(EFE).- La crisis económica que desde hace años atraviesa Argentina sigue dejando a personas sin hogar, y con un índice de indigencia que se sitúa en el 7,8 % de la población, la subsistencia es una quimera para este creciente grupo de personas, que encuentra recursos en actividades inesperadas como la venta de libros en la calle.
Cada mañana Carlos Sotelo se despierta en un soportal de la turística calle Florida de Buenos Aires, famosa por sus comercios, y lo primero que hace es ordenar sus libros en el suelo para que los transeúntes puedan ver su amplio catálogo, que sigue creciendo gracias a las donaciones o a la labor de los «cartoneros», como se conoce en Argentina a los recicladores urbanos.
«La gente que me conoce me empezó a regalar libros, todos los días pasan, me ven y me empezaron a regalar, y así empezó la gente a ayudar. Compro también a los cartoneros, hay mucha gente que tira libros porque tiene bibliotecas que están llenas, entonces lo tiran, y yo se lo compro barato», afirmó a Efe.
«ES ALGO QUE YO ELEGÍ»
Sotelo lleva 20 años viviendo en esta esquina, donde poco a poco comenzó a florecer su negocio, gracias a su buena ubicación y a los precios, ya que su política es vender «barato» y en «cantidad», y afirma que cada día puede vender unos 40 libros.
«Yo trabajo bien acá, hago mi dinero, pero duermo en la calle porque es algo que yo elegí, yo sé que la calle es como una maestra que me enseña muchas cosas que no me enseña la academia, que no me enseña la escuela», agregó.
Su historia se remonta a varias décadas atrás, cuando trabajaba como artesano hasta que «un personaje, un desgraciado, un infeliz» le robó sus pertenencias y herramientas de trabajo, por lo que se quedó en la calle y encontró esta forma de ganarse la vida.
Durante el día esta calle suele ser un hervidero de gente, a pesar de que la pandemia de coronavirus paralizó el turismo, aunque por la noche es un lugar sin apenas actividad y para Carlos surge el peligro de posibles robos, que consigue evitar gracias a la protección policial.
«Hago un montículo ahí (con los libros), los tapo con una frazada (manta), los envuelvo bien, cosa que no me los puedan robar, la ajusto bien y me duermo ahí, cosa que si siento si me quieren robar hablo con la policía, que la policía me protege siempre, son buena onda acá los policías», subrayó.
Sus años de experiencia y su don de gentes le han servido para aprender mucho sobre los hábitos lectores de los argentinos, quienes asegura «se están volviendo hacia la lectura», con motivo de la pandemia.
EL MÁS VENDIDO
Sobre las preferencias destaca clásicos nacionales como Borges y Cortázar, aunque asegura que el más vendido es siempre el colombiano Gabriel García Márquez.
«La gente gusta mucho de los autores argentinos, Borges, Cortazar.. pero el que se vende más es García Márquez, nadie se le compara», concluyó.
En varios puntos de la ciudad se puede encontrar a personas sintecho vendiendo libros usados, mayoritariamente lugares turísticos o de mucho tránsito, como el barrio de Palermo, donde en una esquina Martín Sánchez vende sus libros a la voluntad del comprador.
«Menos de 100 pesos (1 dólar) no te deja nadie, siempre la gente te deja», afirmó.
En su caso todos los libros -afirma tener «como 1.000»- proceden de donaciones, por lo que considera que no puede ponerle un precio.
Además, su intención es que puedan acceder a la lectura personas que no pueden financiarse un libro nuevo.
A VOLUNTAD DEL COMPRADOR
«La gente me lo dona, entonces yo no los puedo cobrar. ¿El precio cuál es? La voluntad de la persona, y se vende mucho porque la gente grande principalmente, y más en esta pandemia, lee mucho», destacó.
Sánchez lleva 17 años vendiendo en la misma esquina, al lado de una iglesia donde puede cada noche guardar sus libros, y comenzó a hacerlo porque debido a su pasión lectora se le habían «amontonado los libros», ante lo que pensó en darles salida.
Con esta actividad consigue unos ingresos que se suman a la pensión que percibe.
«Yo aparte estoy jubilado, con la jubilación hace muchos años, te deja plata, todo te deja, aparte yo no fumo, no tomo, no me drogo, son vicios menos que uno tiene, ya se gasta menos», dijo.
Aseguró que también escribe, aunque descarta vender sus obras, y si tiene que elegir se queda con los filósofos clásicos.
«Yo soy de Sócrates, la muerte de Sócrates y las cartas que dejó en la muerte ya me las sé de memoria, porque me impactó que mataran a un tipo que tenía la verdad», concluyó.