Leticia Núñez (ALN).- El país centroamericano celebra elecciones el próximo 4 de febrero bajo la amenaza populista. Juan Diego Castro, del Partido Integración Nacional, lidera las encuestas, aunque lejos de la mayoría suficiente para ganar en primera ronda. Mientras unos le califican como “una cruel realidad”, otros advierten “su reconocida propensión autoritaria”. Y si en algo coinciden la mayoría de los analistas es en que se trata de una candidatura “alarmante” en la democracia más antigua de Latinoamérica.
“Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños”. Esta conocida frase de Oscar Wilde ronda la mente de más de un analista en Costa Rica. Cuando apenas quedan tres semanas para las elecciones presidenciales, lidera las encuestas el populista Juan Diego Castro, del Partido Integración Nacional (PIN).
Está en juego que el populismo llegue al poder por primera vez en Costa Rica, un país que para muchos es un referente por ser la democracia más antigua de América Latina, contar con una sociedad pacífica y estable y un liderazgo ambiental reconocido prácticamente en todo el mundo. Pero ahora, la cosa podría cambiar. Al menos, en lo político. “La radicalización de Castro es una particularidad de la campaña”, señala Ilka Treminio, directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Costa Rica, en declaraciones al diario ALnavío.
Advierte que la campaña de Castro, un conocido abogado penalista que fue ministro de Seguridad en 1994 con José María Figueres, “está muy inspirada en el discurso de Donald Trump” y que su retórica “es altamente populista, populista de derechas”.
No es la única que lo previene. En un análisis publicado en el periódico El País de Costa Rica, el analista Andi Mirom sostiene que “lo que está sucediendo en el país es algo en que la realidad supera la ficción. El problema es que al igual que sucedió con Donald Trump en su momento, ahora Juan Diego Castro es una posibilidad que puede convertirse en realidad”. Y continúa: “La demencia en muchas ocasiones a lo largo de la historia ha superado a la racionalidad y este es un ejemplo de esa cruel realidad”.
Según un sondeo publicado hace cuatro días, Castro lidera la intención de voto con un 28,7% de respaldo
Para Mirom, esa “cruel realidad” a la que alude tiene el nombre y los apellidos de Juan Diego Castro, a quien define como “una muestra más de la estupidez a la que ha llegado la política en nuestros días”. Tras preguntarse cómo los alemanes eligieron en 1933 a Adolf Hitler y por qué los ingleses dieron la espalda a Winston Churchill tras la Segunda Guerra Mundial, Mirom asegura que el electorado “es impredecible y su voto, a diferencia de lo que muchos dicen, es más emotivo que racional”.
En una línea similar se pronuncia el periodista costarricense Luis Fernando Salazar en el diario Extra. Califica a Castro como “un franco exponente del populismo” y sostiene que “es un asunto alarmante para la política nacional y, por lo tanto, debemos ponerle mucho cuidado, pues es un mal perverso que afecta la política mundial”. En su opinión, “no hay seriedad en sus promesas [de Castro], sólo el deseo de vender humo a los que no entienden el idioma de la política”.
Mientras, Juan Carlos Hidalgo, analista sobre América Latina en el Cato Institute, va un paso más allá. En un análisis publicado en La Nación, no sólo avisa que Castro “llena todas las casillas propias de un líder populista y demagogo”, sino que apunta que a todo esto habría que añadir “su reconocida propensión autoritaria”. Con todos estos ingredientes, Hidalgo se muestra rotundo: “Tenemos una candidatura que debe alarmarnos”.
Juan Carlos Hidalgo se muestra rotundo sobre Castro: “Tenemos una candidatura que debe alarmarnos”
Y es que Costa Rica, como el resto de países a escala global, no es inmune al fantasma populista. Discursos como el de Castro aglutinan a una ciudadanía desencantada, “molesta con la política tradicional, a la que una parte de la población culpa del estancamiento”, según explica Treminio.
Pero, ¿por qué está descontenta la población costarricense? Treminio lo argumenta así: “La crisis económica de 2008 tuvo un impacto muy fuerte en el empleo, que no se ha logrado resolver en la actualidad. Especialmente entre los jóvenes. La economía funciona a varias velocidades: hay un sector muy dinámico, que ha permitido el fortalecimiento de las clases medias, pero luego hay una economía muy atrasada donde hay pocas oportunidades. Luego está el sector rural, dentro de la parte menos dinámica. Esas diferencias hacen que no todas las personas se sientan insertadas”.
Al argumento económico, se añade el hartazgo hacia la clase política, que una parte de los ciudadanos percibe como “corrupta e inútil”, según publica Hidalgo en La Nación. Algo en lo que coincide Treminio: “Muchas personas sienten que el sistema ya se agotó y que se necesitan cambios, y eso es lo que está capitalizando Castro”.
Precisamente, el programa de Castro para alcanzar la Presidencia señala que su objetivo es “devolverle la tranquilidad al pueblo en medio de un torbellino de desilusión, en medio de una severa crisis institucional, en medio de una sociedad amarrada por unos cuantos corruptos que se han dado el gusto con los dineros del Estado”.
Al margen del populismo, el periodista Luis Fernando Salazar aporta un último punto de vista que juega en contra de Castro. En un análisis en el diario Extra ofrece una pregunta y una respuesta:
– ¿Debemos estar preocupados los costarricenses con las aspiraciones presidenciales de este masón, gran maestro de la masonería en nuestro país, don Juan Diego Castro?
– La respuesta es más que obvia, sí debemos estar muy preocupados, pues su entorno no es el idóneo para alguien que aspira a la primera magistratura. Su talón de Aquiles es ser en este campo de la política como un general sin ejército, que no tiene soldados para ganar la guerra y menos para darle a este pueblo un gobierno de desarrollo y tranquilidad. Para muestra un botón, uno de los problemas más graves que ha tenido la administración de Luis Guillermo Solís fue el haber ganado las elecciones sin estar preparado, no pudo formar su equipo de gobierno porque no tenía de dónde escoger, tanto así que asumió su gestión sin poder hacer algunos nombramientos y tuvo que rellenar puestos con profesores universitarios totalmente ignorantes de la praxis política, y esa improvisación le ha costado caro a este país.
La última encuesta
Según un sondeo publicado hace cuatro días, Castro lidera la intención de voto con un 28,7% de respaldo, por delante de Antonio Álvarez Desanti, del Partido de Liberación Nacional, con 27,4%. La encuesta, realizada por la consultora OPoI para el periódico Mundo CR, se hizo del 2 al 4 de enero a 2.800 personas, con un margen de error del 1,9%.
En tercer lugar, se sitúa Rodolfo Piza, del Partido Unidad Social Cristiana, con el 12,5%, y en cuarto lugar Rodolfo Hernández del Partido Republicano Social Cristiano, con un 11% en intención de voto.
En total son 13 los candidatos que aspiran a suceder al presidente Luis Guillermo Solís. El porcentaje de indecisos ronda el 35%.