Pedro Benítez (ALN).- El proyecto autoritario disfrazado de progresismo sigue en pie en América Latina. Usar la democracia para destruir la democracia. Controlar las instituciones para instaurar un nuevo tipo de autocracia. Pero ahora con una modificación táctica: utilizar un tercero para seguir manteniendo el poder. Es el plan de Rafael Correa en Ecuador, como el de Cristina Kirchner en Argentina y Evo Morales en Bolivia. El mismo perro con el mismo collar.
De cara a la segunda vuelta de la elección que se realizará el próximo 11 de abril en Ecuador se efectuó esta semana el debate presidencial entre el exbanquero, y tres veces candidato por el cargo, Guillermo Lasso, y el exministro de Rafael Correa, y candidato de su partido, el economista Andrés Arauz. Aunque físicamente ausente la presencia de Correa se hizo sentir. No hay manera de escapar al hecho de que todos saben en Ecuador que las elecciones son sobre él. Se elige a otro, pero pensando en votar a favor o en contra del expresidente. No hay más.
Impedido de ser el candidato, desde Bélgica, donde reside, Correa lo sabe. Mueve los hilos desde la distancia y espera el momento para usar esa polarización (si Arauz gana la elección como indican los últimos sondeos) en favor de su proyecto de poder. Mandar por medio de otro.
Como ocurre en otros países de la región el todavía popular Correa (50% de aprobación) divide intensamente a su país. Unos le darán su voto a Arauz porque quieren que el expresidente regrese y mande. Otros votarán por Lasso exactamente por todo lo contrario. Todos saben que con Arauz en el gobierno, Correa estará en el poder. Lo demás es el disimulo propio de la política.
En la campaña de la primera vuelta electoral Arauz hizo uso intenso de la imagen de su mentor. En cada acto proselitista se hacía acompañar de un retrato tamaño natural de Correa. Esta más que claro quién era el candidato.
No obstante, aunque el aspirante correísta ganó con el 32% de los sufragios, quedó en evidencia que el voto en contra es superior. Su ventaja, nuevamente, es la división de sus adversarios.
Luego, en una fantástica operación de prestidigitación política, Correa asocia al actual presidente Lenín Moreno (su candidato hace cuatro años) con el opositor Guillermo Lasso. El mismo que fue derrotado por Moreno. Sólo hay dos bandos. Los que están conmigo o los que están contra mí.
Para saber qué vendrá una vez que Arauz gane basta con voltear la mirada hacia el sur. Argentina y Bolivia son el futuro político de Ecuador.
Tanto Cristina Kirchner como Evo Morales usaron sus respectivas popularidades como piso para sus candidatos. Alberto Fernández y Luis Arce se vendieron como las versiones moderadas de sus antecesores.
Pero una vez en el poder tanto la señora Kirchner como Evo Morales no han dejado de perturbar la gestión de sus presidentes. La táctica ha consistido en promover la confrontación con la otra mitad del país. Provocarlo. Buscar la diatriba. Y desde allí condicionar la gestión del nuevo gobierno.
Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Kirchner no fue candidata contra Mauricio Macri porque astutamente sabía que ella no le ganaría. Así que se buscó a Alberto Fernández para unir a todo el peronismo. Pero eso sí, ella sería desde la vicepresidencia la jefa.
Argentina va para un año y tres meses en ese plan. El presidente Fernández se balancea sobre la tela de la araña. Dice que gobierna él, pero no quiere (o no puede) romper con la jefa de su movimiento. Esta aprovecha para presionarlo. Sacarle e imponerle ministros. No desperdicia oportunidad para marcar su terreno. Cada día queda en evidencia que ella manda mientras él administra (o intenta administrar) el gobierno.
Como muestra un botón. Esta misma semana Fernández, en una videoconferencia con el titular del Banco Mundial (BM), reiteró el compromiso de su administración de honrar la deuda argentina. En cuestión de horas Cristina Kirchner lo desautorizó públicamente. “No podemos pagar, porque no tenemos la plata para pagar”, dijo en un acto público en compañía de su hijo, el jefe del bloque Frente de Todos en la Cámara de Diputados, Máximo Kirchner, y del gobernador Áxel Kicillof.
Ella le está imponiendo su agenda personal al gobierno de Fernández y a la Argentina. La inflación, la deuda y el covid pueden esperar. Las prioridades son sus asuntos pendientes con la justicia, saciar sus venganzas personales y asegurar el futuro político para su hijo. El heredero.
Evo Morales y Luis Arce
En Bolivia, la oferta de Luis Arce fue igual a la de Alberto Fernández. Gobernaría él. Lo prometió explícitamente.
Pero Evo Morales regresó para tomar el control de su partido, el MAS, y restaurar su influencia política en el país. Su agenda ha resultado ser la misma de Cristina Kirchner. Sus problemas con la justicia y cobrarle las facturas pendientes a todos aquellos que frustraron su sueño de perpetuarse en el poder en octubre de 2019. La táctica operacional es calcada de Argentina. Polarizar. Provocar a sus adversarios políticos. Buscar pelea. Él manda, el otro gobierna.
En las pasadas elecciones regionales y municipales impuso a sus candidatos y a los que no les gustó el dedazo cesarista pues los expulsó del partido. Personalismo duro y puro. Esto es lo que le espera a Ecuador. El mismo guión con actores distintos.
Sólo que en el caso de Correa su proyecto de poder va más allá de su país. Con el apoyo del gobierno ruso espera restaurar el proyecto autoritario disfrazado de progresismo que tiene lo que va de siglo rodando por América Latina. Hugo Chávez ya no está en este mundo, pero Correa es el heredero de ese proyecto.
Son las nuevas autocracias latinoamericanas. La diferencia con otras del pasado es que ahora no lo son con el apoyo de Estados Unidos (como solía ocurrir con los dictadores militares) sino con el de la izquierda progresista y populista del mundo entero.