Rafael Alba (ALN).- Los procesos de ‘interpolación’ y el uso del big data se generalizan en la creación de productos musicales de impacto global. Las ‘playlists’ de las plataformas de ‘streaming’ sustituyen a la ‘radiofórmula’ como trampolín preferido para la generación de ingresos artísticos.
Quienes fueron clientes habituales del Rincón del Arte Nuevo en la década de los 90 del pasado siglo lo recordarán. Por aquel entonces el cantautor Javier Batanero solía actuar cada sábado por la noche en el pequeño local de la calle Segovia de Madrid, tras la disolución de Académica Palanca, el grupo con el que consiguió el éxito. Y en uno de los momentos más celebrados de su show, el artista solía explicar que su madre, preocupada por el futuro económico de su hijo, siempre solía decirle: “Javier, tus temas están muy bien y son muy bonitos y eso, pero no son conocidos. Y así no hay manera de ganar dinero. Piénsalo, hijo. ¿Por qué no compones canciones conocidas?”.
¿Gracioso, verdad? Pues a lo mejor no deberían ustedes reírse tanto, porque si tenemos en cuenta las últimas tendencias predominantes en la industria audiovisual global a la hora de crear productos musicales de impacto universal, habría que admitir que la madre de Javier Batanero era una visionaria. Una mujer adelantada a su tiempo que supo ver el futuro. Resulta que justamente eso, componer canciones conocidas, es lo que hacen ahora los grandes creadores de hits que trabajan junto a las estrellas más rutilantes del momento. Y el proceso tiene ya su nombre técnico y todo. Se llama interpolación. O esa es la traducción literal de interpolation, la palabra inglesa original.
Componer canciones conocidas es lo que hacen ahora los grandes creadores de hits que trabajan junto a las estrellas más rutilantes del momento
La interpolación consiste en incorporar a un tema nuevo, o que se presentará como tal, uno o más fragmentos melódicos, vocales o instrumentales, de una antigua canción de éxito. Pero no a modo de cita breve u homenaje, como se ha hecho tantas veces en la historia. Para nada. Ni tampoco de forma más o menos encubierta como se hacía con los ya antiguos samplers. La tendencia actual es otra. Tiene que estar ahí y notarse. Formar parte de ese presunto producto flamante que los ‘creadores’ del siglo XXI perpetran para servir a los fans de las estrellas del momento.
No hay que confundir este proceso industrial con el viejo plagio de toda la vida. En absoluto. Aquí se respetan los derechos de autor y se incluyen los nombres de los compositores del tema interpolado en los créditos del hit de última generación. Nadie quiere líos judiciales. Esto tiene que ser un negocio limpio. Los ejecutivos discográficos ya han aprendido que no les sale a cuenta terminar en los tribunales por un estribillo ganador. Es mejor arreglar las cosas antes. Por lo que pueda pasar.
El big data y la música pop
A lo mejor a ustedes todo esto no les parece bien. Pero ténganlo en cuenta. Resulta que en estos tiempos de big data y algoritmos, hay que ser poco menos que un lerdo para no recurrir a esta técnica prodigiosa. Que tiene dos ventajas claras: Se trata de melodías que ya han probado su capacidad de convertirse en minas de oro y, además, introduce un ambiente de familiaridad en la canción desconocida en la que aparece y gracias a eso, es mucho más fácil que el público conecte con ese nuevo producto que se le ofrece. Y lo retenga en su memoria.
Revoluciones las justas y los experimentos con gaseosa, que decían las frases hechas. Sobre todo, una vez que hay pruebas concluyentes de lo que funciona y de lo que no. Y la interpolación funciona tan bien que en 2017 casi se ha generalizado. Al menos en EEUU, donde seis de los 10 temas más escuchados en las plataformas de streaming en el año recién terminado, incluían esta técnica de composición, según un estudio muy recomendable que acaba de publicar la página especializada Hit Songs Deconstructed.
Producto de la interpolación es, por ejemplo, Shape of you, canción que, siempre con el permiso de Despacito, fue el gran megahit del pasado año. Un tema que ha conseguido en sólo ocho meses 1.500 millones de escuchas en Spotify, lo que le convierte en el más oído, hasta el momento, de toda la historia de esta plataforma de streaming y ha liderado las listas en 50 países del mundo, España incluida. Su intérprete, como sabrán, es el cantante británico Ed Sheeran, que también es responsable de la composición junto a los productores Steve Mac y Jhonny McDaid.
Aunque a estos tres nombres habría que añadir otros cuatro. Los de Kandi Burruss, Tameka ‘Tiny’ Cottle, y Kevin ‘She’kspere’ Briggs, autores de No Scrubs, una canción de 1999, a la que el grupo TLC llevó al número uno de la lista de ventas de la revista Billboard, ese mismo año. Sheeran, Mac y McDaid, usaron el estribillo y el ritmo de este tema en la parte anterior del suyo. Casi podría decirse que fueron más discretos y creativos de lo habitual. Porque la tónica general no es esa.
Se trata de melodías que ya han probado su capacidad de convertirse en minas de oro y, además, introduce un ambiente de familiaridad en la canción desconocida
Más bien se corresponde con lo que ha hecho la gran diva Taylor Swift en su hit más reciente titulado Look what you made me do, que tiene el récord histórico de visualizaciones en YouTube en 24 horas, tras conseguir 43 millones de clicks, sólo en el día de su lanzamiento. Taylor ha interpolado en su canción el pegajosísimo estribillo de I’m too sexy, el temazo llena-pistas con el que la banda Right Said Fred triunfó en todo el mundo en 1991. ¿Recuerdan?
Repetir lo que funciona, la mejor receta para triunfar
Y ya puestos, si el fragmento melódico tomado en préstamo es bueno y pegadizo qué problema hay para repetirlo en todas las secciones del nuevo tema. Eso es justamente lo que han hecho los autores de Closer, la canción de The Chainsmokers, que fue número uno en 25 países el año pasado, EEUU incluido. En este número suena hasta la saciedad el fantástico hook (otro palabro anglosajón que podría traducirse como gancho) de Over my head (cable car), la canción que supuso la consagración internacional de The Fray, la banda rockera de Denver asociada para siempre a la música de la serie Anatomía de Grey.
Aunque tampoco hay que limitarse a interpolar fragmentos de un solo hit. También pueden combinarse partes de dos canciones, por ejemplo. Y de distintas épocas bien alejadas en el tiempo, además. Esa ha sido la opción elegida por los miembros de Portugal. The Man, una banda de gran éxito también en España, que rompió las listas de éxitos el año pasado con Feel it still. Un hit irresistible que se beneficia de las ‘vitaminas’ melódicas aportadas por Please mr. postman, el temazo de The Marvelettes que arrasó en las listas en 1961, y de la intro y la letra de Hands To Myself, un éxito reciente de Selena Gómez.
Y, ¿cómo saber el tipo de hit que conviene copiar en cada momento concreto? ¿Hay alguna manera de asegurarse de que una producción multimillonaria va a contar desde el primer momento con el favor del público? Pues claro que sí. Y eso es lo malo. O lo bueno. Ya no hay, si alguna vez los hubo en este siglo, compositores de pop que aspiren a difundir por el mundo auténticas obras de arte de tres minutos como las de John Lennon y Paul McCartney, Burt Bacharach, o Holland, Dozzier y Holland.
A los artesanos de hoy les gusta ir sobre seguro. Y cuentan con múltiples herramientas para conseguirlo. Con sistemas informáticos especializados en el análisis de big data que despiezan punto por punto los éxitos para averiguar sus componentes. Y con compañías tecnológicas de nueva generación creadas en este caldo de cultivo. Pero, de eso, y de las previsiones optimistas que los bancos de inversión tienen ahora sobre el futuro de la industria discográfica mundial, hablaremos en profundidad próximamente.