Pedro Benítez (ALN).- El 15 de diciembre de 1991 mediante subasta pública fue parcialmente privatizada la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV). El acto se realizó en la sede del Banco Central de Venezuela (BCV) en presencia en un numeroso grupo de periodistas, en medio de una gran expectativa y luego de meses de campaña por parte del canal de televisión RCTV y El Diario de Caracas en contra del proceso de venta acusando al Gobierno de Carlos Andrés de Pérez de pretender “regalar” la compañía (de las más importantes del país) al empresario Gustavo Cisneros.
De parte del sector político, y como presagio de lo que luego vendría, la subasta tuvo la sonora oposición de dos diputados de la izquierda venezolana que por entonces militaban en la Causa R: Aristóbulo Isturiz y Pablo Medina.
Sin embargo, la venta del 40% de la acciones de la compañía telefónica venezolana (1.885 millones de dólares) fue absolutamente transparente, en la que el Estado recibió más de lo esperado por parte de los nuevos accionistas; AT&T, General Telephone Electronic, la Electricidad de Caracas y el Banco Mercantil. También fue parte de la apertura a la competencia al capital privado de las telecomunicaciones y el fin de ese monopolio en el país.
Como parte de la operación política para recabar apoyos, el Gobierno llegó a un acuerdo con la Federación de Trabajadores de Telecomunicaciones (FETRATEL) asegurando la participación accionaria de los trabajadores en esa nueva etapa de CANTV, así como sus derechos contractuales.
En manos del Estado desde 1953, la de la CANTV fue una de las primeras grandes privatizaciones que empezaron a realizarse por aquella época en América Latina y constituyó un modelo a seguir en una región del mundo en la cual (todo hay que decirlo) ese tipo de procesos no se caracterizó precisamente por su limpieza.
Por esas paradojas de la vida ese momento, que fue el mejor de la segunda administración de Pérez, sería seguido pocas semanas después por el intento de golpe militar del 4 de febrero de 1992. El principio de su fin.
CANTV, de nuevo en manos del Estado
Tres décadas después, la historia está dando un nuevo giro. En enero del 2007 el Gobierno venezolano compró el 28,5 % de la empresa con la cual empezó su “renacionalización”. Eso fue parte de otro proceso, en ese caso de reacción contra la “década neoliberal” caracterizada por sus privatizaciones. A fin del año siguiente CANTV volvió a manos del Estado venezolano.
Ha sido el sucesor y heredero político del anterior jefe del Estado, el presidente Nicolás Maduro, quien acaba de anunciar la venta del 5 al 10% de las acciones de CANTV, usando un argumento impecable: “Necesitamos capital para el desarrollo de todas las empresas públicas, necesitamos tecnologías, necesitamos nuevos mercados”.
Aquí la cuestión es el ambiente en el cual se daría esa apertura al capital privado en esa y otras empresas. No nos detengamos aquí a repasar las observaciones que han hecho varios economistas venezolanos quienes ven poco factible que privados inviertan su dinero en una empresa que (este) Estado venezolano seguirá manejando.
Un Gobierno que no rinde cuentas
Todas las condiciones para que esta nueva apertura al capital privado sea opaca están dadas. No hay una opinión pública que por más injusta que sea cuestione, ni un Parlamento que vigile, ni una Justicia independiente. El Gobierno no tiene que rendirle cuentas a nadie.
Tampoco pasemos por alto el aislamiento internacional y la red de sanciones que envuelven a la economía nacional.
Es probable que Maduro (esto es una especulación, por supuesto) esté pensando en un modelo chino de gestión de empresas públicas. En la República Popular China, aún hoy en día, muchas de sus más grandes corporaciones son estatales pero con participación y gestión privadas. Es decir, capitalismo con control político. Desde el punto de vista de los jerarcas chinos, ha sido el mejor de los dos mundos.
No obstante, Venezuela no es China. Ni siquiera la China de los años noventa del siglo pasado donde ese modelo se ensayó con tanto éxito. Ahí está el detalle. El régimen comunista chino se lanzó por ese camino con el respaldo y entusiasmo pleno de Estados Unidos y Europa. Detalle no menor a resolver en nuestro caso por razones bastante conocidas.
Esta Venezuela tampoco es la de 1991. Aquella a la que, él siempre vituperado régimen político de los “cuarenta años”, le daba un marco de Estado derecho lo suficientemente creíble como para que un consorcio privado le entregara a su Gobierno más de 1.800 millones de dólares para entrar a participar en una empresa pública. Por cierto, una operación de mayores dimensiones ocurrió en 1995 con la también demonizada (sic) apertura petrolera. Otro capítulo de esta historia que veremos repetir, en versión chavista, por supuesto.
Negocios, pero a la sombra del poder
Este es un país cercado por la falta de confianza y la conocida arbitrariedad que ha caracterizado la mayor parte de su vida nacional. Donde todos son plenamente conscientes de la fragilidad absoluta de los derechos de propiedad, así como lo son el derecho a la vida y a la libertad personal. El poder político que te da, también te puede quitar, cuando quiera sin que nadie se lo impida.
Es posible que el Gobierno crea que esa falta de confianza en las instituciones lo pueda compensar afirmando su propio poder dentro del país. De modo que si usted quiere hacer negocios, lo puede hacer siempre y cuando sea a la sombra del poder, con el poder, o que por lo menos no afecte a alguien que sea parte de ese poder. Un esquema de capitalismo autoritario bastante antiguo, por cierto, del cual Rusia o China han sido versiones modernizadas.
Sin irnos muy lejos, un estilo de negocios que ya conoció Venezuela durante los regímenes de Antonio Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez. No se meta en política, pero sepa que la política se puede meter con usted sin pedir permiso. Orden y progreso.
Ese es un esquema que bien podría funcionar…para una minoría. Tal como ocurrió en el pasado. Después de todo, a las democracias no se le toleran cosas que sí se le aceptan a otro tipo de regímenes políticos.