Nelson Rivera (ALN).- A comienzos del pasado abril, Mady Delvaux, diputada al Parlamento Europeo, insistía en la advertencia que nadie quiere escuchar: hasta 70% de los empleos en Europa podrían perderse por el auge de la robótica. ¿Qué decir entonces de América Latina? ¿Hay algún país preparándose para estas inminentes realidades? ¿O la amenaza de una creciente brecha digital no tardará en hacerse realidad?
En enero de 2016 Google lanzó Expeditions, aplicación para el móvil que permite realizar viajes virtuales: se puede explorar una zona de corales en Australia, visitar Machu Picchu o recorrer los hielos antárticos. Una vez que el teléfono se ha insertado en unas gafas para la visión en tres dimensiones, la experiencia resulta doblemente cautivadora: no solo sientes que estás en el lugar, que te has desplazado al sitio, sino que obtienes una comprensión directa e inmediata del tema.
El viaje virtual no ocurre sin consecuencias. Genera preguntas: ¿Qué papel debe cumplir el docente ante una experiencia educativa capaz de superar el más elaborado discurso pedagógico? ¿Dónde quedan los libros y materiales impresos ante el impacto que tienen las imágenes en tres dimensiones? ¿Cómo mantener el interés de los alumnos en aquellos conocimientos que todavía no pueden transmitirse a través de la herramienta del viaje virtual?
Los llamados ‘nativos digitales’, por ejemplo, comienzan a ser llamados ‘huérfanos digitales’
Las interrogantes que activa el uso posible de Expeditions -una entre miles y miles de impactantes aplicaciones con fines pedagógicos- van mucho más allá: interrogan a los sistemas educativos de los países, en particular a los de América Latina. Se repite a menudo: se aproxima un tsunami, que es la llamada revolución digital.
Apenas a comienzos del pasado abril, Mady Delvaux, diputada socialdemócrata al Parlamento Europeo, insistía en la advertencia que nadie quiere escuchar: hasta 70% de los empleos en Europa podrían perderse por el auge de la robótica. A este dato, añadía otro elemento: no se está preparando de forma debida a quienes se están formando, para interactuar con robots.
¿Qué decir entonces de América Latina? ¿Hay algún país preparándose para estas inminentes realidades? ¿O la amenaza de una creciente brecha digital no tardará en hacerse realidad?
Déficit de los recursos mínimos
Hay, y este es solo un modo de enunciar la magnitud del desafío, una problemática relativa a la dotación. El continente está todavía lejos de alcanzar en la escuela pública la que sería la correspondencia ideal, de acuerdo a los expertos, entre el número de ordenadores y el número de alumnos: una máquina por cada dos estudiantes. Aunque Uruguay es el país latinoamericano que más se aproxima a esta cifra, en el otro extremo de la lista la desproporción es extrema: varios alcanzan promedios de 100 a 120 alumnos por ordenador. Una aproximación al número de tabletas, al ancho de banda o a los programas -software- disponibles, arroja un resultado de mayor precariedad: las escuelas están todavía lejos de contar con los recursos primarios de la era digital.
Entre las dificultades para pensar el futuro, una luce paradójica: el futuro ya se ha instalado entre nosotros. Forma parte de nuestro entorno diario, lo cual produce la falsa percepción de que se lo tiene controlado. Pero esto no debe ser fuente de consuelo: los llamados nativos digitales, por ejemplo, comienzan a ser llamados huérfanos digitales: el que sepan manejar un teléfono inteligente no garantiza que estén preparados para las lógicas que serán el signo de la era digital.
Cambio de mentalidad
La era digital, y en ello radica el quid de la cuestión, exige pensar de otro modo. La escuela basada en la relación asimétrica entre el docente y el alumno, debe abrirle el paso a otra mentalidad: la de una era donde todos aprenden. Alumnos y profesores reconvertidos en grupos que realizan proyectos, donde los conocimientos provenientes de distintas disciplinas confluyen alrededor de cuestiones como la incorporación de técnicas robóticas, circuitos de comunicación y otros.
Los nuevos tiempos exigen que ‘nativos’ o ‘huérfanos’ se conviertan en ‘ciudadanos digitales’
Ese dejar atrás el conservadurismo del aula tradicional, sería el primer paso para ingresar en una era de cambios permanentes. La educación de la era digital debe partir por resetear los métodos de los docentes. La formación debe cambiar sus objetivos y proponerse cuestiones como la superación de los límites espacio-temporales -como los que provoca Expeditions-, el desarrollo de nuevas técnicas o modelos de visualización, o la representación, del modo más participativo y lúdico posible, de los nuevos grandes saberes: el funcionamiento del cerebro o la estructura del ADN.
Los nuevos tiempos exigen que nativos o huérfanos se conviertan en ciudadanos digitales: personas que saben gestionar su identidad en las redes, que entienden y debaten las implicaciones de la manipulación genética, el efecto que el auge de la robótica tendrá en el empleo y la privacidad, o la posibilidad de que en muy corto tiempo haya máquinas cuya inteligencia supere con creces a la del ser humano, no solo desde la perspectiva del almacenaje de información, sino desde el meollo de la condición humana: para tomar decisiones sobre el futuro de la especie.