Ysrrael Camero (ALN).- La salida de España de Juan Carlos de Borbón, rey emérito, tras diversos escándalos, brindó la oportunidad de colocar en agenda uno de los debates de más difícil resolución: la continuidad de la Monarquía o el paso a un régimen republicano.
El debate sobre la Monarquía reaparece en España en tiempos del covid. No es secreto que Pablo Iglesias es republicano, y una parte importante de sus ataques al “régimen del 78” tuvo como argumento el bloqueo que la transición le hizo a esta alternativa. De manera similar, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), aparte de promover la independencia catalana, siempre ha defendido la opción republicana.
Hay una larga tradición republicana en España. Tanto Unidas Podemos (UP) como ERC han empleado el tema para diferenciarse del PSOE que, aunque pertenece a la misma tradición, vincula la defensa de la constitucionalidad democrática a la institución monárquica y al respeto al jefe de Estado: el rey Felipe VI.
Azuzar este debate mete polémica donde no la hay, al estar alejado del interés de los españoles, pero introduce presión en las bases del PSOE, cohesiona al electorado de izquierda y alebresta a las derechas, desviando la atención de la pandemia y de la crisis económica. Pero el prestigio de la institución monárquica en España es bajo.
La Monarquía y la democracia realmente existente
La Monarquía fue colocada en la médula del sistema democrático construido durante la Transición, expresado en la Constitución de 1978. La continuidad monárquica forma parte de los acuerdos que hicieron posible que un régimen autoritario, impuesto durante cuatro décadas, cediera el paso a uno libre, de origen popular.
Pero la Monarquía ha perdido lustre. Esta pérdida de prestigio se vincula con el cambio, en la percepción pública, de quien fue la imagen de su versión moderna y constitucional, sostén de la nueva democracia: Juan Carlos de Borbón.
Juan Carlos I fue puente entre el régimen autoritario franquista y la democracia. Tras “ganar” la guerra civil contra la República, el dictador Francisco Franco impuso una especie de Estado monárquico sin Rey, al dejar abandonado a Alfonso XIII, quien había abdicado en 1931, y rechazar a su hijo Juan de Borbón, por considerar peligrosas sus relaciones con sectores opositores.
Franco dispuso que el príncipe heredero, Juan Carlos, fuera criado en España, bajo la tutela del régimen, para darle forma a quien debía asegurar continuidad. En 1969 Juan Carlos fue nombrado príncipe de España, asumiendo la Jefatura del Estado tras la muerte del dictador, el 22 de noviembre de 1975.
Entonces empieza Juan Carlos a tejer su propio lugar en la historia, impulsando la democratización del régimen y preservando a la institución monárquica. Fracasó con Carlos Arias Navarro, pero acertó con Adolfo Suárez, quien hizo aprobar la Reforma Política.
Renunciar a la República y aceptar la Monarquía, fue uno de los más importantes sacrificios que hizo la oposición para lograr pactar una Democracia. Por ejemplo, Santiago Carrillo tuvo que aceptar Rey y bandera, para lograr la legalización del Partido Comunista.
En la redacción de la Constitución se consagró la monarquía parlamentaria como la forma política del Estado, colocando al Rey, no sólo como jefe de Estado, sino como símbolo de unidad, y lo que es más destacado, como moderador y árbitro del funcionamiento de las instituciones.
Suárez reconoció, años más tarde, que no se realizó un referéndum sobre la Monarquía porque probablemente habría perdido, poniendo en riesgo la Reforma. De allí que, al Rey y a la Monarquía, se aprobó insertarles en la Constitución, en el referéndum del 6 de diciembre de 1978.
Durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, al rechazar públicamente a los golpistas y defender las instituciones votadas por el pueblo, Juan Carlos contribuyó a consolidar la democracia. Allí nació el juancarlismo, el aprecio cívico de sectores, republicanos in pectore, por la figura del Rey constitucional.
Bajo la vigencia de la Constitución prosperó la democracia, los españoles han vivido un régimen de libertades públicas, de alternabilidad en el poder y de prosperidad económica como nunca antes en su historia. Para algunos esto luce lejano. ¿Qué ha pasado?
La pérdida del lustre
Una democracia pactada está llena de zonas grises. El Rey se encontraba en el centro, pero su figura envejeció, y su relación con la opinión pública se tornó polémica, conforme emergían comportamientos donde su imagen de probidad cedía paso al escándalo.
La crisis de 2009 y las movilizaciones de 2011 impactaron sobre el sistema. En el momento más difícil de la crisis, varios escándalos afectaron a la familia real, siendo la fractura que sufrió el Rey durante una cacería de elefantes en Botswana, en abril de 2012, la que disparó las críticas. Un año después el descubrimiento de su relación con Corinna Larsen, así como la aparición de cuentas milmillonarias sin declarar, elevaron el costo institucional. La conducta del Rey parecía perjudicar a la institución monárquica. El 19 de junio de 2014, Juan Carlos de Borbón abdicó la corona en su hijo, que pasó a ser Felipe VI.
Felipe VI no tuvo la épica de su padre como puente hacia la democracia, pero su imagen ha proyectado profesionalidad, debiendo enfrentar difíciles decisiones respecto a su familia. Sus pocas intervenciones públicas han caído en un ambiente polarizado, dificultando su aceptación como factor moderador.
Mal momento para el debate
Para protegerla, la institución monárquica fue colocada en el centro del sistema democrático y de la Constitución, pero la tradición sobre la que sustenta su legitimidad parece haber perdido parte de su credibilidad.
El debate hoy se presenta crispado, lo que dificulta la construcción de los consensos necesarios para una reforma estructural del régimen. Esta polarización hace difícil abrir la Caja de Pandora sin derivar en la creación de una arquitectura desequilibrada. Quizás no es laocasión óptima para discutir sobre las reglas de juego que sostienen la convivencia democrática de una sociedad plural. ¿Reinará algún día Leonor, la primogénita del rey Felipe VI y de la reina Letizia? A estas alturas, no hay garantías.