Juan Carlos Zapata (ALN).- Delcy Rodríguez creía que entraba a España. De hecho, ya había establecido citas de “negocios”. Y le había suministrado las coordenadas a algunos conocidos de dónde se iba a alojar en Madrid. Ocho días atrás había establecido contactos. ¿Pero qué pasó? ¿Quién abortó el plan?
Al menos dos empresarios. Uno de España y uno de Venezuela, sabían que la vicepresidenta Ejecutiva de Nicolás Maduro llegaría a Madrid el lunes 20 de enero. En el mundo de los negocios las noticias corren pronto. El primer empresario está vinculado al mundo del petróleo. El segundo es un industrial con operaciones, por décadas, en Venezuela, aunque venido a menos, como todos. Amigos desde hace años, el español llamó al venezolano para consultarle. “Viene Delcy Rodríguez y trae una propuesta sobre inversiones en petróleo. ¿Qué piensas?”.
Con este anuncio, la mano derecha de Maduro estaba anticipando que iba a entrar a España. Porque había una excusa técnica para hacerlo, y ese sería un elemento que manejó desde que se planificara el viaje y tal vez el elemento de fuerza -¿La excusa principal?- que se le transmitió a la Cancillería: que Delcy Rodríguez viajaba en ese avión y debía pernoctar en Madrid pues en vista de que continuaba viaje hacia Turquía -después se fue a Qatar– la tripulación, por protocolo, estaba obligada a descansar después de 9 horas de vuelo desde Caracas.
Estaba tan segura Delcy Rodríguez de permanecer esas horas en Madrid, y celebrar las reuniones que había pautado, que a un conocido suyo le había indicado el hotel del Paseo de La Castellana donde se iba a alojar, y el nombre supuesto con el que se iba a registrar. En efecto, un nombre que no era el suyo. Y esta información la obtuvo el diario ALnavío de manera casual -fortuita diría el ministro José Luis Abalos sobre su encuentro en la nave que la transportaba- en una reunión en la que se encontraba la fuente, quien de manera espontánea señaló a los presentes, incluyendo al periodista, que Delcy Rodríguez ya estaba en Madrid, y cuando se le apuntó que corría el rumor -todavía era un rumor- de que se le había negado el ingreso se apresuró a aclarar:
-No. Está en Madrid. En este hotel. Llegó anoche. Seguro la veré -Después la fuente se enteraría de los hechos.
Pero Delcy Rodríguez estaba tan segura de que estaría en Madrid que, aun ya desatada la polémica mundial, algunos de sus amigos en Caracas, consultados por el diario ALnavío, seguían creyendo que lo había logrado, a pesar de las sanciones que le impiden ingresar en los países de la UE. Uno de ellos, comentó al diario ALnavío:
-Sigue creyendo que no entró.
Toda esta historia lleva al diseño del viaje. El por qué y el para qué del viaje. La misión que se traía entre manos, justo cuando todavía era una posibilidad de que el mandatario español, Pedro Sánchez, recibiría a Juan Guaidó después de su paso por Londres, Bruselas, Davos y París, aunque en esa fecha no estaba confirmada la cita con el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Guaidó no quiere pelea con Sánchez sino que juntos combatan la dictadura de Maduro
La historia conduce a la obligada pregunta de quién era el contacto inicial desde dentro o fuera del gobierno de Pedro Sánchez que le estaba ofreciendo garantías de que podía viajar, podía aterrizar en el aeropuerto de Barajas e, inclusive, pasar la madrugada del lunes, el propio lunes, y tal vez hasta el martes, en Madrid, si se atan los cabos de los empresarios y de la otra fuente identificada como “conocido” suyo. Le estaba garantizando que podía desarrollar su agenda. Destaca aquí que la Vicepresidenta viajaba con seis asesores. ¿De qué tipo?
Lo siguiente fue el trámite de la embajada de Maduro en España, que había informado antes a Cancillería sobre el viaje de Delcy Rodríguez, y de la nave específica del vuelo, y lo subsiguiente fue que Cancillería participó al Ministerio del Interior y luego Interior a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, que tomaron las medidas del caso.
La historia conduce a la obligada pregunta de quién era el contacto inicial desde dentro o fuera del gobierno de Pedro Sánchez que le estaba ofreciendo garantías de que podía viajar, podía aterrizar en el aeropuerto de Barajas e, inclusive, pasar la madrugada del lunes, el propio lunes, y tal vez hasta el martes, en Madrid, si se atan los cabos de los empresarios y de la otra fuente identificada como “conocido” suyo.
Ha debido ser un contacto con poder. Al que se le escapaba el detalle, el pequeño detalle, que es el que va a revelar más tarde el presidente Sánchez: que de haber ingresado se hubiese desatado una tormenta diplomática. “Una crisis diplomática”, dijo Sánchez. Crisis que se hubiese dado en varias bandas: con el régimen de Maduro, con los socios de la Unión Europea, que fue la que impuso las sanciones, y con los Estados Unidos, aliado de la causa a favor de Juan Guaidó y el rescate de la democracia en Venezuela. Si lo que ocasionó el aterrizaje y el encuentro del ministro Ábalos ha sido todo un escándalo que se extenderá por semanas y con el agravante de que será ventilado en el Congreso de Diputados, hay que imaginarse lo que hubiera pasado si la filtración del diario Vozpopuli hubiera sido que Delcy Rodríguez, la sancionada por la UE, y mano derecha de Maduro, se encontraba en Madrid, alojada en un hotel del Paseo La Castellana.
Delcy Rodríguez estaba tan segura de entrar a España que pujó por horas. Hay que imaginarse la rabieta de esta mujer menuda queriendo bajar del avión y hay que imaginarse al comisario de fronteras llamando a su superior para indicarle lo que estaba pasando, y este llamando al ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, y este luego llamando al ministro de Transporte, José Luis Ábalos, para que la persuadiera de que aquello era una insensatez.
El ministro le confiesa al diario La Razón que el dispositivo policial “era fuerte”. Ábalos dice que el ministro de Interior le pidió que procurara que Delcy Rodríguez no bajara del avión, y tal cual lo hizo: “Le recordé que no podía entrar en suelo español dadas las sanciones de la Unión Europea”, declaró Ábalos a La Razón. Las fuentes policiales han coincidido en apuntar que Ábalos fue a Barajas a persuadirla de que no descendiera, y no como ha dicho que era para verse con su “amigo” el ministro de Turismo chavista, Fernando Plasencia. Si la versión policial es la correcta, es posible imaginar el estado de tensión generado por Delcy Rodríguez, dentro y fuera del avión, porque, además, a esa hora de la madrugada del lunes debía estar llamando al contacto en el poder, a quien seguro le reclamaba la situación.
¿Pero qué podía hacer Marlaska? ¿Qué podía hacer Ábalos? ¿Qué podía hacer Cancillería? ¿Qué podía hacer Sánchez? Lo otro es que Delcy Rodríguez ni siquiera habría llegado al hotel del Paseo de la Castellana, sino que hubiese sido detenida en Barajas, y entonces la crisis diplomática hubiese sido de otra dimensión. Según Sánchez, esa crisis fue la que evitó Ábalos. “Lo logró”, dijo. Una crisis que no pasó por la mente de quienes son los lobistas políticos de Maduro dentro y fuera del gobierno de Sánchez cuando se empeñaron en la operación del viaje, quizá creyendo tenerlo todo bajo control. Ábalos en verdad, atajó, por ahora, dos crisis: La diplomática y la interna en el gobierno. Al empresario no le caben dudas. Alguien abortó el plan de Delcy Rodríguez. Porque la reunión que iba a sostener con ella iba en serio.