Pedro Benítez (ALN).- El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está en campaña en busca de su reelección este año. Si tiene que tomarse una foto con Vladimir Putin, con el Papa o bajar al Averno lo hará. Que se hable bien o que se hable mal, pero que se hable. El mandatario ruso y amo del Kremlin es noticia todos los días, por malos motivos, pero eso es lo de menos. Lo importante para Bolsonaro es seguir despachando cuatros años más en el Palacio de Planalto y derrotar al favorito de todas las encuestas , el ex presidente Luis Ignacio Lula Da Silva.
Por eso no ha tenido ningún problema en visitar Moscú justo en medio de una crisis internacional, homenajear al Ejército Rojo y ser recibido por Putin, quien le brindó una camaradería que contrasta visiblemente con el trato que pocos días antes le dio al presidente francés Emmanuel Macron y al canciller alemán Olaf Scholz.
En ese extraño oficio que es la política las cosas nunca son lo que aparentan ser. Hasta el amigable encuentro de este pasado miércoles efectuado en Moscú, se suponía que Brasil y su Presidente de derecha estaban en el “bando contrario” a Rusia. Después de todo, Putin ha sido amigo o aliado de los enemigos del controversial Bolsonaro: Lula en su propio patio, Alberto Fernández y Nicolás Maduro en el vecindario. El canal de noticias ruso en idioma español, Actualidad RT, no lo ha tratado con afecto.
Pero resulta ser que, además de sus cálculos electorales, Bolsonaro se siente cómodo con gente como Donald Trump, Benjamín Netanyahu, el húngaro Viktor Orban, y por supuesto Putin. Ese es su grupo. Todos comparten sus puntos de vista (o el desprecio) por la democracia liberal y los derechos humanos. Son la derecha radical, rabiosamente conservadora, anticomunista y nacionalista que está de moda en el mundo entero. Con Trump fuera de la Casa Blanca, Putin es el macho alfa de esa manada.
Desde el mismo momento que ganó las elecciones presidenciales brasileñas de octubre de 2018, la diplomacia occidental le marcó el terreno, tratándolo como un apestado. Bolsonaro les ha correspondido con creces haciendo campaña abierta contra la vacunación (la nueva extraña bandera de ese sector político). Una actitud no muy distinta, por cierto, a lo de Andrés Manuel López Obrador en México, pero con éste las consideraciones han sido otras.
Los desaires a Bolsonaro
Así, por ejemplo, en octubre pasado sus colegas lo recibieron fríamente durante la cumbre del G-20 que se efectuó en Roma. En ese tipo de encuentros son usuales los encuentros personales entre los jefes de Estado y de Gobierno que asisten, pero Bolsonaro tuvo solo una reunión privada de alto nivel con el presidente de Italia y anfitrión, Sergio Mattarella. Desairado, se fue a pasear por Roma, visitando la Piazza della Rotonda y la Fontana di Trevi sin mascarilla.
Pocas semanas después, su rival Lula fue recibido con honores propios de un jefe de Estado por parte de Macron en París y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en Madrid. Putin le ha dado la oportunidad de la revancha.
Dicho todo lo anterior, no está de más recordar que, pese a todo, esta movida de Bolsonaro es coherente con la tradicional política exterior brasileña. Lo muy anticomunistas presidentes-generales que se alternaron el gobierno de Brasil durante la dictadura militar (1964-1985) no dudaron en desafiar a Estados Unidos al desarrollar su propio programa de desarrollo nuclear, mantener relaciones comerciales fluidas con el régimen comunista africano de Angola o la propia Unión Soviética, mientras que con la otra mano apoyaron el golpe de Estado en Chile en 1973 y el Plan Cóndor. No se nos olvide, el sentimiento antiestadounidense se esconde hasta en el alma de los latinoamericanos más conservadores.
El expresidente Lula, por su lado, tuvo excelentes relaciones personales con su colegas norteamericanos George W. Bush y Barack Obama, mientras era amigo de casi todos los enemigos declarados de Estados Unidos, desde América Latina hasta el Medio Oriente. De modo que se puede decir que lo que es igual no es trampa.
Una visita que implica un desafío
No obstante, es imposible obviar los actuales vientos de guerra que soplan por el mundo con Estados Unidos y sus aliados enfrentados a Rusia por Ucrania. Según filtró el propio equipo del presidente brasileño el Departamento de Estado estadounidense le pidió a Bolsonaro suspender la visita a Moscú que estaba prevista desde el mes de noviembre. Y hasta en su propio Gabinete hubo ministros que le pidieron lo mismo. Desafiante, el excapitán del Ejército, hizo caso omiso alegando las importantes relaciones comerciales entre Brasil y Rusia. Pero ese es el pretexto. Las razones, como podemos apreciar, son otras.
Es más, en la comparecencia conjunta que los dos personajes dieron ante los medios, Bolsonaro claramente se refirió a los valores que, supuestamente, comparten él y Putin: religión y familia.
De modo que todos sus pasos llevan a Moscú.
Por su parte, para Putin todo esto es como un regalo del cielo. Mejor momento para él era imposible. Brasil no es la Argentina de Alberto Fernández (a quién también recibió hace pocos días) al borde de un default financiero, o la empobrecida Venezuela de Nicolás Maduro. Brasil hoy en día es la décima potencia económica mundial con reservas internacionales superiores a los 300 mil millones de dólares, con el segundo presupuesto militar del continente americano. Antes de la pandemia su PIB era superior al de Rusia y con una economía más diversificada y compleja lo más seguro que lo vuelva a ser cuando los precios del petróleo retrocedan. Bolsonaro no fue a Moscú como un limosnero mostrando el sombrero.
Algunos aliados son más importantes que otros
Vale la pena preguntarse cómo ven esta movida Alberto Fernández, Maduro, el expresidente ecuatoriano Rafael Correa y toda la izquierda iberoamericana (incluido Lula) que se han presentado como aliados preferentes del autócrata ruso en esta parte del mundo.
El mismo día que Bolsonaro y Putin se reunieron, Maduro afirmó que Venezuela se encuentra en: “El camino de una poderosa cooperación militar» con Rusia. Eso tras su cita con el viceprimer ministro de ese país, Yuri Borísov. De coherencia nadie se va morir. Todos juegan en varios tableros.
No obstante, recordemos que Maduro lleva varios años vociferando de su alianza con Rusia.
Putin siempre dará algún respaldo, aunque sea simbólico, a todos los enemigos de sus enemigos. Pero hay unos que pesan mucho más que otros.