(EFE).- Nicolás Gilad Pereg, conocido como el «hombre gato», fue declarado culpable este miércoles y condenado a prisión perpetua por el homicidio agravado de su madre y su tía, ambas israelíes, en la provincia argentina de Mendoza (oeste) a comienzos de 2019.
El jurado popular, integrado por seis hombres y seis mujeres, dictaminó la culpabilidad de Pereg (40 años), por los delitos de «homicidio agravado por el vínculo» de su madre Pyrhia Saroussy (63) y «homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego» de su tía Lily Pereg (54).
Tras ese veredicto, Laura Gallardo, magistrada del Tribunal Colegiado Nº 1 de Mendoza, sentenció a Gilad Pereg a la pena de prisión perpetua.
El juicio comenzó el pasado 26 de octubre, cuando, nada más empezar la audiencia, la jueza ordenó el desalojo de Pereg de la sala porque no paraba de maullar desde que se sentó en el banquillo de los acusados.
«Señor Pereg, basta», exclamó ese día la jueza Gallardo, ante lo que él tan solo respondía «miau», palabra que repitió sin parar hasta que fue definitivamente apartado del lugar.
INIMPUTABILIDAD
La defensa de Pereg había intentado demostrar durante todo el proceso el carácter «inimputable» del acusado, un argumento que pretendió establecer mediante el testimonio de diferentes peritos de parte, especialistas en psicología y psiquiatría.
En su alegato final el abogado del “hombre gato”, Maximiliano Legrand había pedido al jurado que declare la inimputabilidad de su defendido: “visualicemos la enfermedad mental», dijo.
Por su parte, el fiscal Fernando Gusso, había afirmado: “fue un asesinato despiadado, cometido con plena comprensión de la criminalidad del acto”.
ASESINATO Y DESAPARICIÓN
Pyrhia Saroussy y Lyly Pereg, madre y tía del acusado, desaparecieron el 12 de enero de 2019, un día después de arribar a la ciudad de Guaymallén, en la provincia de Mendoza para visitar al hijo de Saroussy, quien vivía en Argentina desde hacía diez años.
Tras dos semanas de búsqueda, la Policía encontró los cuerpos de las mujeres, enterrados en una fosa a 95 centímetros de profundidad, cubiertos con tierra, piedras y maderas en el fondo de la precaria casa que habitaba Pereg, repleta de gatos y perros.
Tras su detención, Pereg había amenazado con suicidarse, por lo que fue derivado a una institución psiquiátrica, donde permaneció voluntariamente internado a la espera del juicio, aunque había sido dado de alta en diciembre de 2020.