Ysrrael Camero (ALN).- Con esta propuesta de moción de censura contra Pedro Sánchez, el Congreso de los Diputados está siendo el escenario de una disputa por el liderazgo de un nicho político específico, el de la derecha conservadora, entre Santiago Abascal, líder del partido de ultraderecha Vox, y Pablo Casado, secretario general del Partido Popular.
La moción de censura en España ha de ser constructiva, lo que quiere decir que quien la propone tiene a su vez que postular una jefatura alternativa de gobierno. Vox, que apenas cuenta con 52 escaños en el Congreso, sabe que no tiene los votos necesarios para ganar allí, pero su jugada se articula con una narrativa consistente, como toda fuerza populista: atizando la confrontación, escalando el conflicto en todos los frentes, saltando todas las barreras, ha definido un marco para pensar la política en España que eleva el costo de cualquier giro hacia el centro y cualquier política moderada.
No pretende ganarle a Pedro Sánchez en el Congreso, sino descolocar a Pablo Casado frente a un electorado conservador que se encuentra indignado. Estamos presenciando un nuevo episodio de la disputa entre las dos almas de la derecha española, que tratamos en un artículo previo, una tradicionalista y conservadora, que bien representa Santiago Abascal, y una más liberal y moderna, que podría representar el Partido Popular (PP), ahora liderado por Pablo Casado, si prosiguiera en su giro al centro.
Paradójicamente, la derrota anunciada de esta moción de censura, dará ganancias a Pedro Sánchez, quien verá ratificada su mayoría, unida ante el mal mayor de la ultraderecha. Pero el otro ganador será Pablo Iglesias, que se nutre y crece en la confrontación. Santiago Abascal y Pablo Iglesias constituyen una simbiosis perfecta de confrontación populista, se alimentan el uno al otro, son enemigos ideales, porque la existencia del uno justifica la retórica del otro. Lo que ganan lo pierde la convivencia democrática.
El tercer ganador, de allí la paradoja, es Santiago Abascal, al poner en aprietos al Partido Popular, en un momento en el cual el apoyo de Vox crece en algunas encuestas, y cuando algunos líderes tradicionales del PP, como Esperanza Aguirre, promueven una alianza de los populares con Vox, presentando a estos como una organización potable.
No hay opción ganadora para Pablo Casado. Al apoyar la censura se pone a la cola de Vox, perdiendo juntos en el Congreso, al que entraría Casado como jefe de la oposición, para salir como lugarteniente de Abascal. Sin embargo, al negarse le da oportunidad a Vox de seguir minando su tradicional electorado, bajo la acusación de ser la “derechita cobarde”. La única opción lógica sería la abstención, como hizo el PSOE en 2017, cuando Pablo Iglesias quiso cesar a Mariano Rajoy, pero también tendría que pagar un costo por ello.
Como en una tormenta perfecta, los últimos episodios le dificultan al PP, aún más, negarse a censurar a Pedro Sánchez. El estado de alarma en Madrid y la iniciativa de reforma del Poder Judicial reducen su margen de maniobra frente a sus electores, tentados por el radicalismo.
El gobierno termina promoviendo la tensión, creyendo que el fortalecimiento relativo de Vox debilita a los populares, lo que es cierto, partiendo de que existe un techo por encima del cual una derecha radicalizada no puede ganar una elección. La regla de que las elecciones se ganan en el centro tiene lamentables excepciones: las crisis profundas, los momentos de emergencia e incertidumbre, pueden generar reacciones inéditas en electorados temerosos y polarizados.
La moción de censura como instrumento de confrontación
En la historia de la democracia española se han presentado cinco mociones de censura nacionales, pero sólo la planteada por Pedro Sánchez en 2018 tuvo éxito. En los primeros años de democracia, en 1980, Felipe González promovió una moción de censura contra un debilitado Adolfo Suárez, quien enfrentaba conflictos en su propio partido, a pesar de haber ganado las elecciones de marzo de 1979. El PSOE tenía 121 diputados en el Congreso, siendo la primera fuerza de oposición. A partir de los resultados de las elecciones municipales de abril de 1979, las izquierdas habían logrado formar gobierno en las principales ciudades españolas.
La moción fue rechazada el 30 de mayo de 1980, con 152 votos a favor, frente a 166 en contra y 21 abstenciones. Felipe González mostró su perfil como alternativa real de poder, hecho que ratificaría dos años más tarde al ganar por mayoría absoluta las elecciones.
En circunstancias distintas, un debilitado Antonio Hernández Macha, secretario general de la conservadora Alianza Popular, promovió una moción de censura contra Felipe González en 1987, pretendiendo convertirse en vocero del malestar derivado de las medidas económicas que implantaba el Ejecutivo. La jugada resultó frustrante para quien la propuso, apenas obtuvo 67 votos, contra 195 negativos y 71 abstenciones, incluyendo a muchos conservadores. Pronto sería removido por José María Aznar.
Luego de pasar por un largo período de estable bipartidismo y tras sufrir los embates de la crisis económica mundial, y la emergencia del 15M, España enfrentó una nueva moción de censura 20 años después. Promovida ahora con un Congreso mucho más fragmentado, caracterizado por la irrupción de Podemos, que quería disputarle al PSOE la primacía en las izquierdas.
Fue justamente Pablo Iglesias quien la promovió en 2017 sin estructurar apoyos, obteniendo 82 votos a favor, sólo 11 fuera de su organización, siendo rechazada por 170 diputados, y absteniéndose 97. El discurso de José Luis Ábalos, explicando la abstención del PSOE, fue contundente, señalando que aunque el gobierno de Rajoy merecía la censura, Pablo Iglesias no era merecedor de una presidencia de gobierno.
Y así llegó el momento de Pedro Sánchez en 2018. Tras una negociación con varias fuerzas, aprovechando un momento de debilidad de un Partido Popular asediado por los escándalos de corrupción, y con la asesoría de Iván Redondo, logró la primera moción de censura exitosa. El 1º de junio de 2018, la moción recogió el apoyo de 180 diputados, siendo rechazada por 169, con una sola abstención. Así cayó Rajoy y Sánchez se convirtió en presidente en funciones.
Una ocasión distinta
Varios rasgos son inéditos en esta ocasión. Vox no tiene la fuerza parlamentaria para ganar esta iniciativa, y lo sabe, pero proyecta su relato dirigido a desplazar a Pablo Casado de su papel como jefe de la oposición, intentando capitalizar el descontento generado por un gobierno que, enfrentando una pandemia global, ha abierto todos los frentes políticos al mismo tiempo, confrontando en temas como la reforma judicial, los presupuestos, la Memoria Histórica, entre otros. Abascal promueve una doble censura, la primera fracasará en el Congreso, pero la segunda retará a Pablo Casado a una prueba de madurez política.