Pedro Benítez (ALN).- Puerto Rico es una muestra de cómo se mueve el mundo lejos de los prismas ideológicos. Por un lado de la enorme atracción que ejerce Estados Unidos sobre el resto del mundo, pero también de cómo esta sociedad va cambiando. El electorado puertorriqueño votó una vez más en favor de que su isla sea el estado número 51 de Estados Unidos por la misma razón que en México no quieren salirse del Tratado de Libre Comercio, o decenas de miles de migrantes centroamericanos, cubanos y venezolanos intentan todos los meses ingresar a este país: los beneficios de tener acceso sin límites a la primera economía del mundo. Parte, al mismo tiempo, de un proceso que está modificando de manera indetenible la composición demográfica y cultural de EEUU.
El pasado martes 3 de noviembre, coincidiendo con las elecciones nacionales en Estados Unidos, la isla de Puerto Rico también llevó a cabo sus propias elecciones para renovar los cargos de gobernador, de las dos Cámaras de la Asamblea Legislativa, los 78 alcaldes y el representante sin voto que tiene la isla en el Congreso en Washington.
La jornada se aprovechó para efectuar un nuevo referéndum no vinculante sobre su estatus político, siendo esta la sexta consulta popular al respecto desde que Puerto Rico se constituyó como un Estado Libre Asociado en 1952. En esta oportunidad el 97% de los votantes puertorriqueños ratificaron su determinación de que la isla se incorpore plenamente a la Unión americana como el estado número 51.
Puerto Rico es, junto con las Islas Marianas del Norte, uno de los dos estados libres asociados de Estados Unidos. Esta condición le permite tener representación como país en los Juegos Olímpicos y en algunos otros concursos internacionales. Mientras que su moneda, defensa y relaciones exteriores están bajo la jurisdicción del gobierno federal norteamericano.
Por otra parte, sus residentes no pagan impuestos federales, pero tampoco pueden votar en las elecciones presidenciales, ni su representación tiene voto en el Congreso en Washington. En cambio, si un puertorriqueño cambia su residencia a alguno de los otros 50 estados puede sufragar en las elecciones nacionales. Una situación bastante particular
Desde que en la guerra de 1898 España perdiera Puerto Rico a manos de las fuerzas militares estadounidenses, su condición política ha sido un asunto controversial.
A Estados Unidos se le ha acusado de manera permanente en los foros internacionales de mantener un “dominio colonial” sobre la isla pese a que los puertorriqueños tienen la ciudadanía de ese país (desde 1917), eligen directamente a todas sus autoridades (desde 1947) y han ejercido reiteradamente su derecho a la autodeterminación. En las seis ocasiones en las que se les ha consultado sobre su estatus político (1967, 1993, 1998, 2012, 2017 y 2020) la opción independentista ha obtenido resultados mínimos.
En 2012 sólo el 5% votó a favor de la independencia total, siendo este el resultado más alto obtenido por esa opción. Mantener la condición de Estado Libre Asociado fue por mucho tiempo la preferencia mayoritaria, seguida por los partidarios de la estadidad plena.
Pero en las consultas más recientes esta última se ha hecho mayoritaria para desdicha de todos los que sostienen que los males de Puerto Rico se deben a una supuesta “subordinación colonial”.
Ventajas y desventajas
Por lo visto, la mayoría de los puertorriqueños no atribuyen las dificultades económicas que en los últimos años ha tenido la isla a su relación con Estados Unidos. Por el contrario. Ven en la incorporación plena a ese país la oportunidad para superarlas.
Puerto Rico es la economía más grande y rica del Caribe, con 24.000 dólares tiene el PIB per cápita más alto de la región. Pero comparado con Estados Unidos es aún pobre.
Gracias a los incentivos fiscales, y a la presencia de leyes federales norteamericanas, atrajo mucha inversión foránea que le permitió una rápida industrialización en la segunda mitad del siglo XX. Pero en 2006 el gobierno de Estados Unidos derogó la Sección 936 del Código de Rentas despojándole de esa ventaja. Desde entonces la isla arrastra una crónica crisis económica, llevando las cifras de desempleo al 12% (el doble de la media estadounidense) y provocando un endeudamiento masivo que desembocó en la bancarrota de su gobierno en 2017.
Los partidarios de la estadidad argumentan que Puerto Rico no cuenta con la ayuda federal que sí tienen los demás estados de Estados Unidos, ni con la protección plena de sus leyes. Este es el asunto que buscan resolver.
Aunque la consulta del pasado martes no despertó mucho entusiasmo (sólo acudieron a votar unos 518.000 ciudadanos de los 2,2 millones de habilitados para votar), es, sin embargo, la opción preferida por la mayoría. El 97% de los votantes respaldó la estadidad. El mismo porcentaje de la consulta de 2017.
Curiosamente, el Congreso estadounidense es el principal obstáculo al ingreso de Puerto Rico como un nuevo estado. Admitirlo le daría automáticamente dos senadores. Como los puertorriqueños residentes en el continente se inclinan a votar por los demócratas, los republicanos temen que este cambio de estatus político favorezca a sus adversarios.
Una situación similar a la que retrasó el ingreso de la República de Texas en 1835: los eternos desacuerdos políticos que se dan en Washington.
La otra opción práctica que le queda a la isla para encarar con éxito sus problemas económicos sería la independencia plena. Pero no en los términos que se imaginan los independentistas, sino haciendo de Puerto Rico un paraíso fiscal como Bahamas.
Pero esto implicaría la pérdida de la ciudadanía estadounidense para sus habitantes, algo muy preciado para la abrumadora mayoría que tiene infinidad de lazos con Estados Unidos. Allí viven cinco millones de puertorriqueños o hijos de puertorriqueños, constituyen el 9% de toda la población hispana del país y en algunas áreas como Nueva York su voto es determinante.
Lo cierto es que hoy Puerto Rico se ha integrado a la sociedad estadounidense, y los puertorriqueños son parte de los millones de habitantes de origen hispano que han ido modificando la composición demográfica y cultural de ese país.
Por ese motivo la opción de la independencia ha ido teniendo cada vez un respaldo más ínfimo, que no se corresponde con la campaña internacional que presenta a Puerto Rico como una colonia de Estados Unidos, como sigue sosteniendo, por ejemplo, la red continental de televisión TeleSur.
Si Puerto Rico finalmente ingresara como otro estado de Estados Unidos sería la punta de lanza del indetenible cambio demográfico que esta nación está experimentando.