Roy Ellis (ALN).- Latinoamérica no estaba preparada para el viraje proteccionista de Donald Trump, lo cual exige replantear su estrategia. Todo dependerá de la capacidad de ajuste de cada país, la prudencia que haya ejercido en su política fiscal y la habilidad para asegurar nuevos mercados. A pocas semanas de la toma de posesión del presidente Donald Trump en Estados Unidos, las potenciales consecuencias para Latinoamérica constituyen una matriz multidimensional de escenarios. Su análisis resulta un tanto complejo y de conclusión incierta para la región.
La primera manifestación observada en los mercados ha sido una pronunciada volatilidad del peso mexicano frente al dólar, que llegó a devaluarse 20% en las semanas posteriores a la elección y luego de los anuncios del desmantelamiento del Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México (NAFTA). Pero las potenciales ramificaciones futuras requieren un análisis un tanto más agudo.
A Latinoamérica se le plantea una arrogante imposición de los nuevos tiempos
Para entender el entorno es necesario describir los fundamentos del programa de gobierno que Trump ha anunciado. Este se basa en:
- simplificar y reducir impuestos
- disminuir los niveles de regulación de la administración pública
- establecer controles migratorios y una política restrictiva de comercio exterior
- ejecutar un plan expansivo de inversión en infraestructura
- y fomentar la actividad de producción de gas e hidrocarburos.
Todo esto coincide con la implementación de una política monetaria restrictiva por parte de la Reserva Federal, con su consecuente incremento de tasas de interés y fortalecimiento del dólar.
A Latinoamérica se le plantea la nueva realidad post-electoral estadounidense, netamente individualista, como una arrogante imposición de los nuevos tiempos que todo lo demanda y poco aporta a la región.
Ciertamente hubo cambios políticos que marcaron un distanciamiento de los modelos populistas, observados en las victorias electorales de Enrique Peña Nieto en México, Pablo Kuczynski en Perú, Mauricio Macri en Argentina y Michel Temer en Brasil. También la recuperación de los precios de las materias primas en los mercados mundiales, que anunciaban una sostenida mejora de carácter estructural en las economías más importantes de la región. Sin embargo, Latinoamérica no estaba preparada para un viraje proteccionista de parte de su socio comercial más importante, lo cual exige un replanteamiento de su estrategia de crecimiento.
En este sentido, el caso de México es quizás ejemplarizante. La estructura del aparato productivo mexicano fue diseñada sobre la base de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá que le permitió fortalecer su capacidad productiva industrial con el propósito de abastecer la demanda de productos proveniente de su vecino del norte.
La primera manifestación de los mercados fue la devaluación del peso mexicano / Flickr
Es así como México logró efectivamente reducir su dependencia de la exportación de materias primas (petróleo, metales y productos agrícolas) a solo 17% del total de sus exportaciones, frente a países como Argentina, Colombia y Brasil, con una exposición superior al 70% sus exportaciones (JP Morgan y fuentes oficiales).
Sin embargo, la diversificación de sus productos de exportación vino acompañada de una concentración significativa de sus exportaciones con destino a Estados Unidos, alcanzando la cifra del 81% del total. Esta relación de dependencia forzosa es precisamente la que coloca a la economía mexicana en una relación negociadora incómoda frente al proceso de restructuración del NAFTA, con las consecuencias iniciales ya apuntadas.
Efectos negativos y positivos
Pero, ¿cuál es el balance esperado del efecto de las nuevas políticas anunciadas por Washington? En gran medida dependerá del éxito del programa económico del nuevo gobierno norteamericano.
Si la economía de Estados Unidos logra crecer a niveles cercanos o superiores a su potencial a largo plazo, generaría una demanda que se traduciría en apoyo al precio de las materias primas. Esto redundaría en beneficios para Latinoamérica, ya que dicho componente representa 53% de las exportaciones de la región. Este incremento en la actividad económica vendría probablemente acompañado de un aumento de las presiones inflacionarias y de las tasas de interés, que a su vez promoverían un fortalecimiento del dólar, lo cual a su vez haría más competitivas las exportaciones de la región.
Estos beneficios neutralizarían el efecto negativo derivado del incremento en las tasas de interés, diferenciales de crédito, y los costos de financiamiento para los sectores oficiales y privados latinoamericanos.
En la última década la región ha transitado exitosamente el camino de establecer políticas de prudencia fiscal que efectivamente han limitado y restringido los niveles consolidados de exposición a pasivos en moneda extranjera y los déficits gemelos de cuenta corriente y balance fiscal, con pocas aunque notables excepciones. En caso contrario podríamos estar frente a un proceso recesivo de impacto negativo para todo el hemisferio.
Finalmente, es de particular interés analizar el impacto que tendría el incremento de la producción de gas e hidrocarburos por parte de Estados Unidos. Si bien es cierto que el precio del crudo se ha incrementado de manera sostenida, dicho comportamiento es en buena medida fruto de los recortes de producción por parte de los países miembros de la OPEP.
La realidad de la actual coyuntura se revela como un reto al status quo
La eliminación de restricciones ambientales que permitan la extracción de hidrocarburos en Estados Unidos y la aprobación por vía rápida de proyectos de transporte de crudo, como el sistema de transporte por tuberías de Dakota, tendrían como resultado un significativo incremento en la producción de hidrocarburos, lo cual contribuiría a la reducción del precio del petróleo.
En consecuencia, es perfectamente posible la materialización de un escenario en el cual se conjugue el incremento del precio del complejo de las materias primas con una caída en el precio de los hidrocarburos. Este resultado es significativo ya que aproximadamente 19% de las exportaciones globales de Latinoamérica están conformadas por hidrocarburos, en algunos casos tan elevadas como Colombia (52%) y Venezuela (96%).
Roy Ellis es CEO de Silk & Co., Nueva York
La realidad de la actual coyuntura se revela como un reto al status quo que requiere de flexibilidad para maniobrar en un entorno donde los factores externos se imponen sobre los países latinoamericanos. El nuevo paradigma que resulte dependerá de la capacidad de ajuste de cada país, la prudencia que haya ejercido en su política fiscal, la habilidad para asegurar nuevos mercados y el grado de desarrollo de sus mercados de capitales.