Ysrrael Camero (ALN).- Entre el 23 y el 26 de mayo se realizarán las elecciones para el Parlamento Europeo. La coyuntura no es sencilla. La Unión Europea, siendo el gran proyecto de la modernidad liberal de la postguerra, se encuentra sometida en la actualidad a un conjunto de tensiones, internas y externas, que está manejando con dificultad.
El proyecto de integración se inició en el marco de la inmediata posguerra como expresión de la superación de los nacionalismos a través de una identidad europea que se fortaleció en el marco de la Guerra Fría, en confrontación con la otra Europa, la comunista. El Estado social, la democracia liberal, la integración económica y la resolución pacífica de los conflictos, el soft power, se convirtieron en parte integral del perfil suavizado de la nueva Europa que sobrevivió a la caída del mundo soviético.
La promesa de prosperidad democrática lo convirtió en un proyecto tentador para los países del Este que se incorporaban al capitalismo y a la democracia tras el vendaval de 1989-1991. De la Comunidad Económica Europea derivó en la Unión Europea como una ampliación en su identidad, pretendiendo definir un horizonte civilizatorio común. Entre el Tratado de Maastricht de 1992 y el fracaso del proyecto de Constitución Europea en 2005, pasando por la instauración del euro en 1999, proyectó una atractiva imagen, renovada y armónica. En ese período duplicó su tamaño, de una docena de miembros en 1992 a 25 en 2005, abriéndose al Este.
Dos grupos pueden crecer en estas elecciones. Por un lado, la presencia de las fuerzas euroescépticas o antieuropeas dentro del Parlamento Europeo se incrementará, nutriéndose de fuerzas provenientes, no sólo de Europa oriental y central, sino también de países tan importantes como Italia y España
Hoy tiene la Unión Europea varios frentes abiertos. La Rusia de Vladimir Putin le impone una fuerte presión en su frente oriental, penetrando políticamente en varios países del Este, que forman parte de la tradicional área de influencia rusa, mientras usa el chantaje gasífero contra gobiernos europeos para hacer avanzar su política.
La economía del continente sigue sometida a la presión china, que reta a sus mercados laborales a escoger entre competitividad y cohesión social, introduciendo dificultades en los consensos sociales que son vitales para su gobernabilidad.
Por último, la posición autárquica de Donald Trump ha roto la alianza atlántica que vinculaba, civilizatoriamente, a la Unión Europea con los Estados Unidos. No son momentos fáciles, y los tiempos de prosperidad y crecimiento parecen haber quedado atrás.
Internamente, el crecimiento del euroescepticismo y del antieuropeísmo tiene expresiones políticas que usan el populismo para retar a las instituciones comunitarias, reclamando el regreso a las potestades nacionales en temas clave como migración y economía. El Brexit, que ha implicado la salida de uno de los socios más importantes de la UE, es la expresión más evidente, pero no es la única.
También guarda dentro de sí una bomba de relojería con importantes consecuencias a mediano y largo plazo: su crisis demográfica. Han logrado los europeos construir un modelo social y económico que garantiza una larga vida, con mejoras históricas en sanidad, pero con una muy baja tasa de natalidad. Esto genera dificultades para sostener el Estado de Bienestar a mediano plazo, pero también compromete el peso de Europa, como civilización, en el mundo. Para sostenerse necesita a los mismos migrantes que la retórica xenófoba rechaza, y ese es un dilema difícil de resolver.
¿Y con qué elites cuenta la Unión Europea para enfrentar estos retos? En ese sentido, estas elecciones al Parlamento Europeo representan el cierre de un ciclo en su liderazgo interno y en su institucionalidad.
Serán las últimas elecciones al Parlamento Europeo con Angela Merkel a la cabeza de la locomotora alemana y con los británicos dentro del proyecto común. Asimismo, según las encuestas, pueden ser las primeras elecciones donde desaparezca el dominio que populares y socialdemócratas han venido ejerciendo, al reducir su peso conjunto a menos de la mitad de la cámara como efecto del crecimiento de otras fuerzas.
El Partido Socialista Europeo y el Partido Popular Europeo han sido los grandes directores de orquesta y moderadores dentro del sistema político comunitario. La pérdida de su dominio sobre el Parlamento expresa un agotamiento institucional dentro de los regímenes democráticos.
El Partido Popular Europeo, que agrupa a tradicionales movimientos conservadores, socialcristianos y democristianos, ha venido perdiendo apoyos de un electorado atemorizado que parece girar, en varios países, hacia opciones de derecha menos moderadas y marcadas por la xenofobia y el autieuropeísmo. En el Parlamento saliente cuenta con 216 de los 751 eurodiputados, pero puede reducirse sustancialmente su peso en estas elecciones.
Los venezolanos van en camino de ser un poder político en España y en Europa
En el ámbito de las izquierdas democráticas, que han sido un pivote comprometido con el proyecto europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el escenario presenta también importantes retrocesos. El Partido Socialista Europeo tiene hoy 185 eurodiputados, pero los partidos que lo integran pueden tener un retroceso en estas elecciones. El histórico Partido Socialista francés puede quedarse sin eurodiputados en estas elecciones si no supera el 5% de los votos. El SPD alemán, que llegó a ser el partido socialdemócrata más poderoso del mundo, también ha sufrido una merma importante dentro de la “gran coalición” con Merkel, pudiendo terminar en tercer lugar en Alemania, con apenas 16% de los sufragios. El Partido Laborista británico, que tiene alrededor de 40% de apoyo en las encuestas, participará en estos comicios, pero pueden ser los últimos del Reino Unido dentro del proyecto integrador europeo.
Dos grupos pueden crecer en estas elecciones. Por un lado, la presencia de las fuerzas euroescépticas o antieuropeas dentro del Parlamento Europeo se incrementará, nutriéndose de fuerzas provenientes, no sólo de Europa oriental y central, sino también de países tan importantes como Italia y España. Por otro lado, se percibe un desplazamiento del voto tradicional socialdemócrata hacia los verdes ecologistas, a quienes muchos perciben como vanguardia de lucha contra las amenazas de la ultraderecha.
¿Dónde está el liderazgo emergente?
Ante una Unión Europea que se percibe sitiada por varios frentes externos y debilitada por la exacerbación de movimientos centrífugos que pretenden destruirla desde dentro: ¿Quién vela ahora por la defensa del proyecto común europeo? ¿Qué liderazgo emergente se muestra comprometido con una identidad europea que proyecte un horizonte de futuro común enlazado con los valores modernos que ha encarnado?
La jugada de Pedro Sánchez que ha colocado al PSOE en La Moncloa, puede tener un importante epílogo con las elecciones europeas. Josep Borrell, como cabeza de lista, podría convertirse en el eurodiputado del partido socialdemócrata más importante del Parlamento, catapultando a Sánchez a llenar un liderazgo europeo hoy ausente
Desde el fin de la guerra mundial la construcción del proyecto común europeo contó con el compromiso activo de liderazgos claves para sortear las dificultades. Desde los alemanes Konrad Adenauer, Willy Brandt y posteriormente Helmut Köhl, franceses como Robert Schuman, Jean Monnet, Francois Mitterrand y Jacques Delors, italianos como Alcide De Gasperi, o españoles como Felipe González, hubo líderes que fortalecieron una visión europeísta de la política internacional.
La decadencia actual de los partidos y movimientos se vincula con una crisis general en el liderazgo europeo, el fin del ciclo político protagonizado por Angela Merkel no parece derivar en un liderazgo de relevo claro, sobre todo al ver las dificultades que han llevado al francés Emmanuel Macron a dedicar tiempo a enfrentar los retos internos de los chalecos amarillos y del Frente Nacional de Marine Le Pen.
Podría abrirse una brecha de oportunidad para portugueses y españoles, al menos en el ámbito socialdemócrata. La coalición de izquierda que gobierna Portugal puede cosechar unos buenos resultados, y los portugueses han demostrado tener grandes habilidades para moverse dentro del ámbito de las organizaciones internacionales.
En el mismo sentido, la jugada de Pedro Sánchez que ha colocado al PSOE en La Moncloa, puede tener un importante epílogo con las elecciones europeas del 26 de mayo. Josep Borrell, como cabeza de lista, podría convertirse en el eurodiputado del partido socialdemócrata más importante del Parlamento, catapultando a Sánchez a llenar un liderazgo europeo hoy ausente. No tienen los populares europeos, ni los liberales, una carta similar.