Antonio J. Chinchetru (ALN).- El gobierno de Donald Trump anunció la semana pasada que estudia imponer un embargo a PDVSA. Esto no supondría apenas costo alguno para el suministro de petróleo en EEUU, pero tendría un efecto devastador para la economía venezolana y dejaría sin gasolina a millones de ciudadanos.
A pesar de lo expuesto por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, ante el Senado de EEUU, la Casa Blanca está estudiando imponer sanciones económicas al régimen de Nicolás Maduro en forma de embargo a la estatal Petróleos de Venezuela, PDVSA. Esta medida supondría un golpe para las cuentas públicas difícil de digerir, puesto que PDVSA es el principal pilar de la economía nacional. De hecho, las exportaciones de esta compañía suponen el 95% de los ingresos en divisas del país.
A pesar de la profunda retórica antiestadounidense de Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después, EEUU es desde hace años el principal sustento económico del régimen bolivariano. Sólo en 2016, Estados Unidos realizó importaciones de Venezuela por un monto total de 10.890 millones de dólares (9.341 millones de euros). Un 95,6% de esa cifra corresponde a la compra de petróleo y sus derivados. Los dos últimos inquilinos del Palacio de Miraflores han podido mantener toda la estructura clientelar, en forma de diferentes “misiones”, entre la población venezolana, así como su intervencionismo en numerosos países latinoamericanos, gracias al crudo vendido a la principal potencia mundial.
Dependencia bolivariana de EEUU
EEUU compra cerca de la mitad del petróleo que PDVSA exporta al exterior. En los últimos meses esto significa 750.000 barriles diarios. Además, los paga al contado y en un plazo de 60 días. Ningún otro país lo hace, lo que convierte al régimen bolivariano en un dependiente absoluto de su principal cliente.
Sólo en 2016, Estados Unidos realizó importaciones de Venezuela por un monto total de 10.890 millones de dólares
Gracias a estos ingresos, Venezuela puede seguir vendiendo petróleo a los países de Petrocaribe a precios preferentes, que además pagan en buena parte con alimentos, y el resto mediante financiación a largo plazo y con un bajo interés. Otro país que recibe grandes cantidades de crudo de PDVSA es China, entre 400.000 y 600.000 barriles diarios. Pero no se trata de exportaciones en sentido estricto y no suponen ningún tipo de ingresos para la compañía venezolana. Esto se debe a que ese crudo está destinado a pagar los créditos por valor de 50.000 millones de dólares que Pekín concedió a esta empresa en los años de bonanza petrolera.
Si el embargo petrolero puede suponer un descalabro definitivo para la ya destrozada economía venezolana, para Estados Unidos no implicaría apenas sacrificio alguno. Este país dispone en la actualidad de sus mayores reservas de crudo de la historia, además de que puede importar petróleo barato de muchos otros países en un escenario en el que la producción mundial es muy abundante. Incluso la refinería Citgo, propiedad de PDVSA y propietaria de una amplia red de gasolineras, podría acceder a ese petróleo, pero no al venezolano. Irónicamente, uno de los posibles mercados a los que podría acudir EEUU es un socio estratégico de Venezuela. Se trata de Irán, tras el fin de las sanciones por su programa nuclear.
Desabastecimiento de gasolina en Venezuela
Las únicas compañías estadounidenses que podrían sentir los efectos de las sanciones son aquellas que venden derivados del petróleo, sobre todo gasolina, a Venezuela. En 2016 exportaron al país 27,44 millones de barriles, y en los cuatro primeros meses de este año la cifra fue de 10,34 millones de barriles. Que el país que dispone de las mayores reservas del mundo tenga que importar combustible desde el exterior se debe a la progresiva decadencia técnica de PDVSA, producto de la “depuración” ideológica de la compañía que llevó a cabo Hugo Chávez.
Pero si esto será perjudicial para algunas compañías estadounidenses, lo será aún más para el régimen de Maduro, PDVSA y, sobre todo, los ciudadanos venezolanos. La empresa petrolera depende de estas importaciones tanto para cumplir las obligaciones contraídas con clientes exteriores, a las que no puede hacer frente con su propia producción, como para vender combustible en el país. Si la gasolina estadounidense deja de llegar a Venezuela, la escasez de combustible se convertirá en una realidad cotidiana.