María Rodríguez (ALN).- El escritor nicaragüense Sergio Ramírez confiesa en la entrega del Premio Cervantes, en Alcalá de Henares, una de las deudas que tiene con Miguel de Cervantes: la inmersión en la política. “Y si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura” fue para ayudar a Don Quijote en su lucha por derrotar “malvados”, describió el literato.
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, comenzó en la literatura a los 16 años con cuentos y relatos cortos. Su encuentro con el maestro Miguel de Cervantes llegó pronto. Se lo presentó su madre, Luisa Mercado, en clases de literatura en el colegio de secundaria.
Allí le enseñó a leer Don Quijote, tal como confesó Ramírez este lunes en el discurso de recepción del Cervantes, en la Universidad de Alcalá de Henares, ante los Reyes de España, Felipe VI y Letizia, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, entre otros asistentes.
Tal fue el vínculo que contrajo Ramírez con Cervantes que confiesa deberle al maestro su inmersión en la política. “Y si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura, es porque seguía siendo el niño que se imagina de rodillas en el suelo de la venta, presenciando la función de títeres del retablo de Maese Pedro, ansioso de coger un mandoble para ayudar a Don Quijote a descabezar malvados”, relató pausado Ramírez en el Paraninfo de la Universidad.
Es conocida la postura crítica de Ramírez con la deriva autoritaria del gobierno de Daniel Ortega. Pero en los años 80 la relación era otra, hasta el punto de haber sido nombrado vicepresidente (cargo que ejerció entre 1985 y 1990) por el propio Ortega. En 1996, tras perder las elecciones presidenciales como candidato del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), Ramírez se retiró de la vida política.
Retirado de la política, sí, pero no ausente. El escritor nicaragüense dedicó el Cervantes “a los nicaragüenses asesinados por reclamar justicia y democracia y a quienes luchan sin armas para que Nicaragua vuelva a ser república”. Así lo dijo al inicio de su discurso. Las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega han dejado al menos 30 muertos en los últimos días (Leer más: Sergio Ramírez dedica el Cervantes a los asesinados por la dictadura de Daniel Ortega).
El rey Felipe VI también se refirió a la actualidad que vive el país centroamericano en su discurso: “Don Sergio, en estas horas difíciles, toda España lleva a Nicaragua en el corazón”.
La semana pasada, en una rueda de prensa, Ramírez criticó sin tapujos la política actual en Cuba, Nicaragua y Venezuela. De Cuba dijo que el relevo presidencial no es más que un “asunto subalterno” y que quien gobierna no es el Ejecutivo sino el Partido Comunista, en referencia a la designación de Miguel Díaz-Canel como presidente. Ramírez también atacó los vínculos entre su país y el régimen de Nicolás Maduro. “La alianza entre Nicaragua y Venezuela está absolutamente fracasada”, afirmó. Insistió en que de esta alianza –en referencia al ALBA– “sólo quedan escombros”.
Los años de Ramírez como político
¿Cómo fueron esos años de político al más alto nivel? También lo explicó Ramírez en el discurso. Citó el primer párrafo de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, tal como lo hizo en su libro de memorias acerca de esos años de política, Adiós Muchachos.
Sergio Ramírez como novelista: “No puedo ignorar la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad”
“Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos; fue tiempo de sabiduría, fue tiempo de locura; fue una época de fe, una época de incredulidad; fue una temporada de fulgor, fue una temporada de tinieblas; fue la primavera de la esperanza, fue el invierno de la desesperación”, leyó el escritor.
Como literato, subrayó que escribe “entre cuatro paredes, pero con las ventanas abiertas”. Y precisó que como novelista: “No puedo ignorar la anormalidad constante de las ocurrencias de la realidad en que vivo, tan desconcertantes y tornadizas, y no pocas veces tan trágicas, pero siempre seductoras. Mi América, nuestra América, como solía decir (José) Martí. La Homérica Latina, como la bautizó Marta Traba”.
Añadió que su oficio, el de escritor, consiste en “levantar piedras, como decía [el escritor portugués José] Saramago” y “si debajo lo que hallamos son monstruos, no es nuestra culpa”, zanjó.