Nelson Rivera (ALN).- Aunque el Premio Cervantes es, en rigor, un homenaje que se concede a la trayectoria literaria, en el caso de Sergio Ramírez ocurre algo inevitable: se recuerda al joven sandinista que luchó contra la dictadura de Anastasio Somoza; se piensa en el hombre que ocupó la Vicepresidencia de Nicaragua entre 1985 y 1990; en el escritor que encabeza desde hace más de una década el cuestionamiento político-moral al régimen bajo el dominio total de Daniel Ortega.
La noche del jueves 16 de noviembre de 2017 debe haber sido una mala noche para los esposos Daniel Ortega y Rosario Murillo, presidente y vicepresidenta de su país, y también para el resto de los integrantes de la familia que detenta el poder absoluto en Nicaragua: el más importante entre los escritores vivos de ese país, Sergio Ramírez (1942), voz democrática de proyección iberoamericana, ha sido reconocido con el Premio Cervantes 2017, el más relevante que se otorga en lengua española.
Y aunque el Premio Cervantes es, en rigor, un homenaje que se concede a la trayectoria literaria, en el caso de Ramírez ocurre algo inevitable: se recuerda al joven sandinista que fue uno de los protagonistas de la lucha en contra de la dictadura de Anastasio Somoza; se piensa en el hombre que ocupó la Vicepresidencia de su país entre 1985 y 1990; en el escritor más insistente en el cuestionamiento político-moral al régimen de Daniel Ortega. De hecho, es Ramírez el autor de la tesis que equipara en una misma categoría a los Somoza con los Ortega-Murillo como familias de dictadores.
Tuvo el coraje de ver los errores y aceptar que, una vez más, como ocurrió con la revolución de Cuba de 1959, sueños y promesas desaparecían para dar paso a un régimen de corruptelas y ansias de poder sin límites
Ramírez se inscribe en la tradición latinoamericana que arrancó en el siglo XIX y se ha prolongado hasta nuestro tiempo, y que ha producido figuras como José Vasconcelos en México; Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento en Argentina; Miguel Antonio Caro en Colombia; Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri en Venezuela; José Enrique Rodó en Uruguay; José Carlos Mariátegui y Mario Vargas Llosa en Perú: intelectuales cuyas vidas son indisociables de los asuntos públicos de sus respectivos países y de América Latina.
El premio a Ramírez viene a reconocer la relevancia de los intercambios culturales entre América Latina y España. Pedro Sánchez, máximo líder del PSOE, escribió en su cuenta @sanchezcastejon: “Enhorabuena, Sergio Ramírez, por ensanchar las fronteras de un idioma que nos une”. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, Iñigo Méndez de Vigo, recordó en su cuenta @IMendezdeVigo, que el premio a Ramírez se producía justo un siglo después de la muerte de Rubén Darío. También lo felicitó Fernando García Casas, secretario de Estado de Cooperación y para Iberoamérica, así como el presidente de España, Mariano Rajoy.
Sinceramente feliz por #PremioCervantes2017 a Sergio Ramirez 🇳🇮. Gran literatura y compromiso con la igualdad en Iberoam. Hoy “está linda la mar”.
Enhorabuena,maestro! @MAECgob @AECID_es @InstCervantes @SEGIBdigital @culturagob @sergioramirezm pic.twitter.com/JxyfPKkCSB— Fernando GarciaCasas (@GarciaCasasF) 17 de noviembre de 2017
Quiero felicitar al escritor nicaragüense @sergioramirezm, Premio Miguel de Cervantes 2017, el mayor galardón de la literatura española en lengua castellana. MR
— Mariano Rajoy Brey (@marianorajoy) 16 de noviembre de 2017
Un hombre en la frontera
Cuando Sergio Ramírez entra de lleno en la actividad política, en 1977, lo hace con grandes responsabilidades: lidera el Grupo de los Doce, una asociación de notables de su país que incluía a empresarios, que públicamente expresa su apoyo a la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional -FSLN- contra la dictadura. Cuando la revolución triunfa en julio de 1979, Ramírez fue uno de los líderes que, a bordo de un camión de bomberos, entra en la Plaza de la República, donde miles y miles de nicaragüenses celebraban el derrocamiento de Somoza, con un fondo de campanas, disparos al aire y el canto de “Salve a ti”, el himno nacional de Nicaragua. Desde aquel día la plaza pasaría a llamarse Plaza de la Revolución.
Antes de 1977, Ramírez permanecería en la política activa: fue parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidente del Consejo Nacional de Educación, vicepresidente de la República, diputado a la Asamblea Nacional y candidato presidencial. A partir de entonces, con un ojo siempre abierto a su país, se consagró a la literatura de forma más determinante.
Hay que recordar que, antes de 1977, Sergio Ramírez había publicado cinco libros, dos de los cuales tuvieron un elogioso recibimiento por la crítica en buena parte de América Latina: su colección de cuentos Charles Atlas también muere (1976) y la novela ¿Te dio miedo la sangre? (1977), en la que desentraña, con sosegada lucidez, los procedimientos de dominación de las dictaduras, en particular la de Anastasio Somoza. Ha sido esa mesura narrativa, ese impecable administrar sus historias, lo que le ha reportado reconocimiento internacional como narrador. Una de sus obras más logradas, Margarita, está linda la mar, obtuvo el Premio Alfaguara en 1998. Esta editorial también se sumó a la celebración, así como Casa de América. Tampoco faltó el mensaje cálido de su amiga, la poeta nicaragüense Gioconda Belli.
🎉 ¡Menuda semana llevamos! ¡Increíble! 🎉
¡Otro premio para uno de nuestros queridos autores! ¡El escritor nicaragüense Sergio Ramírez ha sido galardonado con el Premio Cervantes 2017!¡Enhorabuena! Más Info: https://t.co/93lH7E1PPE— Alfaguara (@Alfaguara_es) 16 de noviembre de 2017
¡Felicidades @sergioramirezm! Premio #Cervantes https://t.co/7V8DmSSjST pic.twitter.com/kGcCpSpDF2
— Casa de América (@casamerica) 16 de noviembre de 2017
Felicitando a Sergio Ramírez hoy en su casa en Managua, en un descanso de las numerosas entrevistas que dio hoy x el Premio Cervantes pic.twitter.com/qmkKapim4Z
— Gioconda Belli (@GiocondaBelliP) 17 de noviembre de 2017
Rompimiento sin escándalo
El rompimiento de Ramírez con el proceso del que fue protagonista tiene una peculiaridad: se ha producido a lo largo de los años, de forma paulatina y argumentada. La postura de Ramírez, donde se mezclan razones y emociones, ha estado siempre teñida de nostalgia: es el ánimo de un hombre que creyó que la revolución traería justicia y prosperidad a su país, y que tuvo el coraje de ver los errores y aceptar que, una vez más, como ocurrió con la revolución de Cuba de 1959, sueños y promesas desaparecían para dar paso a un régimen de corruptelas y ansias de poder sin límites.
En la trayectoria literaria de Ramírez -escritor multifacético que ha cultivado el cuento, la novela, la memoria, el periodismo y el ensayo-, ‘Adiós muchachos’ constituye su más notorio punto de inflexión
En la trayectoria literaria de Ramírez -escritor multifacético que ha cultivado el cuento, la novela, la memoria, el periodismo y el ensayo-, Adiós muchachos (1999) constituye su más notorio punto de inflexión. A mitad de camino entre la autobiografía y el testimonio, es un texto especialmente relevante en la tradición literaria de América Latina, por el recorrido que realiza su autor: de la esperanza y el júbilo que la revolución sandinista llegó a representar, a la tristeza y decepción del demócrata que ha hecho suyos los padecimientos de su país. En tanto que ajena a todo resentimiento, Adiós muchachos es una obra capitular y única del desencanto latinoamericano.
Cuando se revisa la producción literaria de Ramírez, la sorpresa no sólo se refiere a la cantidad sino a la diversidad de sus intereses. Por ejemplo: es autor del más detallado, extenso y riguroso estudio sobre el pensamiento de César Augusto Sandino; de libros para niños; de ensayos literarios; de un diccionario de gastronomía nicaragüense; así como de novelas de distinto registro, donde destacan dos de las más recientes, El cielo llora por mí (2011) y Ya nadie llora por mí (2017), en las que el impecable uso de las técnicas de la narrativa policial le sirve para volver, una vez más, a su pasión irreducible: el destino de la nación nicaragüense.