector petrolero. Al parecer estas tremendas presiones dieron resultados por lo que los gobernantes iraníes se avinieron a firmar el polémico acuerdo nuclear de julio de 2015. Por éste el gobierno de Barack Obama se comprometió a cancelar la mayoría de las sanciones contra Irán a cambio de limitaciones en su programa nuclear.
Ese fue el acuerdo Trump rompió unilateralmente en 2018, imponiendo nuevamente todas las sanciones comerciales y financieras en contra de la opinión de sus socios europeos.
LA INDUSTRIA PETROLERA IRANÍ NO SE DERRUMBA
Pese a todo esto, a lo largo de estas tres décadas la industria petrolera de Irán no se derrumbó. Por otra parte, la eficacia política de las sanciones estadounidenses ha sido objeto de fuerte polémica tanto en Estados Unidos como en Europa a lo largo de los años. Y como no podía ser de otra manera el gobierno de Irán las responsabiliza de los continuos problemas de su economía, lo que a todas luces es cierto, aunque sólo en parte.
Aun cuando en el discurso de los funcionarios iraníes ha sido común culpar al embargo comercial de las dificultades diarias de la población, muchos de sus problemas económicos se han debido a la propia administración oficial, de una manera tan inocultable que en agosto de 2018 el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, dijo que la “mala gestión” dañaba al país más que las sanciones de Estados Unidos.
Es por eso, que una de las medidas internas tomadas por Irán hace algunos años consistió en suspender el ruinoso subsidio a la gasolina que los países exportadores de petróleo tradicionalmente han sostenido como un mal entendido privilegio para sus consumidores. Una señal de que, a pesar del fundamentalismo religioso que los caracteriza, los gobernantes iraníes han sido lo suficientemente sensatos como para no arruinar su propia industria petrolera.