(EFE).- El jefe del Kremlin, Vladímir Putin, aseguró hoy que Rusia no tiene intención de repetir el mismo error que la Unión Soviética e intervenir militarmente en Afganistán tras la llegada al poder de los talibanes.
«Evidentemente, no tenemos intención de inmiscuirnos en los asuntos internos de Afganistán, menos aún arrastrar a nuestras Fuerzas Armadas a un conflicto de todos contra todos», dijo Putin durante el congreso federal del partido del Kremlin, Rusia Unida.
Putin recordó «la experiencia» en Afganistán de la URSS, que invadió el país centroasiático en 1979 y lo abandonó en 1989, repliegue considerado uno de los factores desencadenantes de la desintegración soviética.
«Hemos extraído las lecciones necesarias», recalcó.
SITUACIÓN «ALARMANTE»
El líder ruso, quien admitió que la situación en Afganistán es «complicada» y «alarmante», subrayó que Rusia y sus socios siguen «atentamente» los acontecimientos en ese país, ya que la amenaza del terrorismo internacional está aún presente.
«Existe el peligro de que los terroristas y otros grupos que se cobijan en Afganistán aprovechen el caos provocado por nuestros colegas occidentales e intenten iniciar una escalada en los países vecinos. Y eso sería ya una amenaza directa para nuestro país, nuestros socios», dijo.
Recordó que en el Cáucaso Norte tuvieron lugar acciones militares contra organizaciones terroristas internacionales y que, en caso de no haberlas destruido, el territorio ruso sería ahora escenario de los mismos «horrores» que tienen lugar ahora en Afganistán.
«Rusia es prácticamente el único país que ha podido destruir organizaciones terroristas internacionales», subrayó.
INMIGRACIÓN ILEGAL Y TERRORISMO
También recordó las amenazas que representan la inmigración ilegal y el narcotráfico.
La pasada semana, en una rueda de prensa con la canciller alemana, Angela Merkel, Putin llamó a Occidente a «aunar fuerzas» con Rusia para normalizar la situación en Afganistán.
Además, criticó la injerencia occidental y los intentos de imponer los valores democráticos a otros países ignorando sus tradiciones, lo que consideró una «política irresponsable».