Juan Carlos Zapata (ALN).- Que no corra la sangre en Venezuela. Que no se maten en Venezuela. Que no se metan en Venezuela. Que no haya intervención militar en Venezuela. ¿Qué busca Zapatero? No se cansa. Insiste en el diálogo. Asume que el diálogo responde a una posición de principios. “Los principios dicen lo que queremos ser y los compromisos lo que somos”. Los principios no son política de inmediatez. Es búsqueda de largo plazo. En tal sentido, el diálogo genera soluciones estables.
España le puso fecha a Maduro
Zapatero no se cansa. Zapatero insiste con el diálogo. Mantiene la línea. Por más que lo señalen de madurista y chavista. Por mucho que lo acusen de cobrar, de estar vendido y de hacer lobby y hasta negocios con el gobierno de Nicolás Maduro. Por más que hayan fracasado ya tres intentos de acuerdo, a Zapatero no lo convencen de otra cosa que no sea que el diálogo es la solución para el conflicto que sufre Venezuela. De José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del gobierno de España, sus exministros y excolaboradores señalan que es un hombre “pactista”, de acuerdos. Y él asume que el diálogo responde a una posición de principios. “Los principios dicen lo que queremos ser y los compromisos lo que somos”, señala Zapatero. Los principios no son política de inmediatez. Es búsqueda de largo plazo. En tal sentido, el diálogo genera soluciones estables. Y el que renuncia al diálogo, apunta, está renunciando a la política. Nada más este viernes 26 en Madrid, en Casa de América, volvió a porfiar con el diálogo en Venezuela en sintonía con lo que también está planteando el gobierno de Pedro Sánchez, el gobierno de su partido, el PSOE. Fue a Casa de América a hablar de integración latinoamericana y dejó sentado que esta tampoco se entiende sin diálogo. Menos en esta etapa de confrontación. Porque hay un escenario de confrontación en Brasil, en Venezuela, en Argentina. La confrontación que ha sustituido al periodo de alternancia democrática. Una confrontación que es social, que es política, e inclusive geopolítica, económica, con la disputa entre China y los Estados Unidos. Se ha llegado al punto de que los “posibles ganadores” de elecciones no son producto de la alternancia sino de la confrontación social, lo cual conduce a “una radicalidad extraordinaria y preocupante”. Y aquí hace votos para que en México la alternancia no derive hacia la confrontación. De modo que se entienda por qué la urgencia del diálogo. La urgencia que impone la crisis venezolana con todas sus consecuencias hacia la región. Por lo cual introduce que el “diálogo es la única vía para superar el estadio confrontacional y reabrir la mirada hacia la integración”. Y España y Europa las que deben proponer el diálogo. Las que lo deben impulsar y liderar. Aunque no como imposición sino desde el puesto de la humildad. Esa humildad es también cuestión de principios. Así lo entiende Zapatero. “Una posición de principios muy elaborada”. Respeto y humildad a la hora de hablar de Latinoamérica. Que es lo que entonces primaría para el caso Venezuela tras el logro de una solución pacífica. Diálogo urgente en el entendido de que hay que anticiparse a un acontecimiento. Que el 10 de enero Nicolás Maduro dejará de ser presidente de la República. Y esto lo ha dicho el canciller de España, compañero de Zapatero, Josep Borrell. Que hasta esa fecha España reconoce a Maduro, pues desde Madrid no se aceptan como válidas las elecciones de mayo pasado. Y en esto coincide la comunidad internacional. Por lo cual se abre un espacio hacia lo desconocido. ¿Aumentará la confrontación interna? ¿Aumentará la presión internacional? No puede Zapatero tener una opinión distinta a la ya manifestada por Borrell. Es “su” gobierno socialista el que ha marcado esta línea del fin del periodo constitucional. Y tomando en cuenta lo ocurrido desde 2014 y lo que puede ocurrir desde ahora, se puede conjeturar el convencimiento de Zapatero de que toda propuesta que excluya el diálogo promueve el conflicto. De hecho, hay quienes proponen la intervención militar. Y hay quienes esperan el golpe de Estado. Y hay quienes aguardan por un estallido social. Y hay quienes azuzan una guerra con Colombia, pues tambores de guerra hay, lo cual es manifiesta preocupación del expresidente de Colombia, Ernesto Samper. Zapatero me ha dicho: “Lo que me interesa es que no se maten en Venezuela”. Y la verdad es que ya van dos décadas de tensión. Dos décadas de zozobra. Dos décadas de odio en las que no ha faltado el discurso que impulsa el odio. Un odio que se atiza desde lo interno y desde afuera. Pues también juegan intereses externos de uno y otro signo. Y como aún teme lo peor, es que Zapatero insiste en el diálogo. “Una gran apuesta por el diálogo político” y el pluralismo. Insiste en diálogo pese a la siguiente observación: que diálogo es “una categoría política que comienza a estar criminalizado en la región y fuera de la región”. Como criminalizados quienes lo proponen. “Esto es miopía histórica”.
Lo que propuso en 2005
¿Ha sido coherente con la línea de diálogo? Hay una historia olvidada que se remonta a 2005. A los tiempos de Hugo Chávez. A la cumbre de Hugo Chávez con Álvaro Uribe y Lula Da Silva, teniendo a Zapatero como árbitro. Que es lo que conduce a Zapatero a decir que esa es la España del diálogo. La de esa cumbre y la de los acuerdos de paz en Centroamérica. “Aquella cumbre es el testimonio de lo que es mi idea de España”. Que es la España y la Europa que hoy reclama. Aquella cumbre celebrada en el sur de Venezuela conjuraba los problemas que habían surgido entre Chávez y Uribe. Por esos días también el gobierno de Zapatero firmaba con el gobierno de Chávez sendos contratos de venta de equipos militares. Al término de la cumbre Zapatero viaja a Caracas, firma los convenios y después habla ante la Asamblea Nacional controlada totalmente por el chavismo. En ese discurso Zapatero asomaba lo que vendría después, la deriva del chavismo, el conflicto y la necesidad del diálogo. De allí la coherencia. Digan lo que digan los adversarios. Obviamente, en la intervención se refiere a la pobreza, al esfuerzo que hace el gobierno de Chávez por atender necesidades sociales de amplios sectores. Sin embargo, lo más importante del discurso es cuando habla de la democracia y el diálogo –lejos estaba de imaginarse que una década más tarde sería el intermediario entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición-. Señalaba: “La historia, señoras y señores diputados, nos ha demostrado hasta la saciedad que el único marco para alcanzar el ideal de unas sociedades cohesionadas, y pluralistas, sin exclusiones, es el sistema democrático. Y a mejor sistema democrático más igualdad social, más justicia social”. Palabras que tuvieron cabida en lo que restó de periodo de Chávez y tienen especial actualidad con Maduro, quien, dicho por la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, rompió el hilo constitucional, y es lo que ratifica Borrell con la fecha límite del periodo del gobierno. Un Zapatero premonitorio, apuntaba: “Toda nuestra historia reciente, en fin, nos demuestra que hay instituciones, reglas y hábitos que no podemos alterar sin grave riesgo de caer en el enfrentamiento, tales son unos mecanismos institucionales, equilibrados e independientes, una aplicación de la separación de poderes, el pleno respeto a las libertades públicas y a los derechos humanos, el funcionamiento normal de los partidos políticos y de los diferentes representantes de la sociedad civil, la aceptación leal de la mayoría por las minorías y el reconocimiento y atención de las preocupaciones legítimas de las minorías”. La historia le ha dado la razón. Así habló desde la posición de presidente del gobierno de España y es la misma prédica que como expresidente ha mantenido hacia Venezuela y hacia América Latina. A renglón seguido puntualizaba que “todos estos son elementos frágiles, sabiamente equilibrados, de los que en manera alguna podemos prescindir si queremos realizar nuestro sueño de construir sociedades más justas, más libres, prósperas y en paz”. Chávez y Maduro harían lo contrario, tal como ha quedado patente y demostrado por la historia. Pero Zapatero iba más allá al recordarle al chavismo, allí en la Asamblea Nacional, que la democracia venezolana venía de atrás, de 40 años atrás, lo cual era como hacerle un reconocimiento a los líderes que la forjaron, ahora ausentes, ahora mancillados sus nombres por el discurso del nuevo poder. “Es aquí, en esta ciudad de Caracas en donde se promulgó en lejana fecha de 1810 la primera Constitución de un país iberoamericano. La Constitución que fue anterior, en dos años, a la de Cádiz, de 1812, que introdujo la libertad en nuestro país. Venezuela fue también uno de los primeros países de nuestra comunidad, en donde la democracia hundió sus firmes raíces hace ya más de 40 años”. Tal vez lo dijera con voz de alerta. Porque el autoritarismo mostraba ya su rostro cruel y terrible, confirmando que no eran tan hondas las raíces de la democracia. Con todo, insistía en que “el futuro de Venezuela quedó íntimamente vinculado al desarrollo de la democracia, un ideal que es hoy una seña de identidad de toda la comunidad iberoamericana”. Y como si se adelantara a los tiempos, se refería al diálogo y al reconocimiento del otro, dos aspectos que han sido esenciales en la propuesta Zapatero, en la propuesta que le ha hecho a Venezuela a la hora de sentarse y buscar soluciones: diálogo y reconocimiento del adversario. “La historia de mi país es testimonio de que el deterioro del diálogo, la conversión del adversario en enemigo, la tentación de buscar atajos al conflicto político puede llevar a largos años obscuros que luego resulta imposible recuperar” (Curiosamente, el chavismo, en este punto, aplaudió).
Que no se metan en Venezuela
Lo que dijo suena a fórmula. El adversario es enemigo. Los atajos, la ruptura del hilo constitucional, la violencia, la represión, el odio, el exilio, los presos políticos, el éxodo, la crisis humanitaria. Todo junto es un túnel. Todo junto, los “años obscuros”. Todo junto, un tiempo que parece infinito. ¿Imposible de recuperar? Hay quienes han perdido toda esperanza. Y hay quienes siguen empeñados en construir puentes de entendimiento. Hay quienes lo llaman diálogo. Y hay quienes lo llaman negociación. Hay quienes demandan más esfuerzo, que es el reciente ejemplo del senador Bob Corker y del Grupo de Boston, y del experto en negociaciones, Jimmy Tull. Todo esfuerzo abre juego, le gusta decir a Zapatero. Y hay que abrirle camino al diálogo que es lo que en esta etapa no pierde de vista. Aunque todo es incipiente otra vez. Con decir que las mesas que va a montar Jimmy Tull son para hacer lo que ya hizo Zapatero en las primeras “encerronas”. Discutir temas. Mirarse frente a frente. Decirse las cosas. Las que van bien y la que van mal. En fin, reconocerse. Pero hay que estar conscientes de que el Gobierno se reconoce teniendo en cuenta sus propios conflictos internos. En cambio la oposición no hace lo propio. Ni está unida ni reconoce la división. Por tanto, urge que se sincere ante ella misma y ante el país. Y entonces, sí que sí, el diálogo puede funcionar. Con política, con agenda. Porque, ha dicho Zapatero, diálogo sin agenda no avanza. Y antes de todo, sensatez y madurez. Ya que suele manifestarle a allegados y conocidos, “hace tiempo que madurez política es quitarse prejuicios”. Y hacia allá es que apunta. Que una cosa es ser demócrata y otra es saber de democracia. Saber cómo se construye una democracia. Cuáles son los fundamentos de la democracia. Los pactos a los que hay que arribar. Para que la situación no se desborde. Que la izquierda –y con ella el chavismo- entienda de pluralismo y alternancia y la derecha entienda que con pobreza y desigualdad no logrará países estables en América Latina. Y hay quienes han creído que sólo la presión externa puede conducir al cambio en Venezuela. Y hay quienes creen que el desalojo del poder del chavismo mediante una intervención militar no acarreará costos. O en todo caso que se les puede arrojar con poco costo. Lo cual es falso. El propio Diego Arria, expresidente del Consejo de Seguridad de la ONU, reconoció en entrevista con ALnavío que ninguna intervención militar está completamente exenta de riesgo de desborde. Pueden surgir hechos inesperados, como la guerra con Colombia. Y con el chavismo, hay un diagnóstico equivocado. Ya se ve cómo desde el ELN de Colombia se anuncia que estarán del lado del gobierno de Maduro si llegara a producirse una solución violenta. Y es la misma posición la que mantienen los disidentes de las FARC, y aún dirigentes de las FARC acogidos al proceso de paz. Y si cualquier analista está convencido de que el chavismo es un proyecto político debe considerar que es ideológico, y siendo así, “sólo se puede abordar desde la política”, apunta Zapatero. Y como la política es diálogo, pues volvemos al punto de partida. Al diálogo y a la solución pacífica de los conflictos. Si se está de acuerdo con el diálogo, “pues dé los pasos”, exige Zapatero a líderes y países, a Europa. Señala que “cuando se está a favor de la solución pacífica de los conflictos, eso no es compatible con las sanciones ni con el arrinconamiento, por más que uno quiera ser crítico con el Gobierno de Venezuela, que se lo merece”, expresó en el foro de Casa de América. Y es que, dice, la reacción política conduce a la confrontación. ¿Qué es lo que busca Zapatero? Con la propuesta de diálogo ha repetido que ha hecho un trabajo preventivo por la paz. Y ahora que suenan tambores de guerra, y viene el 10 de enero y el fin del periodo de Maduro, y se oyen voces clamando por la intervención militar, asegura que lo que más le interesa es que “no se metan en Venezuela”. “Llevo tres años y pico haciendo una tarea preventiva por la paz. Y esto no se hace con medidas de coerción sino creyendo en el diálogo. Solución pacífica de los conflictos es un catálogo de acciones y un catálogo de prohibiciones de toma de posiciones”.