Antonio José Chinchetru (ALN).- El presidente de la Generalitat, Quim Torra, representa la línea más radical del separatismo catalán dentro del ámbito político. Sin embargo, hay organizaciones que le superan y le exigen que vaya más allá en su desafío al Estado. Son las mismas asociaciones y grupos que han sido alimentadas y alentadas por los propios partidos nacionalistas para impulsar el proyecto independentista en la sociedad catalana.
Los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) tuvieron su momento de gloria en la masiva manifestación independentistas celebrada en Barcelona este martes. Una portavoz de estos grupos fue invitada a hablar ante los asistentes, que oscilaban entre 200.000 personas (según las estimaciones de la organización constitucionalista Sociedad Civil Catalana) y un millón de manifestantes (según la Guardia Urbana). El mensaje que envió la representante a Quim Torra y al resto de miembros del Gobierno autonómico fue claro. Les exigió “desobedecer en los despachos como nosotros hacemos en la calle”.
La representante de los CDR no se limitó a exigir al Gobierno de la Generalitat de Cataluña que desobedezca, es de suponer que la Constitución y el resto de las leyes españolas. Le envío una amenaza implícita: “Cuando un pueblo manda, un gobierno obedece”. En esta frase asume como cierta una tesis que fue alimentada precisamente por los políticos a los que ahora exige mayores radicalismos, según la cual en Cataluña hay “un solo pueblo” que está a favor de la independencia. La otra cara de la moneda de esta totalitaria idea es que todos los catalanes que no están a favor de la separación del resto de España no merecen ser considerados parte del pueblo catalán.
La presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie, dejó mensajes parecidos. Reclamó al Ejecutivo de Torra y a los partidos separatistas que no digan “que todo lo debe hacer la gente desde la calle”. Además, les mandaba un aviso: “No digan ahora que aquello no era un referéndum (el ilegal del 1 de octubre de 2017) y que hemos de implorar permisos que no llegan nunca”.
La duda que queda es si esta exigencia de mayor radicalismo por parte de los CDR y la ANC es en realidad un reproche a Torra o una estrategia pactada
La duda que queda es si esta exigencia de mayor radicalismo por parte de los CDR y la ANC es en realidad un reproche a Torra o una estrategia pactada. El presidente de la Generalitat y el prófugo Carles Puigdemont tienen que hacer frente al hecho de que Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) ha decidido desde hace un tiempo pasarse a una moderación estratégica (Ver más: El independentismo catalán afronta su ‘otoño caliente’ dividido y desorientado). Frente a esto, los discursos de la supuesta sociedad civil independentista le sirven para presionar a ERC para que vuelva a la vía de la confrontación con el Estado.
Si es así, Torra puede terminar devorado por el monstruo que él ha alimentado. Hasta ahora no ha dado muestras de estar dispuesto a asumir un destino como el de Puigdemont o el de Oriol Junqueras. Se ha cuidado mucho de no traspasar nunca de forma clara una línea que pudiera hacer que la maquinaria judicial actuara contra él, y tener entonces que optar por fugarse al extranjero o entrar en prisión. Por el momento, lo que hace es caldear el ambiente con discursos cada vez más radicales. No parece muy dispuesto a hacer efectiva la “desobediencia desde los despachos”.
Pero no hay que descartar que los CDR y la ANC no se conformen con una política de gestos y declaraciones. Al fin y al cabo, son organizaciones formadas por personas que hace algo menos de un año estaban convencidas de estar a punto de lograr el nacimiento de la República Catalana. Desde el 1 de octubre son ya 11 meses de frustración.
La ANC y los CDR nacieron con el objetivo de ser la punta de lanza del independentismo y no se conformarán con otro papel
En cualquier caso, una y otra organización ya no aceptarán moderación alguna. Nacieron con el objetivo de ser la punta de lanza del independentismo y no se conformarán con otro papel. Aunque aparenten ser sociedad civil no lo son tanto. Se trata de grupos que han sido mimados desde la clase política separatista, que los ha alentado para crear la ficción de “un solo pueblo” dispuesto a romper con España. La simbiosis ha sido tan absoluta en el caso de la ANC que en los últimos año ha sido común que altos cargos de la organización pasen a ocupar responsabilidades políticas y viceversa.
No hay que llevarse a engaños. CDR, ANC, ERC y el PDeCAT de Torra y Puigdemont comparten objetivos. Lo que varían son las estrategias. Y las dos primeras organizaciones exigen a las segundas un radicalismo en la actuación que los partidos políticos cada vez están menos dispuestos a asumir. Al fin y al cabo, una acción concreta con la que la Generalitat pretendiera volver a proclamar una hipotética República Catalana terminaría con los miembros del actual Gobierno ante los tribunales.
La presión de la pseudo sociedad civil independentista sobre el PDeCAT y ERC va a ser cada vez mayor. La ANC y los CDR nacieron para ser manejados por los políticos independentistas, pero ahora se han cambiado las posiciones. Son estas organizaciones las que pretenden marcar el ritmo a los partidos y al Gobierno secesionista. Han asumido de forma absoluta que tienen un papel de ‘punta de lanza’ del proceso independentista. Que lo logren o no es todavía un misterio.