Daniel Gómez (ALN).- Aunque no lo parezca, el estadounidense Elliott Abrams y el ruso Alexander Shchetinin tienen varias cosas en común. Hablan español con fluidez, conocen en detalle Latinoamérica, son los enviados especiales para Venezuela de sus respectivos gobiernos y quizá lo más sorprendente: ambos defienden la negociación en Noruega entre Juan Guaidó y Nicolás Maduro.
El menos conocido de los dos es Alexander Shchetinin, recién nombrado por el presidente, Vladímir Putin, como enviado especial de Rusia para Venezuela.
Shchetinin, quien ronda los 60 años, comenzó la carrera diplomática en 1984, cuando se graduó en el Instituto Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales. Un organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, la cual cayó un lustro después de que Shchetinin se graduara.
Nada más graduarse se fue a México, donde se desempeñó como funcionario de la embajada soviética. Allí estuvo hasta 1989, cuando saltó a la Oficina de América Central. Comenzó como agregado y terminó como primer secretario del organismo hasta 1994. Ya no representaba a los soviéticos. Representaba a Rusia. La Rusia de Boris Yeltsin, el presidente que impulsó a Putin al poder.
En Centroamérica, Shchetinin vivió de cerca los últimos años de la Revolución Sandinista de Nicaragua, un gobierno que contó con el apoyo explícito de la Unión Soviética y de la Cuba de Fidel Castro. Quizá de aquella época también le suene el nombre de su homónimo estadounidense Eliott Abrams.
El papel de Abrams en Latinoamérica
Abrams es un veterano. Tiene 71 años. Se le hacía jubilado hasta que el presidente, Donald Trump, lo nombró enviado especial para Venezuela este enero. Entonces aparecieron viejas historias sobre este diplomático. Quizá la más conocida fue su condena por participar en el escándalo Irán-Contras mientras servía al presidente Ronald Reagan.
El escándalo Irán-Contras ocurrió entre 1985 y 1986. Una operación por la que altos cargos del gobierno de EEUU, entre ellos Abrams, vendían armas a Irán a cambio de un dinero que blanqueaban en Suiza. Lo blanqueaban para finalmente financiar a la Contra, un grupo de insurgentes nicaragüenses que intentaba derrocar el gobierno sandinista liderado por Daniel Ortega, quien sigue ostentando el poder en Managua.
Ambas operaciones, la venta de armas a Irán, y el financiamiento a la Contra, estaban suspendidas por el Senado. De ahí la condena a Abrams por parte de un fiscal especial estadounidense en 1987. Condena de la que fue absuelto en 1992 por el expresidente George H. W. Bush.
El indulto recibido por Bush padre lo saldó años más tarde asesorando a George W. Bush hijo, siendo uno de los arquitectos de la Guerra de Irak. Una “guerra contra el terror”, como defendió Abrams, provocada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra EEUU.
Abrams, cuyo nombre está vinculado a numerosos escándalos, quien ha sido definido como “injerencista” y “maestro de las operaciones encubiertas” por el exembajador estadounidense en Panamá, John D. Feeley, es ahora el hombre que más apuesta por la negociación en Venezuela.
Abrams y Shchetinin defienden el diálogo
En mayo, como reveló el diario ALnavío, Abrams se reunió en el Vaticano con el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, y con el cardenal de Caracas, Baltazar Porras. Lo que se supo del encuentro es que Abrams y Parolin trataron de alinearse en una misma estrategia, la cual tiene que ver con la crisis de Venezuela y con las negociaciones que se desarrollan en Oslo con la mediación de Noruega.
Benedicte Bull, profesora en la Academia de Gobernanza Global de Oslo y directora de la Red Noruega de Investigación sobre Latinoamérica, dijo en una reciente entrevista con este diario que es Abrams el personaje de la Casa Blanca que más dispuesto está a que las conversaciones en Noruega continúen.
Todos los actores internacionales reman en la misma dirección. Todos apuestan por una salida negociada en Venezuela. Todos, menos EEUU, que sigue sin inclinarse por esta iniciativa.
Shchetinin estuvo en Estocolmo para lograr la continuidad de las negociaciones en Oslo. Fue el representante de Rusia en una reunión en la que estuvieron delegados de China, del Vaticano, del Grupo de Contacto de la Unión Europa, de las Naciones Unidas y del Grupo de Lima.
Por otro lado, en una reciente entrevista con The Associated Press, Shchetinin, ya como enviado especial para Venezuela, dijo que lo de Noruega ha generado “una oportunidad, aunque muy frágil, para la solución política y diplomática”. Un espaldarazo a la negociación que también se entiende como una primera victoria mundial de este proceso.
Shchetinin estuvo en Estocolmo para lograr la continuidad de las negociaciones en Oslo. Fue el representante de Rusia en una reunión en la que estuvieron delegados de China, del Vaticano, del Grupo de Contacto de la Unión Europa, de las Naciones Unidas y del Grupo de Lima.
Shchetinin también ocupa el cargo de jefe del Departamento de América Latina del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia. Pese a la caída de la Unión Soviética en 1991, siempre estuvo vinculado a Moscú, a América Latina y a Estados Unidos.
Fue consejero de la Oficina de Representación del Observador Permanente de Rusia ante la Organización de Estados Americanos en Washington. Trabajó para la Embajada de Rusia en EEUU. También fue asesor principal del jefe del Departamento de América Latina. Y entre 2009 y 2012, cuando Cristina Fernández de Kirchner era presidenta de Argentina, fue el consejero-embajador en Buenos Aires. De este periodo seguro conoció a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro, por entonces canciller. Las relaciones entre Caracas y Buenos Aires eran fluidas, así como con Moscú.
En definitiva, cargos de alta responsabilidad para Shchetinin, pero con una diferencia con su homónimo Abrams. El ruso siempre mantuvo un perfil muy bajo y no se conocen escándalos asociados a su persona. No obstante, con la crisis de Venezuela ha venido ganando protagonismo. De hecho, fue Shchetinin quien en enero se ofreció a Moscú como mediador en el conflicto venezolano.
Mediador, pero con una clara inclinación a favor de Nicolás Maduro. Shchetinin, al igual que el canciller ruso, Sergei Lavrov, siempre protege al régimen y cada intento de Juan Guaidó para lograr la salida de Maduro es criticado como un movimiento imperialista de EEUU. Tampoco hay que olvidar su participación en Estocolomo.
Pese a todo, pese a que Shchetinin tiene una visión del mundo totalmente opuesta a la de Abrams, lo cierto es comparten varias cosas. Hablan español, conocen Latinoamérica, son los enviados especiales para Venezuela, los caballos de Trump y Putin en su tablero de ajedrez geopolítico, y, además, defienden una misma solución: la negociación.