Pedro Benítez (ALN).- Por medio de Mike Pompeo y Elliott Abrams, el gobierno de Estados Unidos ha asumido la propuesta de transición política que Juan Guaidó hizo pública en septiembre pasado y que luego dirigió a los diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en una sesión de la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela. No es una oferta que se le hace a Nicolás Maduro y a Diosdado Cabello. Se le hace a los gobernadores del PSUV, al Alto Mando Militar y al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), es decir, a la coalición cívico-militar chavista que sostiene a Maduro. ¿Es una oferta que no pueden rechazar? ¿Qué alternativas y escenarios tiene el chavismo?
En mayo del año pasado en una visita a Caracas el viceministro de Relaciones Exteriores de Italia, Ricardo Merlo, se llevó una sorpresa cuando Juan Guaidó le manifestó estar dispuesto a aceptar elecciones parlamentarias conjuntas con las presidenciales que exigía desde la Asamblea Nacional (AN). Contrariamente a lo que la izquierda afín al chavismo en Europa propalaba, los adversarios del régimen en Venezuela se inclinaban a un acuerdo político.
Una negociación política en la que cada parte cedería a la otra, otorgando garantías, fue la propuesta que los representantes de Guaidó llevaron a la mesa del fallido proceso de Oslo/Barbados promovido por el gobierno noruego. Es la que él mismo hizo pública en septiembre pasado, y luego, directamente, a los diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en una sesión de la Asamblea Nacional (AN).
Es la que el representante especial del gobierno de Estados Unidos para Venezuela, Eliott Abrams, ha venido promoviendo desde hace meses en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado, con los aliados europeos y americanos. Abrams es partidario de la tesis de que siempre un mal acuerdo es mejor que una buena pelea. Y este es un buen acuerdo.
Cuando se escriba esta historia no se podrá decir que a Nicolás Maduro no le dieron salidas, porque se le han dado todas.
¿Será que Maduro y Putin quieren un gobierno de unidad nacional para Venezuela tal como propone Guaidó?
La respuesta de Maduro a este arreglo es la misma, no ceder. Estados Unidos tampoco va a ceder. Es algo de lo que el chavismo ya ha debido tomar nota.
La diferencia entre las situaciones anteriores y esta es que Maduro se quedó sin caja. Las pocas divisas de las que disponía se las gastó en diciembre tratando de crear una sensación artificial de estabilidad económica.
Apostó de cara a este año que su aliado ruso le daría más crédito a cambio de emprender ciertas reformas aprobadas por la AN. Esa operación le salió mal. A continuación Estados Unidos aplicó sanciones contra una filial de la petrolera rusa Rosneft cerrando más el cerco.
Luego Maduro calculó que la imprevista pandemia del coronavirus era su oportunidad para aflojar esas sanciones. Pero el gobierno estadounidense no cede.
Por lo tanto, el mensaje que la Casa Blanca le envía a la coalición cívico-militar chavista es muy sencillo: Maduro no puede levantar las sanciones. No puede conseguir dinero. Es incapaz de resolver cualquier problema. Es decir, no puede cumplir nada de lo prometido a su misma gente.
Cómo puede influir la crisis de la gasolina
En estos momentos Venezuela sufre un recrudecimiento de la crisis del suministro de gasolina. No es un problema nuevo para el país, pero sí para Caracas, centro neurálgico del poder. Se ha disimulado por las medidas de confinamiento aplicadas en ocasión de la pandemia que parte de la población acata. Pero es eso, apariencias. La realidad es que Maduro necesita conseguir gasolina porque el país no puede paralizarse sin que eso provoque algún tipo de reacción y él no confía en que su aparato de represión le responda en el momento crítico. Sabe, además, que los militares que tantas manifestaciones de lealtad le hacen no lo van a acompañar ante la pérdida generalizada del orden público.
Este es el verdadero problema. No el de una hipotética invasión militar extrajera. Esto lo sabe la dirigencia chavista. Civiles y militares. A ellos va dirigida la propuesta de Guaidó y Donald Trump.
Porque el gobierno de Estados Unidos por una lado aprieta y por el otro ofrece un puente de plata.
El chavismo tiene tres alternativas
Esa oferta es la clásica transacción política que da pie a una transición al estilo de España, Nicaragua, Chile o Polonia. Frente a la misma la coalición chavista tiene tres alternativas:
1.- Negociar: Eso le permitiría mantener su presencia en el Estado. Con 18 gobernaciones, 300 alcaldías, más la mayoría del Tribunal Supremo (TSJ). A los militares la actual línea de mando en la Fuerza Armada (FAN). El PSUV intacto y que sea otro, u otros, los que tengan que lidiar con la tremenda crisis y la acumulación de todo tipo de problemas que el chavismo ha dejado en sus dos décadas de poder.
Esta es, de paso, una alternativa que mucha gente en la oposición venezolana detesta, entre otras cosas porque deja abierta la posibilidad de que el chavismo regrese al poder por la vía electoral. Pero esas son las reglas de la democracia.
El mensaje que la Casa Blanca le envía a la coalición cívico-militar chavista es muy sencillo: Maduro no puede levantar las sanciones. No puede conseguir dinero. Es incapaz de resolver cualquier problema. Es decir, no puede cumplir nada de lo prometido a su misma gente.
2.- El desmoronamiento. No ha ocurrido, pero puede ocurrir y esa posibilidad nunca como ahora ha estado más cerca. Se ha pronosticado muchas veces el colapso final del régimen chavista y lo cierto es que Maduro se las ha arreglado para sortearlo. Pero en esta ocasión está afectado un aspecto vital del funcionamiento del país que es el suministro de gasolina. Venezuela no es Cuba, ni el chavismo es el disciplinado Partido Comunista cubano. El chavismo es una alianza de burócratas que no están dispuestos a la resistencia numantina. La promesa de sus dirigentes ha sido que las sanciones cesarán, porque sus opositores son incompetentes, porque el mundo se cansará del tema Venezuela y entonces ellos podrán seguir medrando de los recursos venezolanos por los siglos de los siglos.
3.- Resistir y sobrevivir. Es la tesis de Maduro y Diosdado Cabello. Esta tormenta pasará como han pasado otras. Pero para que esto sea realidad el régimen chavista necesita el apoyo real y concreto de China y de Rusia. Dos potencias que en medio de la actual crisis económica mundial necesitan que Estados Unidos vuelva a crecer para recuperarse y que los precios del petróleo suban. Al final del día, en una economía global todos dependen de todos. Ese fue el sentido de las llamadas telefónica de Trump a Xi Jinping y Vladímir Putin.
Pero si el cálculo político prevalece sobre el político las prioridades son otras.
De modo que el futuro inmediato de Maduro está en manos de una de esas dos potencias. Bien porque China le preste más dinero (algo que no ha hecho desde 2016) o porque Rusia mande gasolina. Y esto es cuestión de días.
Sostener a Maduro va a costar dinero.
¿Otra salida? La primera alternativa, que no necesariamente implica un quiebre del régimen, porque así como los distintos miembros de la coalición chavista (comandantes militares y gobernadores) sacan sus respectivas cuentas, también lo hace Maduro. Nada en política es descartable porque por su propia naturaleza siempre es el terreno de lo posible.