Pedro Benítez (ALN).- Vladímir Putin, presidente de la Federación Rusa, ha decidido apostar por Nicolás Maduro. Pero tiene una condición: sacar a Juan Guaidó de la presidencia de la Asamblea Nacional (AN). Se sabe que es la presión rusa la que está detrás del repentino interés de Maduro por ponerle la mano a la AN en este mes de enero y no en 2021. Luego de meses de amagues y disimulos Putin muestras sus cartas con respecto a Venezuela. Son las que siempre usa, el engaño y la explotación de las debilidades de sus contrarios.
Hace 20 años Vladímir Putin se daba a conocer al mundo. La noche del 31 de diciembre de 1999 Boris Yeltsin, el primer presidente electo por voto popular en Rusia, le traspasó el poder. A su vez sería electo presidente en las elecciones de marzo siguiente.
Desde entonces la simulación de sus auténticas intenciones, el engaño al más fuerte, el aplastamiento implacable del más débil, la manipulación de la opinión pública y la explotación de las debilidades de sus contrarios son las tácticas en el manejo del poder por parte de este zar del siglo XXI.
Engañó a Yeltsin y a los reformistas rusos haciéndose pasar como el hombre enérgico que necesita su país para continuar por la senda de la democracia. Se hizo pasar como amigo de los Estados Unidos cuando fue el primer mandatario del mundo que llamó a George W. Bush luego del ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.
Como buen agente de la KGB disimuló sus auténticas intenciones hasta que se consolidó como un autócrata en su país, y se sintió lo suficientemente fuerte para empezar a perturbar y desafiar la influencia de Estados Unidos y de las democracias occidentales donde quiera que pudiera hacerlo.
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Sería mezquino no reconocer que Putin recibió un país colapsado y lo rehabilitó como una gran potencia. Pero incluso en este aspecto hay más apariencia que realidad. Un terreno en el que por lo visto es un maestro, puesto que con un PIB inferior a la décima parte del de Estados Unidos o China, del tamaño del de España, e inferior al del Corea del Sur, Rusia aparenta tener mucho más poder del que realmente tiene. Y Putin aparenta tener tanta influencia mundial como Donald Trump o Xi Jinping.
Conscientes de estas abismales ventajas y embelesados en la autocomplacencia, en Washington han dejado actuar a Putin como una perturbación menor y este se ha aprovechado de ello. Donde quiera que haya un líder o un movimiento antiestadounidense allí estará la larga mano del gobierno ruso dando algún tipo de apoyo.
Basta con observar la cobertura que la cadena oficial de televisión rusa RT le ha dado a las protestas en Ecuador, Chile y Colombia en meses pasados para saber de qué lado juega Putin.
Eso sí, siempre lo hace presentándose con cierta respetabilidad. Con los argumentos bien ordenados. Él y sus funcionarios diplomáticos, económicos y militares se dan siempre una imagen de gente razonable, con la que se puede negociar.
Así hizo por ejemplo con el dictador Bashar al-Ásad. Putin intervino en la Guerra Civil siria en nombre de la paz y la estabilidad. Llamó a negociar a las partes, pero al final del día salvó el régimen de un hombre que las democracias occidentales habían repudiado por la sangrienta represión contra su pueblo. Ahora el presidente ruso tiene un firme aliado en el Medio Oriente.
De manera menos dramática pero igual de efectiva ha ido consiguiendo lo mismo con Nicolás Maduro. Putin ha sido un factor clave para sostener a este en el poder.
Maduro ha exhibido el respaldo ruso ante los grupos de poder del chavismo para demostrar que no está solo en el mundo. Eso ha sido particularmente importante ante los militares venezolanos con los que sus colegas rusos han ido estrechando lazos, en particular con el general Vladímir Padrino López, ministro de la Defensa.
Progresivamente la influencia rusa ha ido reemplazando a la cubana en Caracas. Cuestión de peso.
Esta es una alianza en la que Putin ha ido con prudencia. Calculando las reacciones de los norteamericanos ante la presencia económica y militar rusa en Venezuela. Calculando la capacidad de resistencia del propio Maduro, de su control sobre el país y sobre la Fuerza Armada Nacional (FAN).
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No es una relación nueva. Entre 2010 y 2016 Venezuela adquirió el 80% de todas las armas que ese país le vendió a América Latina.
Con el inició de la debacle económica venezolana las deudas impagadas se han acumulado.
Pero Putin apostó por Maduro y este ha sobrevivido en el poder pese a la presión externa e interna. Ahora llegó el momento de reformar el ruinoso modelo económico chavista e introducirle pragmatismo. Esa es la condición que los funcionaros rusos le han puesto sobre la mesa a Maduro. Ayúdate que yo te ayudaré. Después de todo Venezuela le debe 3.000 millones de dólares a Rusia. Putin los quiere cobrar.
Pero también quiere desafiar a Estados Unidos en el Caribe. Causarle problemas. Si la OTAN se ha expandido hacia las fronteras rusas, él puede pagar con la misma moneda.
En privado los enviados de Putin actúan de manera razonable. Han buscado reunirse con los representantes de Juan Guaidó tanto en Venezuela como en Europa. No amenazan. No insultan. No pretenden intimidar. Sostienen que en el caso de Venezuela la salida debe ser negociada. Exactamente lo mismo que por años afirmó Putin sobre Siria. Pero al final del día su propósito es preservar a su aliado.
El año pasado Putin dejó saber a raíz de uno de los viajes de Maduro a Moscú que lo reconocía a él y “al Parlamento” como las dos instituciones legitimas del país. ¿Se refería a la Asamblea Nacional? Eso fue lo que se interpretó de esas declaraciones.
Putin y sus funcionarios económicos saben que para reformar la economía venezolana se necesita a la Asamblea que preside Juan Guaidó. No la inútil Asamblea Nacional Constituyente que preside Diosdado Cabello. La Asamblea Nacional (AN) es el obstáculo. Y si no se le pueden imponer sus condiciones habrá que tomarla.
Entonces el viceministro de Finanzas Serguéi Storchak lanza la perla: “Rusia brindará apoyo económico a Maduro siempre y cuando Juan Guaidó no sea reelecto presidente de la Asamblea Nacional el próximo 5 de enero”. Las declaraciones las da a la agencia Bloomberg y las recoge ALnavío.
He aquí la auténtica razón por la cual Maduro ha optado por no esperar hasta 2021 para tomar la Asamblea. Ha decidido incrementar la represión contra los diputados de la AN, y de ser posible comprar algunas voluntades, por la presión de su aliado. Los rusos están calculando que Maduro tendrá más posibilidades de ganar cualquier elección que se le presente si mejora la economía.
Pero sus planes tienen un obstáculo: Juan Guaidó. El hombre de Estados Unidos en Caracas. El amigo de mi enemigo. Así Vladímir Putin es el enemigo de la democracia en Venezuela. Ha tomado partido abiertamente.
Lo hace aprovechando las debilidades y descuidos del gobierno de los Estados Unidos. Donald Trump no ha podido con Nicolás Maduro y Putin esa la piensa cobrar a su favor. De modo que es mucho lo que se juega en la elección de la directiva de la Asamblea Nacional de Venezuela el próximo 5 de enero. Alguien en Moscú estará atento.