Sergio Dahbar (ALN).- La agencia de inteligencia rusa KGB tenía 24.000 agentes reclutados en Letonia entre 1953 y 1991. Los archivos que dan cuenta de ese trabajo de espionaje se abrieron en diciembre pasado.
Hay un cuento de Jorge Luis Borges que quiero recordar. He aquí algunos elementos de la trama del Tema del traidor y del héroe (Ficciones, 1944). Ryan, descendiente del ficticio héroe revolucionario irlandés Fergus Kilpatrick, descubre que su pariente fue condenado como traidor. El hecho curioso es que, para que la causa de la rebelión sobreviviera, el traidor muere teatralizando como héroe de La tragedia de Julio César, de William Shakespeare.
Irlanda, 1824. Los revolucionarios buscan liberarse de la opresión inglesa. El país está maduro para la rebelión, pero… hay un traidor. Fergus Kilpatrick encarga a su más antiguo colaborador, James Nolan, la revelación del enigma. Hay una investigación y un cónclave y las cartas quedan echadas sobre la mesa. Nolan demuestra sin asomo de duda que el traidor es el mismo Kilpatrick. El traidor acepta su culpa, pero pide que ese error no perjudique la causa.
Letonia discute qué hacer con los archivos de la KGB desde 1989. Otros exterritorios soviéticos (Lituania, Estonia y Georgia) encontraron algunos archivos de la KGB. Letonia es una isla especial: se quedó con un índice sistemático que enlista los nombres de más de 4.000 presuntos espías
¿Qué se le ocurre a Nolan? Kilpatrick debe morir pero por culpa de la policía británica. Su muerte movilizará a los rebeldes irlandeses, en lugar de producir el desaliento que provocaría la doblez de Kilpatrick. El traidor escenifica su propia muerte, que se produce de manera épica el 6 de agosto de 1824.
Este cuento de Jorge Luis Borges, del que apenas he referido la punta del iceberg, tendría resonancias particulares para los ciudadanos letones que desde hace años confrontan la hipotética revelación que esconden los archivos de la KGB sobre su propia actuación en los años duros del comunismo. Más de un familiar descubriría que en su familia aquellos que son recordados como héroes, podrían convertirse en traidores, espías, soplones… Toda una pesadilla.
Veamos otros hechos. De acuerdo con el informe del periodista Andrew Higgins, de The New York Times, “Yuris Taskovs informó a la KGB sobre un vecino que veía pornografía alemana. Él sabía que, si los archivos policiales secretos de Letonia salían a la luz pública, como sucedió en diciembre pasado, sus perversas actividades quedarían al descubierto”. Este letón espió para la KGB por 12 años. Hizo su trabajo con entusiasmo antes que cayera el Muro de Berlín, y el comunismo se viniera abajo como una pared húmeda.
Letonia discute qué hacer con los archivos de la KGB desde 1989. Otros exterritorios soviéticos (Lituania, Estonia y Georgia) encontraron algunos archivos de la KGB. Letonia es una isla especial: se quedó con un índice sistemático que enlista los nombres de más de 4.000 presuntos espías.
Y entonces surge la gran pregunta borgiana: ¿Acaso los letones no sólo fueron víctimas de la opresión soviética, sino también colaboradores sumisos? Para que la historia sea más literaria aún y se retuerza sobre su ombligo perverso, cabe una inquietud: ¿Será que todo responde a una conspiración de la KGB para sembrar confusión entre las élites post-independencia del país cuando se preparaban para destacar su heroísmo en tiempos de Guerra Fría?
En los archivos aparece un ex primer ministro, el juez de la Suprema Corte, líderes religiosos, cineastas, estrellas de televisión y escritores. Higgins cita a Mara Sprudja, directora del Archivo Nacional, entidad que comenzó a publicar los archivos online. Ella señala un caso sintomático. Andres Slapins, camarógrafo letón asesinado por tropas soviéticas que atacaron a activistas proindependencia en Riga, la capital, en 1991. “Fue un héroe, no un traidor”.
Los viejos suelen ser sabios. Lidija Lasmane, 93 años, integrante del movimiento disidente de la era soviética en Letonia, aplaudió que se divulgaran los archivos. “Han llegado demasiado tarde para servir a la verdad histórica o para resolver una pregunta moral: “¿cómo es que una persona perfectamente normal se convierte en una bestia dispuesta a traicionar a sus amigos, su familia y su país?”.
¿Acaso los letones no sólo fueron víctimas de la opresión soviética, sino también colaboradores sumisos? ¿Será que todo responde a una conspiración de la KGB para sembrar confusión entre las élites post-independencia del país cuando se preparaban para destacar su heroísmo en tiempos de Guerra Fría?
En las últimas tres décadas, el Parlamento de Letonia votó tres veces para abrir los archivos de la KGB al público. Cada intento fue frustrado por el veto presidencial. En 2014, con nuevo presidente, el Parlamento aprobó una medida que autorizaba la publicación de las “Bolsas Cheka” (como las llaman), sólo después de que una comisión científica estudiara su contenido hasta mayo de 2018.
“A fines de diciembre pasado, las tarjetas con el índice se digitalizaron y se cargaron en la web para que todos las vean, 7 meses después de lo previsto y 27 años después del fin del imperio para el que fueron creadas”, explica la periodista y escritora Linda Kinstler.
Kinstler estudió literatura en el Departamento de Retórica de Berkeley. Fue Marshall Scholar en el Reino Unido, donde cubrió el devenir de la política británica. Ha publicado trabajos en The Atlantic, The New Republic y Politico. Su familia emigró de Letonia en 1988. Ella ingresó su cédula letona en la página de los archivos en línea. Junto a los datos relacionados con su apellido, también había una guía telefónica de la KGB, un diccionario de contrainteligencia, una lista de personal “independiente” y normas para la conducta de la agencia.
Lustrum
“Los archivos brindan una ventana al funcionamiento del estado de seguridad soviético, pero no la ‘imagen completa’. Las 4.000 tarjetas representan una fracción de los más de 24.000 agentes de la KGB reclutados en Letonia entre 1953 y 1991. Se espera que la comisión publique partes de los informes Delta a finales de este año. Se publicarán con redacciones, a diferencia de las tarjetas. Un volumen desconocido de materiales de la KGB se transfirió a Moscú antes de 1991, y el resto se dispersó: algunos documentos fueron destruidos, de manera supuestamente errónea, en la Academia de Policía de Letonia”, precisa Linda Kinstler en un trabajo publicado en The New York Review of Books.
En una entrevista al historiador Martins Kaprāns, uno de los miembros originales de la comisión científica que examinó los archivos antes de su lanzamiento en diciembre, este académico señala que “debido a los rápidos cambios que ocurrieron a fines de la década de 1980, la KGB simplemente no pudo controlar la situación de la misma manera que antes. Entonces, reclutaron a cualquiera, incluidas las personas más influyentes”.
Esto también se lo confirma Indulis Zālīte, exdirectora del Centro de Documentación de Letonia, quienes se opusieron por años a la exposición pública de los archivos. Ante la posibilidad de tener una visión distorsionada de la realidad, pensaban que no podía hacerse visible algo tan perturbador. “Pusieron a todos en el mismo saco, a los que tenían la sangre de los partisanos en sus manos, y a los que estaban en el otro extremo, que ni siquiera tenían idea de que se les consideraba agentes”.
Hubo gente en Letonia que comparó la apertura de estos archivos con una antigua práctica romana, una limpieza ritual conocida como lustrum, proceso de purificación que se llevaba a cabo cada cinco años. Los funcionarios públicos al final de su mandato eran obligados a presentarse, confesar sus pecados y arrepentirse. A través de este ritual, todo el cuerpo político quedaba renovado. Sería interesante pensar qué pasaría en lugares como España, Brasil o Venezuela, con altos índices de corrupción, si se volviera a poner en práctica el Lustrum.
Lustrum se llama también el documental sobre los archivos de la KGB en Letonia, que Gints Grübe y Sanita Jemberga estrenaron en noviembre, semanas antes de la revelación de los archivos. La película es un collage de imágenes históricas y entrevistas contemporáneas que avanzan y retroceden en el tiempo.
Hubo gente en Letonia que comparó la apertura de estos archivos con una antigua práctica romana, una limpieza ritual conocida como lustrum, proceso de purificación que se llevaba a cabo cada cinco años. Los funcionarios públicos al final de su mandato eran obligados a presentarse, confesar sus pecados y arrepentirse
“Después de todas nuestras entrevistas” -Grübe, el director de la película, le explicó a Kinstler-, “tenía la sensación de que, desde 1991, la gente sabía más o menos que sus nombres estaban aquí en el archivo. Pero encontraron una manera, en sus cabezas, de construir historias a su alrededor. No sé si les creen, pero todos encuentran la manera de hablar de ello”.
Varios intelectuales y políticos de Letonia promueven una Ley de Transparencia y Prevención de la Repetición de un Régimen Totalitario. Se trata de un proyecto de restitución de la memoria social. De autorizarse, se publicarán archivos personales de los miembros del Partido Comunista de Letonia, junto con documentos de comités comunistas, comisarios, fiscales… “El propósito del proyecto de ley es eliminar la posibilidad de la repetición…”. Loable es. La pregunta es si lo lograrán. Los buenos no siempre ganan.