Nelson Rivera (ALN).- El poeta venezolano, galardonado con el XXVII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, es una autoridad moral en su país que no ha dejado de alzar la voz primero contra Hugo Chávez y ahora contra Nicolás Maduro, así como en la juventud lo hizo contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Desde hace más de una década, aproximadamente, Rafael Cadenas porta un privilegio poco común para un poeta: se ha erigido como la figura mayor entre los escritores venezolanos. Ha adquirido las proporciones de un ciudadano ejemplar e insobornable, no sólo por la sostenida irradiación que su poesía ejerce desde comienzos de los años 60, sino por la posición que, como intelectual, ha adoptado ante el régimen inaugurado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro.
Así, en mayo de 2016, cuando recibió el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en Granada, declaró a El País: “El premio significa mucho para mí, para los poetas venezolanos y para mi país que está sufriendo más de lo soportable a causa de una crisis total de la que es responsable el actual régimen”.
También en su último libro de poemas, En torno a Basho y otros asuntos, Cadenas le reclama a las palabras “que cuando los dictadores las usan /ellas no les queman los labios”.
Cadenas ha adquirido las proporciones de un ciudadano ejemplar e insobornable por la posición que, como intelectual, ha adoptado ante Hugo Chávez y Nicolás Maduro
Hablo pues de privilegio, porque no es frecuente que, en las distintas repúblicas de las letras, los escritores cultiven la primacía simbólica. Incluso en México, en los 30 años en los que el nombre de Octavio Paz gozó de una amplia audiencia -desde que renunció a su condición de embajador tras la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en 1968, hasta su muerte en 1998-, dentro y fuera de su país, no faltaron escritores y periodistas especializados en desconocerle y atacarle. El que Paz haya denunciado la condición sangrienta del comunismo ruso o de la guerrilla sandinista, lo convirtió en la diana predilecta de la izquierda mexicana y latinoamericana.
Con el paso de los años, la presencia de Cadenas en el espacio público en lengua española se ha hecho más nítida y frecuente. Sus palabras, cada vez más concretas y reveladoras. No me refiero sólo a sus poemas, sino también a sus incursiones en otros formatos, que brillan por la concisión y la capacidad para alcanzar ese lugar donde el lector acepta ser interrogado.
La vida y sus oficios
Rafael Cadenas nació el 8 de abril de 1930, en la ciudad de Barquisimeto, Venezuela. Fue lector precoz y autor juvenil: a los 16 años publicó una plaquette con el nombre de Cantos iniciales (1946). Viajó a Caracas a estudiar en la Universidad Central de Venezuela. Comenzó en la carrera de Derecho, que al tiempo abandonaría para inscribirse en la escuela de Filosofía y Letras. Su activismo en contra de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, más su vinculación al Partido Comunista, lo llevaron a la cárcel por cinco meses y, a continuación, en 1954, a un destierro a la isla de Trinidad, que se prolongaría cuatro años.
Estos años resultarían decisivos: por Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960), los dos primeros libros del poeta adulto, originados en la experiencia del destierro (“mi único caudal eran los botines arrancados al miedo”); pero además, porque la inmersión de Cadenas en la lengua inglesa -también aprovechó para hacer estudios de francés- le abriría el campo de la traducción, que ha ejercido con renovado rigor, y que cabe considerar una de las variantes, uno de sus oficios poéticos primordiales.
La otra cuestión que apareció entonces, y que sobresale en su libro de 1966, Falsas maniobras (“Planto mi casa en medio de la locuacidad”), es la creciente observación de la escritura, la minuciosidad puesta sobre cada palabra, como si cada palabra fuese la primera y la última a un mismo tiempo, y una visión poética y de la vida, que está siempre en búsqueda de una espiritualidad terrena, una espiritualidad que surge de la interacción lúcida, intensa y permanente con lo real.
Dedicación ejemplar
Paciente lector de la poesía en lengua inglesa, de la poesía española, de algunas otras poesías -como la francesa y la polaca-, y de fundamentales autores orientales; profesor universitario por largos 40 años; ensayista abocado a temas como los entrecruzamientos entre realidad y literatura, San Juan de la Cruz o el que probablemente ha sido su libro de ensayos más leído, citado y estudiado, En torno al lenguaje (1984), una parte sustantiva de la existencia de Rafael Cadenas ha estado en vínculo, en trasiego, en un constante forcejeo con las palabras.
La presencia de Cadenas en el espacio público en lengua española se ha hecho más nítida y frecuente. Sus palabras, cada vez más concretas y reveladoras
Libro a libro, poema a poema, la imagen que el poeta ofrece a sus lectores es la de un hombre que busca. La de un hombre que nos advierte: no hay respuestas fáciles. Las que son fáciles, no son sino trampillas, falsos consuelos. Cadenas nos ha advertido en relación a nuestra propia condición (“No buscamos ser sino sentirnos en algún estado ‘superior’. Estamos adiestrados para perseguir siempre una ganancia, tal es nuestra barrera. La agonía de no querer ser lo que somos”). Nos ha invitado a la vigilia (“El tesoro no nos aguarda”).
Ha reivindicado el uso de la lengua con una precisión que alcanza la ética -la responsabilidad-, tal como se vislumbra en los primeros versos de su poema Ars poética: “Que cada palabra lleve lo que dice. /Que sea como el temblor que la sostiene. /Que se mantenga como un latido. //No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa /ni añadir brillo a lo que es. /Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir /verdad. /Seamos reales. /Quiero exactitudes aterradoras. /Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso /mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas”.
Reconocido en el espacio geográfico de la lengua española, Cadenas ha recibido el Premio Nacional de Literatura en Venezuela (1985), el Premio San Juan de la Cruz (1992), el Premio FIL de Literatura (2009), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2015), el Premio Andrés Bello de la Academia Venezolana de la Lengua (2015), y ahora el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2018). Esto sugiere que, a pesar de la prudencia y la contención que han sido los signos de la conducta vital de Cadenas, su verbo poético ha cruzado las fronteras, y ha logrado instalarse en la memoria de los lectores.