Rafael Alba (ALN).- En los últimos tiempos, las bodas de los retoños de los magnates rusos han disparado los precios de las estrellas internacionales del canto. En el enlace de Sergio Ramos y Pilar Rubio, según varias informaciones, los novios se quedaron sin la intervención de Rosalía por falta de acuerdo en las condiciones previstas en el contrato.
Seguro que ya han leído algo sobre esto. O lo habrán visto en cualquier pantalla de televisión, de ordenador o de teléfono móvil. O lo habrán escuchado en la radio. Al menos sí viven en el planeta Tierra, en general, y en España en particular. Si ese es su caso, va a ser muy complicado que no le haya llegado alguna noticia sobre la fastuosa y rutilante boda entre un tal Sergio Ramos, conocido defensa central del Real Madrid y la selección española de fútbol, y una tal Pilar Rubio, popular presentadora de televisión de la plantilla de Atresmedia. La saturación informativa alrededor de este magnífico evento ha llegado a tal punto que las noticias sobre el enlace hasta ocuparon la portada de los periódicos deportivos, para el disgusto y el descontento de los aficionados más puristas, que no acaban de ver qué relación existe entre este asunto, más propio de las revistas del corazón, y la información especializada que les gusta consumir y por la que pagan. Suponemos que expresidente del Gobierno Mariano Rajoy pudo formar parte de este grupo de críticos, puesto que es un fanático lector del diario Marca, según cuentan las crónicas.
Lo sabemos todo del enlace, ya digo. El coste del cubierto, el nombre del famosísimo cocinero, tres estrellas Michelin, que realizó el menú (Dani García), la lista de los invitados que estuvieron y los nombres y apellidos de aquellos con los que se contaba, en teoría, y no estuvieron. Y hasta los 10 euros por hora que cobraron los operarios del evento, algunos de los cuales se han sacado un dinerillo extra, explicando en algún programa de televisión de Mediaset, la competencia del equipo de Rubio, que “están seguros de que Sergio y Pilar no sabían nada, pero que los encargados no les trataron bien”. Y, por supuesto, también sabemos quién actuó. Al menos, según lo publicado por La Vanguardia, en el enlace del futbolista sevillano hubo flamenkito, a cargo de Niña Pastori y Ketama y una dosis de heavy rock, de corte glamoroso y ochentero, a cargo de Europe, la banda que conquistó a medio mundo gracias The Final Countdown. Un buen cartel para una fiesta, pero que, al parecer, no era exactamente el que los famosos novios hubieran querido.
Por lo que se ve, hay veces que el tamaño del talonario no es suficiente para tener lo que se desea, por mucho que en este asunto de las fiestas privadas, las bodas, los bautizos y las despedidas de soltero, casi todos los artistas parecen dispuestos a sucumbir ante la perspectiva de realizar un concierto bien pagado por la gente que puede. La última boda de relumbrón que tuvo lugar por estos lugares, unos meses antes del enlace Ramos-Rubio, al que nos hemos referido hasta ahora, fue la de Marta Ortega, hija de Amancio Ortega, el hombre más rico de España, según los rankings anuales de la revista Fortune, con un tal Carlos Torretta, profesional cercano también al mundo de la moda, a quien la fama masiva no le había sonreído hasta que conoció a su actual esposa. Los príncipes de Inditex, según el nombre que ya le han asignado a la pareja nuestros sufridos compañeros de la prensa del corazón, también contaron con cantantes de fama internacional en la celebración de su enlace. Aunque esta parejita, menos racial que Sergio y Pilar, optó por el jazz suave y el pop de cámara como banda sonora de su enlace. Y allí estuvieron los mejores de ambos géneros, señores. Nada menos que Norah Jones y Jamie Cullum, para amenizar la cena y, luego, la intervención especial de Chris Martin, líder de Coldplay, y amigo de la pareja que interpretó el tema Yellow para que Marta y Carlos abrieran el baile nupcial.
¿Cuánto cobra Beyoncé?
Por si les apetece saber cuánto les costaría a ustedes contar con un elenco musical de estas características ya les digo que, euro más, euro menos, la fiesta les saldría por un millón o un millón y medio. Y sin despeinarse ni ponerse caprichoso, porque entonces los precios suben. Si quieren que intervenga Beyoncé, por ejemplo, la factura no bajaría de los cuatro millones de euros, según lo que contaba la periodista Alicia Adejobi en un artículo del International Business Times, en el que se hablaba del precio cobrado por la diva por intervenir en un evento muy especial organizado por una empresa tecnológica. Claro que ella está en lo más alto de una clasificación en la que, por culpa, del dinero de los magnates rusos, parecemos sumergidos en una burbuja de lujo y esplendor que les complica un poco el coste de los eventos a los pobrecitos ricos de clase media. Si es que podríamos decir que existe una categoría en la que se agrupasen los millonarios menos favorecidos del planeta, porque parece que también entre ellos hay lucha de clases.
Tras la irrupción de los compatriotas de Vladímir Putin en la parte contratante de los bodorrios, los costes se han elevado a la estratosfera. Tanto que su gusto por el derroche casi ha borrado del mapa el viejo esplendor de los jeques árabes, que no hace tanto eran lo más de lo más en esto del lujo sin fronteras. Según los expertos en el tema, que escriben en los portales especializados, hoy parecen haberse establecido dos tarifas. Una que incluye sólo la intervención en el escenario de los artistas en cuestión en shows de unos 45 minutos por cabeza y que resulta más o menos económica. Al fin y al cabo, los shows realizados por Sting, Jennifer López y Enrique Iglesias, en la boda de su hijo sólo le costaron a Mijaíl Gutseriev, unos tres millones de dólares (2,6 millones de euros) en total. Aunque, al parecer, el británico resulto más caro que el resto. Él cobró 1,5 millones de dólares (1,32 millones de euros), mientras que López se conformó con un millón de dólares (880.000 euros) y el hijo del gran Julio Iglesias se llevó los 500.000 dólares restantes (443.024 euros).
Ahora que si lo que usted quiere es que el artista famoso, además de cantar se convierta en un invitado más, y pase, digamos, unas nueve horas presente en el evento, cene, se haga fotos, baile y cante, le va a salir por un pico. O eso le pasó hace un par de años a Valery Kogan, otro magnate ruso, que casó a su hija Irene en Londres y quiso darle el capricho de que Mariah Carey y Elton John cantaran y pasearan por allí. Ambos estuvieron más que dispuestos a hacer feliz a la chica, por la módica cantidad de tres millones de euros por barba, según informaciones nunca desmentidas publicadas en la época por el portal TMZ. Y, además, no siempre es posible llegar a un acuerdo. Hay gente más campechana y asequible. Y otros que lo son menos o no lo son en absoluto. Como Adele, que, según se dice, ha llegado a rechazar cheques de casi dos millones de euros, porque prefiere no intervenir en fiestas privadas. La diva no quiere robarle ni un minuto a su vida familiar cuando no está grabando o de gira. Y, por lo visto, en su caso, no hay dinero suficiente para apartarla de sus seres queridos, si está pasando con ellos las vacaciones. Si quieren intentarlo, asegúrense de que el evento tenga lugar en uno de los días laborables de esta gran soulwoman moderna.
¿Y las viejas glorias españolas?
Como suele suceder, es fácil seguir la pista del dinero, cuando hablamos de estrellas anglosajonas. Ni los británicos ni los estadounidenses son demasiado pudorosos a la hora de abordar estos asuntos. Todo lo contrario que los latinos. En el caso de los artistas españoles, por ejemplo, no suele haber demasiada transparencia sobre los cachés. Los hay muy solicitados, sobre todo en Latinoamérica, como Rosario Flores, la hija de la inmortal Lola Flores, de quien se dice que en alguna ocasión no ha tenido problemas en compartir escenario con la mismísima novia, si era pertinente. O Bertín Osborne, ese crack entre los cracks, que, según él mismo contó en una intervención en el programa El Hormiguero, fue contratado sin saberlo para intervenir en una boda en Colombia, en la que creyó ver entre los cerca de 300 invitados a algún famoso capo del narcotráfico. Claro que tampoco estaba muy seguro de nada, porque le recogieron en avión en Miami y le llevaron luego hasta su destino sin darle demasiadas explicaciones. Al parecer, el cheque era lo suficientemente abultado como para que el artista, que no desveló la cuantía a la que hacía referencia, se atreviera a pedir detalles innecesarios sobre los asistentes a esa gala tan peculiar.
Pero, en esto como en todo, pueden conseguirse menús bien sabrosos, mucho más económicos. En España, la factura por tener en directo a una banda del pasado, con éxito en los 60, los 70 o los 80, por ejemplo, puede reducirse hasta los 10.000 euros más IVA y algunos gastos adicionales como los transportes o los equipos de sonido. Aunque, claro, ya no hablamos de alguien que esté en este momento en la cresta de la ola. Y, en ocasiones, el problema no es tanto el dinero, como el hecho de que los contratos tienen que fijar muy bien las condiciones en las que el artista está dispuesto a intervenir en el evento. Los hay, por ejemplo, que, al contrario de lo que contábamos hace unas líneas sobre Rosario Flores, no les gusta compartir escenario con nadie. Y, claro, a ninguna novia, ni novio, le gusta que haya otros protagonistas más importantes que ellos mismos en un día tan señalado. ¿Y lo bien que queda una buena foto en la que los anfitriones, o los padrinos, o quien sea, aparezca micrófono en mano junto a la diva (o el divo) de turno?
Y si no que se lo digan a Félix Revuelta, propietario de Naturhouse y promotor de Sociedad Civil Catalana, los archienemigos del independentismo. Y también a su esposa Luisa Rodríguez. Ambos celebraron hace un par de semanas una exclusiva fiesta de cumpleaños en un hotel de lujo situado entre Marbella y Estepona, y se dieron el homenaje de subirse al escenario para bailar el cumpleaños feliz, arrullados por la sensual voz de Carla Bruni, la cantante y exprimera dama de Francia gracias a su matrimonio con Nicolas Sarkozy, tan elegante y altiva como cercana y asequible cuando la ocasión lo requiere. Lo cierto es que, a veces, el acuerdo no es posible. Y algo así debió pasar con Rosalía en el enlace Ramos-Rubio, del que hablábamos al principio de este artículo. La artista española más de moda del momento suspendió la actuación que tenía previsto realizar allí sólo tres días antes del evento, al parecer porque las condiciones del escenario no eran adecuadas, según la versión sobre el desencuentro que ha publicado Look, el portal de información rosa de Ok Diario.
Tampoco le debieron gustar a Shakira ni a AC/DC, que también habrían sido “tocados” por los novios para que intervinieran en la boda, según la misma fuente, y no llegaron a actuar. No sería, sin embargo, el caso deMaluma, otro a quien se esperaba y tampoco apareció y cuya ausencia estuvo motivada por la pérdida de un avión. Por lo visto, las exigencias de los managers de Rosalía ya han frustrado otras apariciones estelares de la cantante en fiestas privadas. La misma Madonna, que se declara admiradora incondicional de la catalana, quiso contratarla para la celebración de uno de sus últimos cumpleaños que iba a tener lugar en Marruecos. Pero al final no lo hizo, porque no llegó a un acuerdo con los representantes de la chica. Ella quería escuchar a la cantante en formato íntimo y flamenco, con un guitarrista y un par de palmeros como mucho. A un precio asequible, por supuesto. Pero no fue eso lo que le ofrecieron. Le pidieron un dineral para cerrar el concierto, entre otros motivos, porque Rosalía necesitaba desplazar a un equipo de 36 personas para realizar la gala. O eso fue, por lo menos, lo que contó la cumpleañera a unos cuantos periodistas españoles con los que se reunió para promocionar su último disco, el polémico Madame X. Un producto pop de impecable factura, y menos chispa de lo que esperaban algunos, que ha sido admirado y denostado a partes iguales por los críticos más reputados del tormentoso mundillo del pop global.