Daniel Gómez (ALN).- Hace una década, el presidente Daniel Ortega hizo un pacto con los empresarios. Ustedes no se metan en política que yo no me meto en los negocios. Eso les ofreció, y ellos lo aceptaron, pero no reivindicaron la conservación de la democracia. Y esto es para el exvicepresidente Sergio Ramírez el origen de la crisis que sufre Nicaragua.
No son días felices para Sergio Ramírez. Este novelista de 76 años, Premio Cervantes 2017, exguerrillero sandinista y exvicepresidente de Nicaragua, contempla cómo su país toca fondo bajo una tiranía -la de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo– que “ha asesinado a 600 jóvenes” cuyo único pecado fue el de reivindicar la democracia.
“Nicaragua es un país de apenas seis millones de habitantes, donde entre abril y julio de este año fueron asesinados 600 jóvenes. Esto equivaldría a que en una jornada de manifestaciones continuas en Brasil hubieran muerto 15.000 personas. 10.000 personas en México. O 5.000 en España. Esto me parece que para un sistema democrático sería absolutamente intolerable. Un gobierno verdaderamente democrático, con pesos y con contrapesos, no llegaría a un mes de masacres continuas sin que el gobierno hubiera sido inmediatamente derribado por los mismos organismos institucionales”, explicó Ramírez en el Foro Iberoamérica que organizó este viernes El País.
Ramírez: “El capital nicaragüense renunció a reclamar institucionalidad democrática y ahora estamos pagando las consecuencias”
Para Ramírez, Nicaragua es un país con “una ausencia total de democracia”. Un país gobernado por estrechos círculos de poder “y arcaicas concepciones de centralismo leninista que ya no tienen ninguna vigencia en el mundo”.
Este modelo de gobierno se adereza con “la fórmula feliz de Ortega”. Una estrategia de poder que le ha mantenido en la Presidencia en la última década. “Para asentar su régimen familiar había encontrado una fórmula feliz que era un entendimiento con las cámaras empresariales y con los grandes empresarios del país. Era muy simple: yo me ocupo de la política, ustedes se ocupan de la gestión empresarial. En cuanto se metan en política yo los machaco”.
Pero esta fórmula de poder llegó a su fin. “El capital nicaragüense renunció a reclamar institucionalidad democrática y ahora estamos pagando las consecuencias”. He ahí, según Ramírez, el origen de la crisis.
Se agotó “la fórmula feliz” de Ortega
Ortega acumula 22 años en el poder. Más tiempo incluso que su némesis, Anastasio Somoza. En el primer periodo, como exguerrillero sandinista y defensor de la izquierda más radical, chocó frontalmente contra el sector privado, nacionalizó empresas y persiguió a los empresarios. Como consecuencia, la economía se fue al traste y a causa de ello su mandato. Era 1990.
Ortega regresó a la Presidencia en 2007 emprendiendo una estrategia en lo financiero de corte liberal. Así se ganó el favor de los empresarios, relanzó la economía, y consiguió elogios del mismísimo Fondo Monetario Internacional.
La fórmula feliz del mandatario funcionaba en lo económico mientras en lo político seguía siendo ese guerrillero de izquierda adicto al poder. Fue entonces cuando los jóvenes perdieron la paciencia y se echaron a las calles. Un estallido social que derivó en el colapso de esa plácida relación con los empresarios. De ello habla Ramírez.
“Esto se ha debido [la crisis] a una enemistad, ahora mortal, entre la empresa privada y Ortega, quien se ha quedado completamente aislado, y su poder sólo depende de las fuerzas represivas. No de ninguna institucionalidad sino de la policía que ha salido a las calles y de las fuerzas paramilitares que ha creado como una forma de emergencia de sostén”, comentó el novelista.
Presión internacional para una salida democrática
Ramírez, quien fue vicepresidente en el primer gobierno de Ortega, renunció al cargo y al sandinismo en 1995 por la “profunda descomposición” de algunos líderes del movimiento, entre ellos Ortega. Esto lo ha explicado el Premio Cervantes en más de una ocasión.
Ahora sufre por ver a su país herido. Por ver al auténtico sandinismo muerto. Y pide por ello una salida democrática para su país. Cualquier otra opción -una guerra civil, un golpe armado o una intervención extranjera- sería terrible. Eso dice Ramírez.
“Nicaragua ahora está en una gran encrucijada. En los últimos 40 años vivimos dos guerras civiles que terminaron con 60.000 muertos. De una manera consciente la población joven ha decidido una resistencia pacífica y democrática por la justicia, y por eso ha salido a las calles en demanda de libertades y justicia. Las vías que están cerradas son una guerra civil, que nadie quiere pagar ese costo. Un golpe militar, que nadie lo quiere tampoco. Ni mucho menos una intervención militar extranjera”, explicó.
Ramírez es consciente de que buscar una salida democrática, ante un régimen que no se despega del poder, que acumula más de 800 presos políticos y que utiliza la violencia para defenderse, genera “impotencia” entre los nicaragüenses.
“El asunto es qué clase de presión internacional es necesaria para forzar un cambio democrático, sin guerra civil, sin golpe militar, y sin intervención militar extranjera. Esta es la gran pregunta. Presión internacional se necesita muchísima para forzar ese proceso democrático que es la única salida para cubrir ese déficit institucional, o crear esa institucionalidad que necesita el país, para crear una vida pacífica sin más muertos y sin más violencia”, sentenció Ramírez.