Juan Carlos Zapata (ALN).- El plan del régimen de Maduro sobre el “reformateo” de la deuda está pensado, y no tiene nada de improvisado. Maduro estima ganar tiempo igual que lo ganó con el diálogo político de este 2017 y el anterior de 2016. En todo caso, la crisis sigue atentando contra la estabilidad futura del régimen. Hasta el momento, Maduro ha sorteado los pronósticos de la implosión y del estallido social. Analistas y políticos todavía aseguran que este es un escenario probable. Pero apostar a la implosión del régimen no es una política en sí misma sino una aspiración.
Esta tarde es la cita en Caracas. El encuentro financiero. Con tenedores de bonos de la deuda de la República de Venezuela y de PDVSA. Los mercados temen por el default. Nicolás Maduro apuesta a la reestructuración. La Unidad de Análisis de The Economist señala que el problema no es si Venezuela entrará en default sino cuándo y cuál será el bono que dejará de pagarse. Hasta el viernes corrieron rumores de dos bonos, el PDVSA 2017 y uno de La Electricidad de Caracas, de los que las autoridades no habían abonado los intereses respectivos, lo que luego fue desmentido. La cita en Caracas de hoy busca evitar el evento crediticio. Maduro insiste que no habrá default. Que Venezuela reestructurará toda la deuda. Maduro intenta generar credibilidad y confianza. Y es que hace dos semanas, cuando habló por primera vez del tema, los analistas descartaron de plano el éxito, bien de la reestructuración o bien del refinanciamiento. “Las probabilidades son mínimas o nulas”, señalaron. “Las sanciones por parte de Estados Unidos hacen muy difícil el proceso”, agregaron.
La deuda pública total asciende a casi 170.000 millones de dólares, y el segmento de los bonos públicos se ubica en 58.000 millones de dólares. De este volumen, 32.000 millones son bonos de la República y el restante de la estatal petrolera PDVSA, 26.000 millones. Por otro lado, están las deudas con Rusia y China. Moscú ya anunció que refinanciará. China ya lo hizo a principios de año con un acuerdo ventajoso para Caracas, el cual incluye pagos de capital sólo cuando el precio del petróleo alcance los 70 dólares el barril. Maduro confirmó este domingo las respectivas posiciones de Rusia y China. Sobre esta segunda dijo: “Los compromisos con la República China marchan perfecto”. Se trata de una deuda que engloba 60.000 millones de dólares.
Esta tarde es la cita en Caracas. El encuentro financiero. Con tenedores de bonos de la deuda de la República de Venezuela y de PDVSA
Maduro adelantó que más de 400 inversionistas han confirmado su presencia en Caracas, o lo que es lo mismo, el 91% de los acreedores. La verdad es que casi el 30% de los bonos está en manos de instituciones venezolanas, y tal vez un 20% en manos de inversionistas o testaferros de figuras vinculadas al mismo régimen, los llamados boliburgueses. De otro lado, hay los tenedores venezolanos, empresarios y particulares, que siempre apostaron a la deuda y a mantener una renta debido a los altos rendimientos. De modo que en esta franja, por lo menos la mitad del porcentaje al que hace referencia Maduro, ya estaría cubierto.
Los últimos días los nervios han estado al rojo vivo. Inversionistas consultados señalaron a ALnavío que lamentan no haber salido de las posiciones meses atrás. La deuda se cotiza a niveles del 25%.
Ahora bien, Maduro ha vuelto a reivindicar este domingo el grado de responsabilidad del Gobierno respecto a la deuda. No es la primera vez. Ha esgrimido que el país ha pagado en intereses más de 71.000 millones de dólares en los últimos tres años, o lo que es lo mismo, la mitad del monto de toda la deuda, sacando la de China y Rusia. Maduro dijo: “El default nunca llegará a Venezuela, negociaremos toda la deuda en el país”. De allí el encuentro en Caracas. Y de allí el comité negociador, encabezado por el vicepresidente Ejecutivo, Tareck El Aissami y por el ministro de Finanzas, Simón Zerpa, dos funcionarios objeto de sanciones por parte de los Estados Unidos. La presencia de estas dos personas en el Comité, hizo que se dispararan las alarmas sobre la conveniencia de sentarse a negociar con ellas.
El arma de la Asamblea Nacional
Pero el asunto ha evolucionado. La OFAC ya dijo que si la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, le da el visto bueno a la negociación, no hay problemas. La oposición cuenta con esta arma, la Constitución la ampara: que todo evento de esta magnitud debe tener la aprobación del Parlamento constitucional y no de otra instancia como la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente que la comunidad internacional no reconoce.
La verdad es que casi el 30% de los bonos está en manos de instituciones venezolanas, y tal vez un 20% en manos de inversionistas o testaferros
El presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, según recoge el diario El Nacional, ya lo declaró: Que Maduro debe “admitir que sólo con un programa económico coherente y devolviéndole sus atribuciones a la AN será posible refinanciar la deuda externa”. Agregó que “el país necesita un plan integral en materia económica y regresar a la democracia para poder refinanciar la deuda”. Venezuela sufre una dictadura. El Tribunal Supremo de Justicia y ahora la Asamblea Nacional Constituyente se han atribuido las funciones del Parlamento. Borges fue de los primeros en exhortar al Gobierno a ir a una reestructuración de la deuda. La Asamblea Nacional produjo la semana pasada un acuerdo en el que alertaba de lo mismo, mostrando, con cifras, lo descomunal de la deuda, el derroche de los ingresos petroleros y el fracaso del modelo económico implementado tanto por Hugo Chávez como por Maduro. En el acuerdo, la Asamblea apunta “Desconocer cualquier procedimiento que pueda presentarse ante la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente relacionado con la presentación y aprobación de las condiciones del refinanciamiento de la deuda externa”. Los expertos coinciden en que todo debe pasar por la Asamblea Nacional y que cualquier intento de refinanciamiento o reestructuración debe contar con dinero fresco y que garantice o asegure a los inversionistas continuidad en los pagos.
Ningún multilateral o país va a apoyar los empeños del Gobierno sin una política económica coherente y seria, cosa que hoy no existe.
Como Maduro no desconoce el arma que posee la Asamblea Nacional, Gobierno y oposición se han planteado una nueva ronda de diálogo, y esta vez, el tema de la deuda y el default están sobre la mesa. ¿A cambio de qué? Lo que ya adelantó Borges y un aspecto crucial: la garantía de condiciones electorales. Condiciones para que haya elecciones presidenciales limpias que la oposición calcula ganar, aunque el Gobierno también. La oposición aún no ha escogido candidato. El Gobierno puede insistir con Maduro que ve a la oposición dividida, y si no es Maduro, un candidato alterno como el actual gobernador del estado Miranda, Héctor Rodríguez, un político de la nueva generación chavista. El régimen también requiere que Estados Unidos retire las sanciones sobre funcionarios, civiles y militares, lo cual, se supone, se plantearía en la mesa de negociaciones con la oposición.
Maduro no improvisa
Este cuadro lleva a pensar que el plan del régimen de Maduro sobre el “reformateo” de la deuda está pensado, y no tiene nada de improvisado. Maduro estima ganar tiempo igual que lo ganó con el diálogo político de este 2017 y el anterior de 2016 conducido por el expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero. En el proceso de que se confirme o se descarte la reestructuración de la deuda habrán pasado semanas. Los pagos de interés de fin de año y de enero de 2018 son bajos, con lo cual, no habrá riesgo de default, al menos en este lapso. Así, el régimen habrá extendido el plazo hasta febrero. Y si, tal como teme la oposición, el régimen adelanta las elecciones para marzo o abril, habrá despejado el camino de mantenerse en el poder, teniendo, como tiene en verdad, el apoyo de la Fuerza Armada, cuyo jefe, el general Vladimir Padrino López, la semana pasada definió a un nuevo Maduro, el Maduro estadista, un dirigente de grandes méritos que ha resistido embates políticos y ha ganado los retos que se le han puesto al frente. Padrino López ratificó la lealtad del cuerpo armado a Maduro y al proyecto chavista. La verdad es que Maduro sobrevivió al 2016 y también al 2017. Ya estamos en los umbrales de 2018 y no es que esté a horas de comenzar un proceso de reestructuración de la deuda -un hecho casi imposible hace unos meses- sino que también controla la mayoría de las gobernaciones, va a ganar las elecciones municipales, y calcula encarar las presidenciales en un plazo que le resulte conveniente.
Lo que sí es seguro, es que de no lograr Maduro el cometido, la crisis se va a profundizar aunque el régimen ya tiene alternativas
En todo caso, la crisis sigue atentando contra la estabilidad futura del régimen. Hasta el momento, Maduro ha sorteado los pronósticos de la implosión y del estallido social. Analistas y políticos todavía aseguran que este es un escenario probable. Pero apostar a la implosión del régimen no es una política en sí misma sino una aspiración. Lo que sí es seguro, es que de no lograr Maduro el cometido, la crisis se va a profundizar aunque el régimen ya tiene alternativas, al menos sobre el papel: la experiencia de Cuba de cómo sortear sanciones, acusar a Estados Unidos del bloqueo financiero, y el interés de Rusia y China de evitar que caiga su principal pieza en la geopolítica latinoamericana. La recompra de la deuda con dinero ruso es otra opción. Que se declaren más sanciones, tal como lo ha hecho hoy Europa, no es un asunto que espante al gobierno de Maduro, y que le digan dictador tampoco le quita el sueño. De hecho, el régimen es una dictadura, y este es un costo político que la comunidad internacional ya ha ido castigando.