Pedro Benítez (ALN).- El (des) gobierno de Nicolas Maduro tiene en estos momentos un objetivo muy claro: que no se hable de los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio, incluyendo, evidentemente, las actas electorales de dichos comicios. Sabe que ese es su talón de Aquiles, porque no tiene forma ni manera de cambiar los hechos o explicar lo que no tiene explicación.
La legitimidad sobre la cual ha pretendido justificarse el grupo en el poder, presentándose como representante del pueblo venezolano (los desposeídos) y de la FANB (el Ejército libertador), quedó hecha polvo cósmico en la mencionada fecha. Recordemos que por la Constitución vigente los militares votan en Venezuela.
En ese sentido, se está dispuesto a todo con tal de desviar la atención de lo fundamental. A cualquier cosa, así sea pelearse con todos los países del mundo, inventarse un conflicto internacional todos los días, exponer a amigos, distanciarse de antiguos aliados y socios, repitiendo el conocido catálogo de supuestas conspiraciones, golpes e invasiones mercenarias, mientras se intenta desprestigiar a los dos actores políticos protagonistas de la gesta ciudadana de ese día.
La prestidigitación, el arte o habilidad para hacer juegos de manos y artificios a fin de desviar la atención del espectador, es un truco en el que los jerarcas chavistas se han hecho expertos. Un escándalo que tapa otro escándalo, a fin de sacar el foco de la cámara de lo realmente importante, es una estratagema bastante común que Umberto Eco analiza en su libro A Paso de Cangrejo (2006).
Así, durante los peores años de la hiperinflación, hambre y carestía, los herederos se inventaron aquello de “la guerra económica”, a fin de no rendir cuentas sobre las verdaderas causas de esa crisis, que no fueron otras que sus desastrosas políticas e infinita irresponsabilidad en el manejo de la exorbitante renta petrolera de la que se beneficiaron. Por esos días los empresarios eran los conspiradores y no sus amigos, como ahora. Incluso, se desarrolló un animado debate sobre el papel desestabilizador de Dólar Today y no de cómo, bajo el chavismo, los directivos del Banco Central de Venezuela (BCV) fueron corresponsables en la destrucción de tres signos monetarios y, por consiguiente, del salario real de los trabajadores.
Artificio similar se le aplicó a la Asamblea2015, cuando se sacaron debajo de la manga el supuesto fraude en la elección de los tres diputados del estado Amazonas; excusa que se usó para que el Tribunal Supremo (TSJ) bloqueara al Poder Legislativo, creando, a continuación, una crisis institucional y desviando la atención de la cuestión central: en la elección parlamentaria de diciembre de 2015 el pueblo votó para castigar el desempeño de Maduro como gobernante.
No está de más recordar que el TSJ nunca resolvió sobre el espinoso asunto que le quitó el sueño a los expertos en derecho constitucional que por esos días proliferaron.
Por lo tanto, y a fin de ahorrarnos citar una larga lista de ejemplos, digamos que a estas alturas debería quedar bastante claro que Maduro y su grupo no saben gobernar, y con toda seguridad eso ni les interesa. De lo que sí saben es de manipulación mediática, campañas de desinformación, guerra sucia y demás juegos pirotécnicos; en ese aspecto son aventajados alumnos de la dictadura que oprime a Cuba.
¿Qué se hace para que no se hable de la “represión sin precedentes” que de manera detallada describe en su reciente y estremecedor informe la Misión Internacional de Determinación de los Hechos sobre Venezuela, designada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU? ¿Cómo se oculta la escandalosa denuncia descrita allí, según la cual, más de un centenar de niños y niñas de barrios populares fueron acusados de terrorismo e incitación al odio, y sometidos a tratos crueles, degradantes, torturas e incluso abusos sexuales, todo con el propósito de contener la más que justificada protesta popular que siguió al 28 de julio?
Pues creando una crisis internacional con España o dándole toda la publicidad posible a un sospechoso grupo que promueve una colecta pública con la promesa de terminar con el gobierno de Maduro, pero detrás del cual opera un mercenario con pasado cuestionable como contratista militar, con relaciones conocidas con el gobierno chino, el Grupo Wagner (organización paramilitar de origen ruso que presta servicios a Vladímir Putin) y que en el 2019 se reunió en Venezuela con la Vicepresidenta ejecutiva.
Sospechoso es poco. Parte de las operaciones de bandera falsa, artificios comunicacionales y los conocidos ejercicios de prestidigitación que promueven fantasías irresponsables en las cuales algunos insensatos caen. Nada que no se haya hecho antes.
El Gobierno busca la violencia porque ese es su terreno natural; es donde tiene ventaja.
Por el contrario, y aunque parezca contraintuitivo, lo que debe hacer la oposición es persistir en lo que ha venido haciendo: insistir en defender la soberanía popular manifestada el 28 de julio (exigir que se muestren las actas y se cuenten los votos), así como denunciar las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas antes y después de ese día. Es decir, aferrarse a la democracia y a la Constitución. Allí es donde juega con ventaja.
En ese sentido, el recurso de solicitud de revisión constitucional presentado ante la Sala Electoral del TSJ, por parte del ex candidato presidencial Enrique Márquez y su grupo, contra la decisión que declaró como válido los resultados electorales anunciados por el presidente del CNE la noche de la elección presidencial, es mucho más efectivo que la campaña de Erik Prince, aunque parezca menos espectacular. Apunta a donde es: las actas electorales del 28 de julio y la irresponsabilidad inocultable del Poder Electoral.
La verdad que el Gobierno busca ocultar, de manera desesperada, es que la gesta ciudadana de ese día ha provocado una crisis dentro del régimen. Por eso necesita conflictos externos. Con Argentina, con República Dominicana, con España, con el que sea. En cualquier momento se desempolva la controversia por el Esequibo. Desviar la atención de lo importante.
Afortunadamente, y esta es una de las grandes lecciones del 28 julio, sus artificios no han logrado manipular la conciencia colectiva de los venezolanos. El juguete de la manipulación se rompió de tanto usarlo. El pueblo le dio la espalda al proyecto político que, en otros tiempos, le ofreció la redención. Si tomamos en cuenta todo lo ocurrido en Venezuela en la última década, podemos concluir que eso no tiene vuelta atrás. El problema para el madurismo no es Edmundo González o María Corina Machado. Su problema es ese pueblo.
@PedroBenitezF