María Rodríguez (ALN).- El politólogo Oriol Farrés, experto en temas asiáticos y miembro del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), sí considera a América Latina un actor destacado en la Nueva Ruta de la Seda. Lo cuenta en esta entrevista al diario ALnavío, donde sostiene que “muchos países pueden ver en China un riesgo potencial, pero quizá también, la única solución a corto plazo a sus problemas”.
La Nueva Ruta de la Seda, una iniciativa multimillonaria de infraestructuras liderada por China, sigue tomando fuerza. Al segundo Foro sobre la Ruta, celebrado el pasado fin de semana en Beijing, acudieron representantes de 150 países y organizaciones internacionales, incluyendo al secretario general de la ONU, António Guterres, y a la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. 19 países latinoamericanos y del Caribe ya se han adherido a la iniciativa. El último, Perú, en el marco del Foro.
A pesar de la relevancia del Foro, sólo un presidente latinoamericano acudió al evento: Sebastián Piñera, mandatario de Chile, que se sumó a otros 36 jefes de Estado y de Gobierno, la mayoría de Asia. Los demás enviaron representantes de alto nivel. En el caso de España, el Gobierno estuvo representado por el ministro de Asuntos Exteriores (en funciones), Josep Borrell.
A pesar de la relevancia del Foro, sólo un presidente latinoamericano acudió al evento: Sebastián Piñera
¿Qué papel juega América Latina en esta iniciativa?, ¿qué beneficios reporta la Ruta?, ¿qué contrapartida real busca China? El politólogo Oriol Farrés, experto en temas asiáticos y miembro del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), responde a esta entrevista del diario ALnavío.
– ¿Qué papel juega América Latina en la Nueva Ruta de la Seda?
– América Latina juega un papel estratégico, como vecino del principal competidor (EEUU) y como parte esencial del Atlántico Sur y las nuevas relaciones Sur-Sur. En América Latina existe ya una relación privilegiada de muchos países con China, para los que con una enorme rapidez se ha convertido en el primer socio comercial. Es también una fuente tremenda de recursos naturales que interesan a China. Sin embargo, la relación es desigual. El peso de estos países para la economía china es mucho menor. Para muchos de ellos, tras múltiples experiencias frustradas, China es vista como un “comodín”, una fuente de inversiones y de promoción de las infraestructuras, y un socio comercial potente.
– ¿Qué beneficios reporta a los países la Nueva Ruta de la Seda?
– La adhesión por parte de un país al macroproyecto reporta un marco de relación con Beijing a través del cual la relación diplomática se refuerza, ya que expresa un apoyo a la estrategia china. En la mayoría de los casos permite al país recibir nuevas inversiones en infraestructuras (tenemos ejemplos en marcha en Ecuador o en Panamá) y acceder o renegociar sus préstamos con Beijing. El objetivo de China es sumar el máximo de países a la lista de socios. Así, la entrada en la BRI (por sus siglas en inglés) es la oficialización de una relación que en muchos casos ya es muy importante, como con Chile o Perú, para los que China es ya el primer socio comercial.
– ¿Qué principios vertebran este megaproyecto chino?
– El megaproyecto se sustenta en cinco grandes principios: (1) respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial; (2) acuerdo mutuo de no agresión; (3) acuerdo mutuo de no intervención en los asuntos internos; (4) igualdad y beneficio mutuo; y (5) coexistencia pacífica. En este sentido, la entrada en el BRI implica el reconocimiento de estos principios, básicos, pero tremendamente importantes desde la perspectiva china. Finalmente, y eslabón a eslabón, la economía del país signatario pasa a integrarse en una cadena global de comercio de larga distancia, con los múltiples beneficios que esto puede reportarle, como mecanismo de salida de sus exportaciones y acceso a los mercados globales.
– ¿Qué busca específicamente China con la adhesión de tantos países?
– La BRI es una macronarrativa, un relato que da sentido y orienta la proyección de los intereses chinos en el resto del mundo, así como su poder blando. Sin entrar a cuestionar muchas de las alianzas militares ya existentes (en las que EEUU tiene un papel), China juega la carta de la economía y el comercio para construir canales alternativos -y potencialmente autónomos-, vertebrando nuevos espacios geoeconómicos, como Eurasia. Desde una perspectiva estratégica, parece que Beijing busca garantizarse el acceso a los océanos (Índico y Pacífico) que podría verse cuestionado en caso de tensiones con EEUU, que (directamente o a través de sus aliados) controla el crucial estrecho de Malacca (hacia el oeste) y las rutas orientales hacia el Pacífico. Gracias al bypass a través de Pakistán y Myanmar, China no sólo salva este riesgo, sino que consigue conectar sus provincias interiores (en especial Xinjiiang) con el océano, ofreciéndoles posibilidades de desarrollo económico en la línea de las provincias costeras.
«El riesgo más citado es el de la trampa de los préstamos»
– ¿Cuáles son los riesgos para los países que se suman a esta iniciativa?
– El más citado es el de la trampa de los préstamos. El riesgo de que algunos de los socios establezcan créditos -por inconsciencia o por necesidad- por encima de su capacidad de poder retornarlos. Esto afecta principalmente a países pequeños o con pocos recursos, donde la construcción de infraestructuras esenciales puede ser un modo de “apostarlo todo” para hacer frente, por ejemplo, al riesgo que supone el cambio climático (pienso especialmente en los pequeños Estados insulares de Oceanía). El hecho de que a cambio de concesiones diplomáticas -la entrada al BRI- China haya renegociado los términos de los créditos puede llevar a algunos a creer que, llegado el caso, podrán renegociar sus condiciones de pago. Sin embargo, es una jugada arriesgada. Naturalmente, existen riesgos al establecer cualquier tipo de asociación, en especial cuando esta se da en términos de desigualdad. Muchos países pueden ver en China un riesgo potencial, pero quizá también, la mejor solución a corto plazo a sus problemas. Debemos preguntarnos también por la ausencia de alternativas.
– En este punto, ¿cómo equilibrar la adhesión a esta Ruta y las relaciones con EEUU? ¿Es posible?
– Por el momento y de una manera acentuada tras la crisis financiera de 2007-2008, China ha sido el motor de crecimiento de la economía global y ha priorizado su proyección exterior a la economía y la promoción del libre comercio. La llegada de Donald Trump ha dado alas a esta dinámica, al tiempo que EEUU sigue siendo el gran proveedor de seguridad, incluso en el entorno inmediato de China. Entender que el establecimiento de asociaciones debe ser excluyente por definición, toma solamente sentido en una lógica de confrontación. Debe ser posible equilibrar dichas relaciones, y de hecho, es necesario si queremos dotarnos de un marco de gobernanza global efectivo, que sea capaz de enfrentar retos globales en ciernes, como el cambio climático o posibles pandemias.