Pedro Benítez (ALN).- Más allá de la Venezuela dolarizada, de los establecimientos bien abastecidos y del Estadio Monumental de La Rinconada, por donde se pasea el turismo progresista europeo, hay otra Venezuela; la del hambre.
Es lo que indica el reciente estudio conjunto realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA); la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS); el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas. Según ese informe, 5 millones de personas padecen hambre en el país “con las mayores reservas de petróleo del planeta”. Las principales víctimas son la población rural, las mujeres y los niños.
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El informe define como hambre a “…la sensación física incómoda o de dolor causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria”. O, también: “como sinónimo de subalimentación que se define como la condición de un individuo cuyo consumo habitual de alimentos es insuficiente para proporcionar las calorías necesarias”.
Los datos recogidos entre 2021 y 2023 señalan un importante retroceso en Venezuela con respecto a 2000-2002, cuando, según estimaciones de la FAO, 3,5 millones de personas padecían hambre (14,1% de la población total).
El estudio también indica que durante el punto más bajo de la larga debacle venezolana, 2018 y 2020, el número de personas con hambre escaló hasta los 7 millones (23,9% de la población). Esas cifras eran parte del porcentaje de la pobreza total que alcanzó a 9 de cada 10 venezolanos.
Según el informe, de los 28 países de América Latina y el Caribe, Venezuela solo aparece porcentualmente por delante de Haití, Bolivia, Honduras y Nicaragua. Así, por ejemplo, afirma que: “…en Sudamérica, la prevalencia de la subalimentación en el Estado Plurinacional de Bolivia fue de 23%, mientras que en la República Bolivariana de Venezuela y Ecuador afectó a 17,6% y al 13,9% de la población, respectivamente. Sin embargo, en Chile, Uruguay y Guyana, la prevalencia se estimó por debajo del 2,5%, seguidos de Argentina (3,2%), Brasil (3,9%) y Colombia (4,2%)”.
La «mejoría relativa» de Venezuela
Esos datos son consistentes con los aportados por la nutricionista Susana Raffalli, quien, en diversas entrevistas divulgadas el año pasado, advirtió que 5 millones de personas en el país se encontraban en situación de hambre y que, en “términos de seguridad alimentaria”, si bien es cierto que la “crisis no se ha agudizado, más bien está empezando a mostrar ciertos indicadores de mejoría relativa con respecto a la crisis profunda que tuvimos en 2017”, la misma no ha sido suficiente para subsanar la profunda crisis humana de los años 2014 y 2018, donde se registró “un deterioro importantísimo de todos los componentes del sistema alimentario venezolano”.
“Decir que Venezuela tiene 5 millones de personas en situación de hambre es todavía una cifra escandalosa, sobre todo si nos comparamos con el promedio regional de América del Sur. Venezuela tiene ahora 17,2% de población en situación de hambre, mientras que el promedio regional es del 6%”, ha explicado.
De modo que, difícilmente pueda ser más nefasto el balance social del cuarto de siglo de la hegemonía instaurada en el país a partir de enero de 1999. El chavismo ofreció seguridad alimentaria y en cambio nunca en una centuria tantos venezolanos han padecido hambre.
Una encuesta del año 2016 encontró que más del 70% de los venezolanos había perdido 8 kilos de peso involuntariamente. Por ese entonces no se habían aplicado (ni se las esperaba) las controversiales sanciones financieras (2017) y comerciales (2019) impuestas por la primera administración Trump.
Detalles que no son casualidad
Sin embargo, un trabajo de investigación de 2017 publicado en The New York Times titulado “Como Venezuela colapsó, niños mueren de hambre”, describía la dramática situación nacional.
Entre otras, el reportaje, firmado por Meridith Kohut e Isayen Herrera, afirmaba:
-“El hambre ha acosado a Venezuela durante años. Ahora, está matando a los niños de la nación a un ritmo alarmante, dicen los médicos en los hospitales públicos del país”.
-“Durante cinco meses, The New York Times le hizo el seguimiento a 21 hospitales públicos de Venezuela. Médicos dicen que hay una cifra récord de niños con desnutrición grave. Centenares han muerto”.
Nada que en ese momento no se supiera, pese a los esfuerzos del Gobierno por ocultarlo. Una situación de creciente hambre donde los niños fueron (y siguen siendo) las principales víctimas. Un hecho aterrador e inaceptable, sobre todo cuando esto no era (ni es) consecuencia de una guerra y no era (ni es) por un bloqueo económico. La responsabilidad del régimen chavista era, y es, inexcusable, en particular cuando el país venía de disfrutar del mayor y más largo auge de precios del petróleo de la historia (tal como recuerda el reportaje), para terminar en medio de una situación por la cual no ha pasado ningún gran exportador de petróleo nunca, con la excepción de la Rusia Soviética. Este último detalle no es casualidad.
“Blindar la seguridad alimentaria de los venezolanos”
Bajo el dominio de gobiernos que se autodenominaban como socialistas acontecieron tres de las mayores hambrunas que se registraron en siglo XX. El hambre de 1921 en Rusia bajo el dominio de Lenin; el hambre ucraniana de 1933 (El Holodomor); y “el hambre de Mao” (1959-1962) en China luego del desastre del Gran Salto Adelante.
En todos estos casos la causa del desastre fue la destrucción de la red privada de producción y distribución de alimentos por parte del Estado. Exactamente lo mismo sucedió en Venezuela de 2005 en adelante, cuando el expresidente Hugo Chávez dio inicio a una campaña de expropiaciones de tierras y empresas agroalimentarias con la justificación, según dijo de: “blindar la seguridad alimentaria de los venezolanos”.
Podemos mencionar el caso de Cuba en el Periodo Especial (1991-1999) que, aunque menos impactante en el número de afectados, no por ello es menos dramático desde el punto de vista humano. 56 mil cubanos quedaron ciegos por una epidemia de neuritis óptica (según reconoció luego el propio gobierno de La Habana) como consecuencia de una deficiente alimentación y cada cubano adulto perdió en promedio entre 5 y 25% de su peso corporal. Cuba todavía paga hoy la secuela de esa crisis, lo que se puede apreciar, por ejemplo, en la caída del desempeño de los deportistas cubanos en las distintas citas internacionales.
Sin embargo, hay que agregar que, a pesar de ese desastre provocado por una absurda gestión económica, Cuba demostró estar mejor organizada entonces de lo que ha estado Venezuela para enfrentar su crisis alimentaria.
Las bases del poder de Maduro
Este es un hecho que muchos observadores extranjeros y nacionales desconocen. Los agentes cubanos de las distintas misiones, que han dado asesoría al régimen chavista desde hace cuatro lustros, siempre se han quejado en privado del desorden y la corrupción que imperan entre sus contrapartes chavistas.
No obstante, una de las bases del poder de Nicolás Maduro ha sido, precisamente, controlar la distribución de los alimentos por medio de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) y el Carnet de la Patria.
Desde hace rato los supuestos logros sociales de la revolución rodaron por los pisos ante cualquier observador medianamente objetivo.
Ahora bien, visto en perspectiva, resulta sorprendente que en junio de 2013 haya sido la propia FAO la que otorgó un reconocimiento a Maduro en la ciudad de Roma “por haber logrado los objetivos del Reto del Hambre Cero”. Justamente en ese momento el desabastecimiento de alimentos se generalizaba en el país, así como se multiplicaban las denuncias por los fracasos y corrupción que caracterizaron el desempeño de las redes estatales de comercialización de alimentos Abasto Bicentenario y de la Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos (PDVAL), filial de Petróleos de Venezuela (PDVSA).
La economía sobrevive
En el año 2010 una legisladora regional denunció el hallazgo de 3.600 toneladas de alimentos descompuestos y en abandono importados por esta última empresa. Pese a que continuaron descubriéndose contenedores de comida importada en la misma condición, nunca se llegó a condenar a nadie por esos hechos. Tres gerentes de la empresa fueron detenidos, para luego ser liberados. El juicio quedó en suspenso luego que 5 jueces se pelotearon el caso. Que podamos recordar, el oficialismo no se rasgó las vestiduras, ni pegó el grito en cielo por la manera irresponsable (y con claros vicios de corrupción) con que manipularon esos miles de toneladas de alimentos importados destinados a atender las necesidades de los venezolanos más pobres. Por el contrario, se desestimaron las denuncias.
En cuanto a Abasto Bicentenario, el propio Maduro admitió que ese proyecto “se pudrió”.
En el año 25 de la revolución el hambre, o el miedo a pasar hambre, son la preocupación principal de millones de venezolanos. Es posible que algún día se tengan estimaciones oficiales del pavoroso aumento de la mortalidad infantil provocado por la desnutrición.
Si la situación no ha sido peor es gracias al sector privado de la economía que aún sobrevive, a las que la propaganda oficial no cesó de responsabilizar en su día por “la guerra económica” y a esos humildes agricultores a los que se lo pone todo tipo de obstáculos en su labor, empezando por todas las alcabalas que a lo largo del territorio nacional los extorsionan. Trabajadores a los que de tanto en tanto se le vitupera y amenaza, cuando con justicia reclaman la falta de gasolina provocada por quienes llevan años manejando el que fuera en su momento uno de los mayores y más modernos parques de refinación del mundo.
@PedroBenitezF.
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